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La Fundación BBVA premia a la periodista Elizabeth Kolbert por su extraordinaria capacidad para comunicar los grandes desafíos ambientales

El jurado ha destacado que "tanto los reportajes de excepcional calidad", como sus libros divulgativos, han convertido a Kolbert en "una de las periodistas ambientales más destacadas e influyentes de su generación"
Elizabeth Kolbert.FBBVA

La periodista y escritora estadounidense Elizabeth Kolbert ha sido galardonada con el IV Premio Biophilia de Comunicación Medioambiental de la Fundación BBVA «por su extraordinaria capacidad para comunicar de manera rigurosa y atractiva los principales desafíos medioambientales de nuestro tiempo, el cambio climático y la crisis de biodiversidad, a una amplia audiencia global», según ha resaltado el acta del jurado.

A lo largo de las últimas tres décadas, Kolbert se ha convertido en «una de las periodistas ambientales más destacadas e influyentes de su generación», según el jurado, tanto por los reportajes «de excepcional calidad» que ha publicado, principalmente en la revista The New Yorker, como por sus libros divulgativos «de amplio impacto internacional» sobre la crisis global del medio ambiente.

En particular, el jurado ha destacado La Sexta Extinción, publicado en 2014, que «documenta en profundidad la galopante pérdida de especies que está padeciendo el planeta» y «es una obra de referencia internacional» que se ha traducido a más de 20 idiomas.

«La robusta solvencia científica y la excelencia literaria de su trabajo», concluye el acta, «ejemplifican cómo el periodismo especializado puede contribuir de manera fundamental tanto a difundir el mejor conocimiento sobre los grandes retos ambientales como a concienciar y sensibilizar a la sociedad sobre la necesidad de actuar para afrontarlos».

El Premio Biophilia, dotado con 100.000 euros, fue creado en 2019 por la Fundación BBVA para reconocer la labor de profesionales y organizaciones de cualquier lugar del planeta que contribuyen de manera excepcional a mejorar la comprensión y sensibilización pública de los retos ambientales.

APUNTES DESDE LA «CATÁSTROFE»

Durante la primera etapa de su carrera profesional en The New York Times (1984-1999), Elizabeth Kolbert (Nueva York, 1961), se ocupaba fundamentalmente de cubrir temas de información política. Fue en 2001, tras incorporarse al equipo de reporteros de la revista The New Yorker, cuando empezó a interesarse por el cambio climático. «El presidente George W. Bush había decidido retirarse del Protocolo de Kioto, y se me ocurrió la idea, bastante extravagante en aquella época, de realizar una serie de reportajes para analizar en profundidad si el cambio climático realmente era un problema que debía preocuparnos a todos», recuerda en una entrevista realizada tras conocer la concesión del Premio Biophilia.

Con este objetivo en mente viajó a Groenlandia, una experiencia que marcó su vida profesional para siempre, y le impulsó a dedicarse al periodismo ambiental. Allí acompañó a un equipo de científicos daneses que estaban investigando el deshielo desencadenado por el calentamiento global, y le explicaron que este proceso, provocado por la acción del ser humano, era «una cuestión de pura física, que no se podía cuestionar». Esta expedición a una región del planeta donde empezaba a percibirse el impacto del cambio climático le convenció de que «si esto era así, y lo estaban verificando fuentes científicas acreditadas, la gente lo tenía que saber».

Kolbert recuerda que en aquellos primeros años del siglo XXI, incluso en medios de referencia como The New York Times, se daba voz habitualmente a expertos que cuestionaban la importancia del calentamiento global: «Eran tiempos en los que el tema del cambio climático se seguía cubriendo como si fuera una cuestión discutida dentro de la propia comunidad científica, con investigadores a favor y en contra». Frente a los climaescépticos, Kolbert documentó sólidamente su trabajo periodístico, recurriendo a los expertos científicos más solventes, para trasladar el mensaje de que «el cambio climático es real y nos va a afectar a todos».

