Medellín.- Son las 12:15 del 29 de septiembre. Al igual que los últimos dos días, la lluvia no da tregua sobre Medellín. Los expositores, invitados y la audiencia del Festival Gabo tratan de refugiarse en cualquier techo. Apenas unos minutos pasados de esa hora, el francés Jean-François Fogel, quien hace unos instantes terminó su exposición en el foro «Inteligencia artificial y datos en el periodismo», abre la puerta de la sala de invitados y se dirige a este periodista: «¿Empezamos la entrevista?». Mientras con la mano derecha sostiene la puerta y con la izquierda hace un gesto de invitación para ingresar al recinto.
Acerca dos sillones de un cuerpo de cuero negro y se sienta en el que está a espaldas de la ventana. La lluvia continúa. A metros nuestro el israelí Gilad Lotan, quien compartió foro con Fogel, también se encuentra brindando una entrevista.
«Estamos listos», anuncia, mientras se deja desplomar en su cómodo asiento. El periodista y escritor francés tiene 58 años; gracias a su vasta experiencia, conoció y trabajó junto a figuras de la talla del propio Gabriel García Márquez. Sin embargo, a diferencia de muchos, no reniega de las nuevas tecnologías y de las herramientas de las que dispone el periodismo en la actualidad.
– Usted se inició en el entorno del «viejo periodismo», sin embargo, habla mucho de la era digital y su impacto en la profesión. ¿Cómo ve el presente de la prensa gráfica?
– La prensa gráfica es una empresa resignada. Sabe que hay un descenso de las ventas, una baja en la publicidad que no tiene solución. Dentro de este panorama global, veo ciertas revistas que logran resistir, como Elle, con todas sus ediciones internacionales… Vemos ciertas perspectivas de un negocio que se puede mantener. Estas empresas claramente intentan construir algo para recuperar ingresos. Tener la trayectoria gráfica no ayuda, es un peso, una inercia, una dificultad, por razones estructurales, sociales; por razones que tienen que ver con el consumo. Son empresas que tienen grandes dificultades para actuar con toda la eficiencia. Pero tienen algo importante, y es la marca. Estas marcas todavía existen, y en las redes sociales el peso de la marca da una cierta ventaja. ¿Cuánto tiempo eso va a permanecer? No lo sé. Pero es cierto que tienen que aprovechar este último recursos en los últimos años.
– Y en esa «transición», ¿cómo coexisten gráfica y digital juntos?
– Esto no es un problema, porque somos seres muy complejos. No hay una frontera donde una persona toma su pasaporte y dice «me voy del territorio de la gráfica» para pasar al digital. La historia lo dice… la aparición de un medio no destroza a los medios preexistentes. Por eso yo no pienso que vaya a desaparecer la radio, la televisión, ni el medio gráfico; pero sí tienen que acomodarse ante alguien que entra con mucha potencia, y con una gran ventaja: está en el bolsillo de cada miembro de la audiencia porque está dentro del celular. La radio y la televisión también pueden estar, pero la competencia es difícil. Porque además están los juegos, los videos, la música, las fotografías, el correo personal… Por eso hay que acomodarse a esa tremenda competencia.
– En este marco emergió un actor muy importante como las redes sociales. ¿Qué rol tienen en el periodismo?
– En el periodismo hoy en día es el factor número uno para conquistar a nuevos miembros en audiencia. Son ineludibles; hay que aprender a usar las redes sociales para ampliar las audiencias. Hay que recordar que el futuro no está escrito. Es decir, antes de Facebook había una red social que dominaba todo que se llamaba My Space, y nadie se acuerda de eso. Facebook tiene una buena presencia, pero en América Latina a mi me impresiona muchísimo WhatsApp. En el momento en que WhatsApp empieza a ser más cómoda para la distribución de contenidos, puede alcanzar una potencia y, sobre todo, una visibilidad enorme. Entonces estamos en una fase en que las redes sociales son imprescindibles para desarrollar una empresa de prensa; no hay nada seguro con relación al futuro. En este momento lo que va bien es Instagram, por una parte, y WhatsApp por otra.
– Estas nuevas herramientas o plataformas digitales han llevado a la circulación de noticias a una ligereza nunca antes vista. Esto hace que muchas veces la inmediatez sea un valor agregado. No obstante, algunos tienen una visión crítica sobre esto y sostienen que este cambio ha atentado contra la calidad del periodismo. ¿Cuál es su postura al respecto?
– Francamente no lo creo. El discurso de «todo era mejor antes» no lo acepto en todas partes, ya sea en el deporte, la literatura, o el periodismo. Creo que cada cosa corresponde a su época. En este momento hay excelente periodismo; hay investigaciones que llegan a un nivel absolutamente fenomenal, lo vemos con los Panamá Papers, o cosas que antes no se podían hacer. También vemos fotografías y videos de alto nivel… Yo no veo que esto ponga en dificultad al periodismo. Considero que suma otros recursos, y hay que saber utilizarlos.
