Por César López Linares
En su cuenta de Twitter, Luis Horacio Nájera se presenta como conserje, escritor, periodista en exilio. En ese orden.
Esos títulos describen su vida en Canadá, donde lleva exiliado 14 años y donde, si bien se le ha sido permitido llevar una vida libre de amenazas, también se ha visto forzado a renunciar al ejercicio del periodismo.
El 1 de octubre pasado, Nájera causó revuelo en redes sociales tras publicar un par de fotografías de sus herramientas de trabajo como empleado de limpieza en un supermercado en Toronto.
“Porque dos maestrías de universidades locales no son suficientes para que un refugiado tenga un lugar en la mesa con la buena sociedad canadiense, aquí estoy, de vuelta a ser conserje otra vez, tras once años de estudiar, postular y publicar”, escribió Nájera en el tweet en su primer turno de su nuevo empleo.
Nájera es un periodista mexicano que trabajó como corresponsal de Grupo Reforma en Ciudad Juárez, Chihuahua, cubriendo asuntos sobre el crimen organizado en ambos lados de la frontera entre México y Estados Unidos. En 2010 recibió el International Press Freedom Award de la organización Periodistas Canadienses por la Libre Expresión (CJFE, por sus siglas en inglés).
Es también coautor del libro “The Wolfpack: The Millennial Mobsters Who Brought Chaos and the Cartels to the Canadian Underworld” y tiene una maestría en Asuntos Globales por la Universidad de Toronto y otra en Manejo de Desastres y Emergencias por la York University.
El tweet de Nájera causó decenas de reacciones y despertó la indignación de colegas de varias partes del mundo.
“Nunca esperé todo lo que pasó después, la cantidad de personas [que reaccionaron], algunos en apoyo, en solidaridad, otros diciéndome que me fuera del país, que yo no tenía nada que hacer aquí, que era un malagradecido. Las redes sociales así son. Pero nunca esperé que pasara lo que pasó”, dijo Nájera en entrevista con LatAm Journalism Review (LJR).
El periodista reconoce que publicó el tweet como un desahogo ante una carga de emociones causada por hechos recientes. El 27 de septiembre se cumplieron 14 años desde que llegó con su familia a Canadá a pedir asilo, huyendo de México tras múltiples atentados, amenazas, y tras enterarse de que su nombre estaba en una lista de periodistas condenados a muerte por el crimen organizado.
Ese mismo 27 de septiembre, 14 años después, Nájera -ya nacionalizado canadiense- estaba firmando su contrato para volver a trabajar como conserje, como lo hicieron él y su esposa cuando recién llegaron a Vancouver y su estatus de solicitantes de asilo les hacía muy difícil acceder a empleos profesionales.
Al día siguiente, el pasado 28 de septiembre, viajó a Ottawa para participar en una exhibición del filme “The Cost of Freedom”, del documentalista canadiense James Cullingham, el cual narra el caso de Nájera y otros dos periodistas que tuvieron que salir de sus países y fueron recibidos como refugiados en Canadá.
“Ese día voy a esta reunión que era una conferencia de activistas en exilio. Obviamente ahí es un ambiente muy diferente, en una universidad. Fue como un carrusel de emociones para mí”, contó Nájera. “Luego regreso el fin de semana y empiezo a trabajar [como conserje]. Entonces con esa carga emocional, lo tuiteé”.
Pese a que su vida ya no corre peligro, Nájera considera que su renuncia forzada al periodismo es resultado de varios factores, entre ellos uno que afecta a miles de colegas alrededor del mundo y que no distingue entre primer y tercer mundo: la precariedad laboral que enfrenta el periodismo.
En 2015, lo contrataron en el Toronto Star, el periódico de mayor circulación en el país, como editor de contenido de Star Touch, una versión especial para tablets. Sin embargo, el proyecto no fue económicamente viable y el medio tuvo que abandonarlo y despedir a 29 empleados, entre ellos Nájera.
“El periodismo en Canadá, como en todo el mundo, está en una crisis muy fuerte que ya tiene muchos años”, dijo. “De repente me han pedido que escriba editoriales invitados en los periódicos, pero nada más, nadie me ha ofrecido posiciones permanentes. Es por la crisis del periodismo en general”.