Aquella primera serie de reportajes -para los que visitó otros territorios cuyas poblaciones empezaban a percibir el impacto del calentamiento, como Islandia y Alaska- dieron forma a su primer libro: Apuntes de campo desde una catástrofe (2006). Una obra que concluía con la siguiente reflexión: «Parece imposible imaginar que una sociedad tecnológicamente avanzada podría optar, en esencia, por destruirse a sí misma, pero esto es justamente lo que estamos haciendo ahora mismo».

LA SEXTA EXTINCIÓN

En el último medio millón de años se han producido cinco episodios de extinción masiva de especies. El más conocido de todos ellos ocurrió hace unos 65 millones de años, en el Cretácico, cuando el impacto de un meteorito aniquiló a los dinosaurios y al 80% de las especies terrestres. Sin embargo, en su segundo libro, La sexta extinción (2014), galardonado con el Premio Pulitzer, Kolbert señaló que hoy nos estamos encaminando a una hecatombe similar, con la diferencia de que «esta vez el meteorito somos nosotros».

La idea, recuerda, surgió cuando decidió dedicar un reportaje en The New Yorker a la desaparición de los anfibios, «un tema importante al que me parecía que no se estaba prestando suficiente atención», y leyó un estudio que se hacía la pregunta: «¿Estamos en medio de la sexta gran extinción?» Fue así cómo se enteró de la existencia de este concepto, y tras indagar en la literatura científica sobre el tema, decidió dedicarle su nuevo libro: «Me di cuenta de que lo que estaba ocurriendo ahora era comparable a las cinco grandes extinciones del pasado, y de nuevo esto me llevó a pensar que si esto era así, la gente lo tenía que saber».

Para escribir esta obra, Kolbert entrevistó, y en muchos casos acompañó sobre el terreno, a algunos de los mejores expertos mundiales que estaban documentando la pérdida de biodiversidad en el planeta: botánicos dedicados a analizar procesos de deforestación y la fragmentación de hábitats en el Amazonas, biólogos marinos centrados en estudiar la degradación de la Gran Barrera de Coral, ecólogos que estaban comprobando el acorralamiento de toda clase de especies, desde la rana dorada de Panamá hasta el rinoceronte de Sumatra.

«Un tercio de los corales constructores de arrecifes, un tercio de todos los moluscos de agua dulce, un tercio de los tiburones y las rayas, una cuarta parte de los mamíferos, una quinta parte de los reptiles y una sexta parte de las aves se encaminan al olvido», relataba Kolbert en esta crónica sobre la devastación de la biodiversidad. «Y las pérdidas están ocurriendo por todas partes: en el Pacífico Sur, en el Atlántico Norte, en el Ártico y en el Sahel, en lagos y en islas, en las cumbres de las montañas y en los valles».

BAJO UN CIELO BLANCO

En su último libro, Bajo un cielo blanco, que se publicó el año pasado y ya se ha traducido (o se está traduciendo) a más de una docena de idiomas, Kolbert presenta un detallado repaso de las soluciones tecnológicas más punteras (y también algunas de las más extravagantes) que se están explorando para afrontar la actual crisis medioambiental y detener el impacto destructivo del ser humano sobre la naturaleza.

El título del libro se refiere al cambio en el color del cielo que se produciría si se llevara a cabo una de las propuestas de la llamada «geoingeniería solar»: el lanzamiento de partículas de diamante a la estratosfera para reflejar la luz solar y enfriar el clima terrestre. De nuevo, Kolbert viajó por medio mundo para observar sobre el terreno y realizar entrevistas a los investigadores que están desarrollando algunas de estas ambiciosas tecnologías, desde la inyección de CO2 extraído de la atmósfera en rocas volcánicas para convertirlo en piedra, hasta la aplicación de métodos de ingeniería genética para recuperar especies extintas.

Sin embargo, lejos de abrazar el «tecno-optimismo» como si fuera una varita mágica que nos salvará de la degradación medioambiental, el libro de Kolbert -una vez más fundamentado en la consulta a las mejores fuentes científicas- advierte sobre las posibles consecuencias imprevisibles de este tipo de soluciones. «Un tema central del libro», explica, «es que hemos intervenido muchas veces en la naturaleza, a veces a propósito, otras veces involuntariamente, y esto ha tenido muchos efectos secundarios que no habíamos anticipado, así que esto nos obliga a la prudencia antes de intentar implementar este tipo de tecnologías, sobre todo al llevarlas a gran escala, lo cual incremente el riesgo».