– ¿Y si tuviese que hacer una comparación entre el «viejo periodismo» y el «nuevo periodismo»?
– El periodismo de antes era un periodismo, que en inglés sería de «one to many». Es decir, una persona que habla para todos. Ahora la comunicación periodística se hace en un proceso de «one to one»: es una persona que manda un enlace a otra persona, y ese enlace lleva algo de la prensa. O es Google que propone a una persona frente a su pantalla visitar una página designada a través de un enlace. Entonces esto cambia todo. Tener el monopolio de la expresión pública era una situación muy cómoda; el periodismo acaba de descubrirlo.
– Su experiencia lo llevó a trabajar tanto para medios europeos como latinoamericanos, e incluso integra la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). ¿Hay diferencias marcadas entre el periodismo de Europa y el de América Latina?
– Hay que hacer una gran diferencia entre dos cosas: por una parte, la salud de las empresas periodísticas está muy mal en muchas partes, porque los costos de la prensa tradicional del mundo analógico no son los costos y los ingresos del mundo digital, entonces es un momento difícil. A BuzzFeed le va muy bien en su negocio, tiene una dimensión mundial… las cosas son posibles. Pero las empresas de manera global se encuentran muy mal. Con respecto al periodismo, no. Yo creo que se pueden hacer muchas cosas; hay muchos logros que son impresionantes. Y creo que hay que hacer la diferencia entre el producto que es interesante, el que se diversifica, que cada día nos propone cosas nuevas, y la matriz que producen estos productos, que se encuentran en un momento más difícil.
No me parece que la prensa de América Latina sea menos creativa o menos eficiente que la de Europa. Veo buenas cosas en Estados Unidos, buenas cosas en Asia, pero no veo a América Latina atrasada o que tenga dificultades. El auge de Infobae es una prueba de esto: mucha potencia en un país que era un paraíso de la prensa gráfica, con un número de periodistas que era enorme. Aunque estaba eso, aparece un medio digital, que consigue una gran potencia, una gran credibilidad, incluso desde afuera de Argentina. Esto es una prueba de que un medio en América Latina puede crecer, ser innovador, y construir una empresa que tiene mucho futuro.
– ¿Y en qué momento se encuentra la libertad de expresión cuando vemos atropellos como los que se llevan a cabo en países como Venezuela o Cuba?
– Es cierto que si pensamos en los últimos diez años en México, Venezuela, Ecuador, Bolivia, no tuvimos el mismo espacio abierto que había antes. Esto corresponde también, quizás, al tropiezo de la vida democrática en ciertos países. Hemos tenido momentos mucho mejores.
– En los últimos meses hemos visto la irrupción de la extrema derecha tanto en Francia como en Alemania. ¿Esto supone algún tipo de alarma o preocupación para el periodismo europeo?
– Yo no creo que haya una alarma en el sentido de que ese peligro contenga una amenaza que pueda funcionar a corto plazo. Hay más bien una conciencia de que esto es un síntoma de dificultades de la vida democrática. Yo creo que es la mirada que se hace al Frente Nacional, a los partidos de la derecha en Escandinavia, en Alemania. También un síntoma de que la clase política es mediocre y no consigue asumir las demandas y los pedidos de los ciudadanos, que supuestamente tendrían que representar.
– En esta nueva era del periodismo, donde tenemos acceso a la información a cada segundo, ¿qué busca hoy en día el lector?
– El lector busca la información más moderna, que es una nueva información. No es la misma que varía para todos, sino que es la información moderna, que es una información geolocalizada, humana, socializada a través de las redes sociales, con alta carga emocional, entonces es algo totalmente distinto. El debate sobre los fake news, es un debate que no reconoce que existe una nueva información donde la satisfacción emocional de la persona que decide la información es un factor tan importante y es un factor a veces decisivo con relación a la época en que la información era más neutral.
– Para cerrar, y ya que estamos en el marco del Festival, usted tuvo la oportunidad de conocer a García Márquez, ¿quien fue Gabo para el periodismo y que aporte le dejó?
– El punto principal fue su pasión por el periodismo. Era muy generoso con los periodistas. Yo lo conocí desde muy joven, como un periodista que todavía no había hecho nada. Él me trató como un veterano, y una persona que sabía mucho. Lo que recuerdo de esos encuentros es que había una pasión por el periodismo, y por entender las sociedades. Gabo tenía algo en la sangre, que era una sangre de periodista, en la manera de mirar al mundo. Una manera muy intensa. Entonces lo recuerdo como una persona muy generosa y muy intensa. Por otra parte, el periodista era el mismo que el novelista o el escritor. La pasión por la buena narración, por buscar la buena palabra. Como periodista era distinto. Tenía su caja de herramientas en el momento de escribir, y las utilizaba todas para escribir lo que buscaba.
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