A esa crisis se suma el hecho de que los temas latinoamericanos, de los cuales Nájera es experto, no son del interés de la audiencia canadiense, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, donde un significativo porcentaje de población es de origen hispano y consume información sobre América Latina.
Pero además, Nájera ha notado que existe una desconfianza de los empleadores canadienses de otras industrias hacia contratar periodistas.
“Muchas compañías no confían en tener un periodista. Aunque tú apliques para otra cosa, el hecho de que hayas sido periodista no inspira confianza. Yo creo que uno nunca deja de ser periodista, y ¿qué pasa si algo ocurre? […] No necesariamente que [las empresas] tengan algo que esconder, pero como que un periodista es más visto como un pasivo en lugar de ser visto como alguien que te puede ofrecer muchas cosas”, dijo.
Vivir en el exilio como periodista en un país en el que se habla un idioma distinto dificulta aún más las posibilidades de ejercer la profesión. Aunque ahora Nájera habla inglés fluido, el no dominar los dos idiomas oficiales de Canadá (inglés y francés) le ha impedido acceder a buenas oportunidades de empleo.
Para Nájera, la única forma en que un periodista latinoamericano podría aspirar a seguir ejerciendo su profesión exiliado en un país tan culturalmente distinto al propio es contando con una red de apoyo desde antes de su llegada.
“Si tú quieres entrar a un periódico, es muy difícil. Primero, el desafío del idioma, no solo hablarlo sino el escribirlo y pronunciarlo correctamente”, dijo. “Segundo, evidentemente tú eres un extranjero y, aunque tengas los papeles, sigues siendo un extranjero y no te van a ver como uno de ellos”.
Memorias que reviven fantasmas
Desde el 1 de octubre, Nájera despierta muy temprano los fines de semana para comenzar a las 6:30 a.m. su turno de trabajo de medio tiempo como conserje en una cadena de supermercados. Trabaja ocho horas los sábados y otras ocho los domingos, mientras que el lunes su turno es de cuatro horas.
Sus compañeros de trabajo no saben que comparten jornada con un periodista y escritor que apenas el año pasado lanzó un libro que todavía puede verse en los estantes de las librerías canadienses. Para su fortuna, dice, en su trabajo no hay empleados latinos que pudieran llegar a reconocerlo.
A propósito, Nájera omitió su formación académica y otras credenciales en el currículum que envió para solicitar el empleo. Solo mencionó sus datos personales, su título en periodismo de la Universidad Autónoma de Nuevo León, México, y su experiencia previa como empleado de limpieza en Vancouver. Eso fue suficiente para que a la mañana siguiente después de enviarlo, lo llamaran para una entrevista.
Su equipo de trabajo se compone en gran mayoría por inmigrantes de Medio Oriente y Asia, y una pequeña porción son canadienses blancos que “vienen de tener vidas complejas” y “están tratando de ponerse de pie otra vez”, según intuye el periodista por los rostros y lenguaje corporal de sus colegas.
“Mucha gente piensa que ser conserje es fácil, y no’mbre. Es muy cansado. Son ocho horas, no te puedes sentar. Una parte de mi trabajo es en la tienda, en el piso, los baños, pero la otra parte es abajo, tirar la basura, limpiar oficinas, y no hay ni donde sentarse”, dijo.
Las deudas estudiantiles de sus posgrados, así como las cuentas sin pagar de tarjetas de crédito y gastos derivados del cáncer que enfrentó su esposa orillaron a Nájera a buscar el puesto como empleado de limpieza.
“El trabajo de conserje no es nada de qué avergonzarse, es un trabajo muy noble, honrado. Pero yo ya le invertí dinero, tiempo, sangre, sudor y lágrimas [a mi carrera como periodista], para que me digan ‘no, tú no cabes aquí, pero sí cabes acá’. Esa es parte de mi frustración”, agregó.
No obstante, el horario de 20 horas en fines de semana le permite dedicar el resto de los días al proyecto que hoy en día mantiene vivo al periodista que lleva dentro: la escritura de sus memorias.