En todo caso, Kolbert no descarta la posibilidad de que la tecnología pueda acabar solucionando los grandes desafíos ambientales del mundo actual, y se limita a «exponer los datos para que el lector pueda formarse un juicio y decidir por sí mismo». Su propia postura ante esta cuestión, señala, es «agnóstica», en el sentido de que «los humanos somos criaturas inventivas que hemos encontrado soluciones a crisis en el pasado, y quizás lo lograremos de nuevo, pero es un juego muy peligroso poner en riesgo a todo el planeta». Lo que para ella es incuestionable es que, de una manera u otra, es urgente avanzar «en la transición hacia una sistema energético libre de carbono».

HISTORIAS ATRACTIVAS

El trabajo de Elizabeth Kolbert ejemplifica, tal y cómo ha señalado el jurado que le ha otorgado el IV Premio Biophilia, cómo el periodismo especializado puede contribuir de manera fundamental a afrontar los grandes retos medioambientales a través de historias atractivas, siempre fundamentadas en el mejor conocimiento científico, que son capaces de alcanzar a una audiencia global.

«El papel del periodismo ambiental en estos momentos es crucial», asegura. «El conocimiento, si no es exactamente poder, al menos es la condición esencial para la acción efectiva. Tenemos que comprender los problemas a los que nos enfrentamos, y su escala. Una ciudadanía bien informada es la mejor apuesta para resolver nuestros problemas».

Kolbert reconoce que la tarea no es sencilla, porque cada vez es más difícil mantener el interés del público sobre temas como el cambio climático, en una sociedad con la atención cada vez más fragmentada, y saturada de información sobre múltiples cuestiones que inundan la agenda informativa. «Por eso siempre he intentado encontrar buenas historias que puedan interesar suficiente a la gente como para que sigan leyendo, aunque no les apetezca porque los temas de medio ambiente con frecuencia son deprimentes y siempre hay cierta resistencia a ellos».

En el contexto informativo tan complicado del mundo actual, la galardonada con el IV Premio Biophilia defiende el valor del reporterismo sobre el terreno, que permite a los periodistas documentar sus historias en profundidad, y la importancia de que los responsables de los medios apuesten por la cobertura de los grandes retos ambientales: «Hay historias que definen nuestro tiempo, y el impacto de la especie humana sobre el planeta Tierra es hoy esa historia que debemos contar», señala. «Afortunadamente, al menos el cambio climático está recibiendo cada vez más atención, porque ya estamos percibiendo sus consecuencias, como demuestran las terribles olas de calor de este verano. No es un problema del futuro, sino del presente».

SOBRE LA FUNDACIÓN BBVA Y EL PREMIO BIOPHILIA

Desde hace dos décadas, la protección de nuestro planeta ha sido un área de actuación prioritaria para la Fundación BBVA, a través del apoyo a la investigación científica, a proyectos de conservación de especies, hábitats y ecosistemas, el fomento de la cultura medioambiental del público y el reconocimiento de los profesionales de la comunicación que contribuyen de manera decisiva a la comprensión y el compromiso individual y colectivo de los desafíos ecológicos de nuestro tiempo.

JURADO

El jurado de esta edición ha estado presidido por Miguel B. Araújo, profesor de Investigación del Museo Nacional de Ciencias Naturales, CSIC, y ha contado como vocales con: Araceli Acosta, periodista especializada en Medio Ambiente; Alberto Aguirre de Cárcer, director editorial del diario La Verdad de Murcia; Clemente Álvarez, coordinador, sección digital de Clima y Medio Ambiente de El País; Antonio Cerrillo, redactor de Medio Ambiente de La Vanguardia; Carlos Fresneda, corresponsal de El Mundo en Londres; Pablo Jáuregui, director de Comunicación Científica y Medioambiental de la Fundación BBVA.

El Mundo