Con aval de las experiencias acumuladas durante casi medio siglo como profesional del dibujo, el portugués Antonio Antunes opina que la caricatura solo puede estar viva en países interesados en propiciar la libertad de expresión.
«La caricatura es parte de la democracia; hay caricatura en Irán, por ejemplo, pero debe ser alineada al punto de vista del gobierno; el gran palco de la caricatura es la democracia», aseguró este domingo Antunes en entrevista.
El reconocido artista, presidente del World Cartoon Press, el Premio Oscar de la caricatura, estudió pintura, pero pronto renunció a exponer en los grandes salones, a cambio de expresarse en los medios a través del dibujo, como forma de rebelarse.
«Si fuera un pintor mi obra iban a acabar en la sala de alguien con dinero para pagarlas. No tendría eso ningún significado social; quise participar en un cambio. La puerta ha sido la prensa donde me quedé hasta hoy», explica.
Antunes participo en la Feria de Guadalajara. Después vino a México donde recibe a Efe con uno de sus rituales: estudiar los periódicos de cada día.
«Trabajo en el semanario Expresso hace años. Es complicado cuando viajas porque si pasa algo extraordinario, los lectores van a preguntar dónde está el cartonista que no ha visto esto», dice.
Una piedra en el zapato
En el 2019 Antunes estuvo en el centro la polémica porque el New York Times publicó una caricatura suya en la que Donald Trump, ciego y con kipá, llevaba un perrito con la cara del Primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu, con la estrella de David como collar.
El dibujo fue calificado de antisemita, lo cual sorprendió a Antunes, crítico de Trump y del Gobierno de Israel, pero tan simpatizante de los judíos como lo es de todos los seres humanos.
«No podemos aceptar esta manera primaria de interpretación, equivale a la de los fundamentalistas islámicos», dijo entonces a los medios.
Antes pintó al Papa. En Portugal la Iglesia protestó y el Parlamento debatió sobre el tema «Fue un escándalo, hicieron una discusión en el parlamento para crear delito de blasfemia. La Iglesia necesitaba un millón de firmas y las buscaron en las misas para presentarla al parlamento. No lo logró y hoy se puede criticar al Papa», cuenta.
Tiene Antunes historia de polémico, como todo caricaturista apegado a la verdad es una piedra en el zapato de algún político o jerarca de la sociedad. Cuando Mijaíl Gorbachov fue nombrado presidente de la URSS, esperó a que los lectores vieran que el líder llevaba una mancha en la cabeza y la convirtió en mapamundi en su caricatura.
Sin embargo, su obra está tocada por la belleza más allá de la polémica.
Dibujos de piedra
Los premios Nobel José Saramago, de Literatura, y Antonio Egas Moniz, de Medicina, hacen intermitencias en sus muertes y se aparecen en forma de caricaturas de mármol en el Metro de Portugal. Antonio Antunes los ha eternizado de manera creativa.
«Las caricaturas en el metro están desde hace alrededor de 10 años. Me gusta trabajar en piedra; los obreros estaban acostumbrados a un trabajo repetitivo, haciendo marcos para los palacios árabes; conmigo cada dibujo era algo nuevo y eso los divertía», cuenta.
La expo permanente muestra a más de 50 personalidades como el poeta Fernando Pessoa, el escritor Antonio Lobo Antunes, la pintora María Helena Vieira da Silva, los caricaturistas Rafael Bordalo Pinheiro y Joao Abel Manta, el futbolista Eusebio y el campeón olímpico de maratón en 1984, Carlos Lopes.
«El metro tendrá cinco nuevas estaciones; tendré pláticas para extender la muestra a ellas. En Portugal hay espacios de animación plástica con pintores y los escultores; no con caricaturistas. Esta vez conseguí la estación más importante, la de la entrada al país, en el aeropuerto», explica.
Después de casi 50 años, Antunes tiene autoridad para hablar del proceso de creación. Acepta que existen los momentos de inspiración, pero si no aparecen, los sale a buscar con perseverancia.
«Unas veces la inspiración aparece, empiezas a pensar y llega una idea, otras veces tienes que trabajarla como si fuera un problema matemático, de forma racional», confiesa.
EL UNIVERSAL