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Papel o digital: ¿cómo interpreta el cerebro aquello que lee?

Casi un centenar de estudios indican que leer en papel permite entender mejor el texto, favorece que lo recordemos y facilita reflexionar críticamente
Un hombre lee un libro en la librería Ona, de Barcelona. PERE VIRGILI

En principio, puede parecer que leer es solo leer. Según el DIEC, “distinguir, en un texto escrito o impreso, los sonidos figurados por las letras”, y también “adquirir conocimiento de lo que dice un escrito”. Aun así, una pregunta que va surgiendo de forma recurrente alrededor de la lectura es si produce los mismos efectos usar un soporte de papel que uno digital. Casi un centenar de estudios publicados estos últimos años, muchos de los cuales han sido recopilados y comparados en dos metaanálisis publicados en el Journal of Reserach in Reading y en Review of Educational Reserach, señalan que hay algunas diferencias interesantes que habría que tener en cuenta.

Claramente, estos estudios indican que leer en papel permite adquirir una mayor comprensión de aquello que se lee, favorece que lo recordemos y facilita reflexionar críticamente. Son tres motivos de peso para mantener y potenciar la lectura en papel cuando lo que se pretende es aprender, comprender y reflexionar a través de aquello que se lee. Hay varias razones que lo justifican.

Primero, hay que tener en cuenta que, para el cerebro, leer no es un proceso natural que se desarrolle de forma instintiva y por eso hay que aprender de forma expresa. El cerebro, a través de su plasticidad, se adapta al hecho de leer. Y se acomoda a los cambios tecnológicos y a sus implicaciones y los integra, también en relación con la lectura. Cuando aprendemos a leer, y cada vez que leemos, el cerebro no solo se fija en el texto que ha escrito y tiene en cuenta el mensaje que transmite, sino que constantemente valora todo el contexto y se ajusta a este. Precisamente es aquí donde residen buena parte de las diferencias.

Prensa extranjera en papel en un quiosco de Barcelona. PERE VIRGILI

 

Una lectora en una librería de Barcelona. FRANCESC MELCION

Por un lado, cuando leemos algo en papel y cuando aprendemos a leer con este soporte, normalmente solo tenemos un libro delante, no diversos, lo que facilita que fijemos la atención. Cuando estudiamos de este modo, lógicamente solemos tener varios libros o apuntes, pero el número es siempre muy limitado. En cambio, la tecnología digital nos permite tener numerosos documentos abiertos, navegar y pasar de una a otra de forma casi instantánea, sin que el espacio que ocupan sea insostenible en una mesa de trabajo habitual. Esto hace que la atención que usamos para concentrarnos en un documento concreto disminuya, por lo que el nivel de comprensión es menor, no lo memorizamos tan bien y no podemos dedicar suficientes esfuerzos a valorarlo críticamente. Por costumbre, después de haber encontrado la información que buscábamos pasamos rápidamente a otro documento.

Contexto de inmediatez

Este hecho se ve agravado, según han demostrado estos estudios, por el aprendizaje que ya desde la niñez se hace sobre los usos y las aplicaciones de la tecnología digital. Uno de los más habituales es la comunicación a través de redes sociales, que se caracteriza por mensajes breves que hay que leer con rapidez para no perderse el siguiente o para poder contestar con celeridad. Como se ha dicho, el cerebro no solo se fija en el texto escrito y tiene en cuenta el mensaje que transmite, sino que también incorpora todo el contexto. En este caso, el contexto que normalmente asociamos al mundo digital es el de la inmediatez, no el de la reflexión crítica y la comprensión profunda, que requieren dedicar más tiempo. Leer en soporte digital hace que, de manera preconsciente, el cerebro se conecte en modo “inmediatez”, a diferencia de cuando lo hacemos en soporte papel.

Unos niños leen cuentos antes de ir a dormir. XAVIER BERTRAL

Por otro lado, también se ha detectado que se produce un marcado efecto “de orientación”. Cuando leemos un texto en papel, tenemos toda la página delante, entera, y el texto mantiene la posición fija. A pesar de que no nos damos cuenta, este hecho aparentemente trivial permite que el cerebro oriente con facilidad aquello que está leyendo en el conjunto de la página y del libro, lo cual facilita su comprensión e integración en la memoria. En cambio, en un soporte digital normalmente avanzamos por el texto desplazándolo físicamente por la pantalla. Se ha visto que este hecho dificulta que el cerebro se oriente en el conjunto del escrito y, además, le exige mucho más esfuerzo mental, dado que las palabras se van desplazando arriba o abajo, y hay que ir recentrando la atención constantemente. Este esfuerzo mental que hay que dedicar hace menguar la capacidad de comprender aquello que se lee, de memorizarlo y, también, de reflexionar críticamente, dado que los procesos reflexivos son los que requieren más esfuerzo. Y la atención y la reflexión crítica son recursos limitados que hay que redistribuir según cada ocasión.

Revistas variadas en un quiosco. PERE VIRGILI

Resumiendo, cuando nos hay que buscar un dato concreto, la tecnología digital nos lo facilita enormemente. Pero para absorber la información, comprenderla en profundidad y reflexionar críticamente, el papel presenta una serie de ventajas que hay que tener muy en cuenta.

Ara