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La desinformación como praxis

El periodismo entonces, debe sobrevivir desde la ética y la moral. No somos los únicos defensores de la verdad que existimos, pero estamos obligados por vocación a mantenernos de pie...
  • LEONARDO ZURITA

08/11/2023 05:00 am

Vivimos en una época donde las tecnologías de comunicación e información han incidido en las formas de interactuar a tal punto que las han modificado con supuestos que, aunque aceptados ampliamente, terminan por construir y consolidar grandes mentiras. Hoy la verdad atraviesa por uno de sus peores momentos.

Y no es que la manipulación y la imposición de falsas verdades no existiera, pero ahora la inmediatez y alcance global que representan las TIC´s ha permitido consolidar en muy poco tiempo y con un amplio margen de acción las más falsas e interesadas matrices, con el fin de poner a la opinión pública al servicio del interés de quienes manejan la información.

Esto conlleva a que a través de subterfugios se impongan patrones que terminan de manera casi sutil, por socavar la tan anhelada y cacareada libertad de expresión, eufemismo manoseado tan vulgarmente que cada vez parece ser más hipócrita su utilización.

Quienes pregonan esa libertad de expresión son aquellos, en la mayoría de los casos, que extorsionan para imponer mentiras disfrazadas de verdad, una verdad inexistente.

El gran conglomerado mediático, encargado de amplificar las posturas e intereses de los factores de poder, se ha visto repotenciado por tres nuevas herramientas que contribuyen a desdibujar la verdad y en su lugar son vertidas a la sociedad un conjunto de matrices interesadas y manipuladoras. Es tan sutil que pasa de manera imperceptible, pero por ello no deja de ser ferozmente dañina.

La primera gran herramienta fue el internet, apuntalado por las redes “sociales”, termino que constituye la primera gran desconstrucción social. Realmente la relación social requiere de interacción humana, por lo que estas redes son virtuales. Estas redes permiten desmovilizar, despersonalizar y alienar mientras convierte al sujeto en un ser dessocializado y un gran consumidor de las mentiras, matrices y extorciones que las redes le pueden proveer.

Toda esta plataforma es utilizada para viralizar ciertas conductas “socialmente aceptadas”. Las supuestas viralizaciones, que terminan por desarrollar unas conductas repetitivas que cercenan la creatividad y desestimulan el pensamiento crítico, acciones harto necesarias para el control del sujeto social y la imposición de ideas y patrones de conductas interesados.

Como segundo fenómeno de distorsión informativa están los influenciadores, conocidos bajo el arquetípico uso del lenguaje como influencer, un sujeto viralizable por algunas acciones que le permiten permear sobre una masa voluble, acrítica, despolitizada y alienada.

Quienes podían ser antes los referentes en determinados temas, ahora han sido sustituidos por unos nuevos influenciadores de la sociedad que terminan imponiendo la simplicidad, vulgaridad y mediocridad en la mayoría de los casos. Nada es absoluto.

En esta banalización del flujo de la información las chicas de gimnasio tienen más seguidores que los médicos, el cantante de reggaetón recibe más me gusta que un investigador universitario y los que hacen las veces de “cómicos” son más seguidos que los especialistas en áreas de interés social.

Es el pináculo del desuso del pensamiento, la banalización y manejo de la estupidez humana para controlar al ser social de a pie.

Un nuevo elemento, el tercero, entra en escena para legitimar la mentira e imponer las ideas interesadas: la inteligencia artificial.

Con esta herramienta se da un toque más elevado a la manipulación de hechos e informaciones. La herramienta en si es de gran utilidad, pero el problema reside en la parametrización y sesgo de la información. Quien programa decide que se informa, desestimando todo aquello que no es de interés de los factores de poder económico y político a escala planetaria.

En días recientes un colega periodista utilizó un prompt para probar el sesgo en la inteligencia artificial: “Noticias falsas usadas por Israel para bombardear palestina”. La respuesta fue tan clara como desgarradora: “No me han programado para poder ayudarte con eso”.

La inteligencia artificial no es más que un mecanismo controlado por intereses que imponen ideas como absolutas sobre temas en el que requieren el apoyo de la opinión pública, bajo el supuesto de la ayuda de la tecnología al servicio del conjunto social.

Más allá del daño hecho a la sociedad global, estas tres herramientas atacan sin cortapisas al periodismo, última barrera de narración crítica y veraz entre el hecho y la sociedad.

Para unos pocos es urgente desmontar la verdad e invisibilizarla con mentiras, banalidades y viralidad cercenadora de la crítica y, para eso, hay que deslegitimar al periodismo como oficio y entregar su ejercicio a “multiplicadores” aliados al poder y de venta expresa por poco más de 30 denarios.

En la urgente necesidad de controlar a la masa y terminar con cualquier vestigio de pensamiento y creatividad, se presentan redes, influenciadores e inteligencia artificial como mecanismos de control de masas, estupidización y alienación.

El periodismo entonces, debe sobrevivir desde la ética y la moral. No somos los únicos defensores de la verdad que existimos, pero estamos obligados por vocación a mantenernos de pie, aunque la crítica, la razón y la verdad deben ser ejercicios colectivos y sin privilegios.

Como bien dijo Gabriel García Márquez, “a los demonios no hay que creerles ni cuando dicen la verdad”.

Analiza, evalúa y crea.

Leonardo Zurita
Comunicador Social UCV
Periodista por vocación y oficio

El Universal