Tras la publicación de “The Wolfpack”, el cual escribió junto con el periodista canadiense Peter Edwards, y el cual habla sobre cómo las nuevas generaciones de narcotraficantes mexicanos y mafiosos canadienses han heredado el control del tráfico de drogas en ese país, la editorial Penguin Random House mostró interés por publicar un libro autobiográfico de Nájera.
El libro de memorias, que tiene fecha tentativa de publicación en Canadá a finales de 2023, ha resultado un verdadero reto para el periodista, no solo porque lo está escribiendo en inglés, sino porque tiene que revivir momentos traumáticos de su carrera que había decidido dejar en el olvido.
“Escribir memorias es difícil y más en un idioma que no es el tuyo”, dijo. “Es muy desgastante emocionalmente porque como estás recordando muchas cosas, hay días en que te sientas y escribes bien rápido, pero de repente hay algo ahí y te desencadena una serie de cosas […] y al día siguiente no te quieres ni levantar, no más quieres estar acostado, no tienes hambre… Este también ha sido un desafío muy fuerte. El tema del trauma y todo lo que implica”.
Nájera también participó en el libro “Voces Enjauladas”, una antología de ensayos de 15 periodistas de varias partes del mundo que narran sus experiencias viviendo en el exilio en Canadá. En su ensayo, titulado “¿Éxito?”, el mexicano aborda el papel que juegan las redes sociales en la depresión que llegan a enfrentar los periodistas exiliados.
El libro, que será publicado de manera independiente con el apoyo de PEN Canada, tiene fecha tentativa de lanzamiento a finales de 2023.
“Una parte de mí quisiera estar en México”
Cuando observa la situación que viven los periodistas en México en la actualidad, Nájera confiesa que no puede evitar sentir indignación, pero también dice sentir una especie de “síndrome del impostor” por saberse a salvo mientras compatriotas suyos están perdiendo la vida por ejercer el periodismo.
“Digo ‘ok, yo estoy aquí, no debería quejarme, estoy vivo’. Pero al mismo tiempo ves lo que está pasando allá y una parte de ti quisiera estar allá”, dijo. “El tema que está pasando en México me indigna, me molesta, porque las cosas están peor. Se supone que iban a estar mejor, pero están peor”.
Nájera lamenta que, además de sufrir violencia, estigmatización y amenazas, los periodistas en México están siendo forzados a tomar una postura ante la polarización que ha generado el discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador de que quien no está a favor de su transformación, está en contra.
“Un efecto que está creando esto es que está obligando a los periodistas a tomar bandos, cuando su labor no es esa. Si quieres estar bien, tienes que decir: ‘ah me vuelvo [simpatizante] de la 4T [Cuarta Transformación]’. O bien, decir ‘voy a ser oposición, fifí, aspiracionista y voy a enfrentar las consecuencias de eso”, dijo.
El periodista lamentó también que los mexicanos no tengan clara la importancia del trabajo de los periodistas y por tanto no exista solidaridad ante la situación de violencia y precariedad que vive la prensa en México.
Asimismo criticó que la gente se compre el discurso del gobierno de que los asesinatos de algunos periodistas se han debido a que estos “andaban en malos pasos”.
“Desde que me vine de México, yo siempre critiqué mucho la falta de empatía de la sociedad mexicana con los periodistas”, dijo. “Yo decía: ‘¿cómo es posible que están matando a los periodistas que son tu vínculo con el gobierno, son los vigilantes de que el gobierno utilice mejor su dinero y los poderosos tengan rendición de cuentas?’. Y a la gente le vale sombrilla”.
En lo que va de 2022, 15 periodistas han sido asesinados en México. La mayoría de ellos eran reporteros de medios locales del interior de la República. Para Nájera, es lamentable que las comunidades estén dándoles la espalda a estos periodistas locales, que son los que más peligro enfrentan.
“Los que quedan más desprotegidos en esta lucha son los periodistas locales, los de los periodiquitos pequeños que subsisten ahí más o menos, y son los más afectados porque ellos están en la comunidad, y la comunidad les está volteando la espalda”, dijo.
LatAm Journalism Review