Por Brandy Zadrozny – NBC News
La desinformación presenta una amenaza sin precedentes para la democracia en Estados Unidos en 2024, según investigadores, expertos en tecnología y politólogos.
A medida que se acercan las elecciones presidenciales, los expertos advierten que una convergencia de acontecimientos en el país y en el extranjero, en los medios de comunicación tradicionales y sociales -y en medio de un entorno de creciente autoritarismo, profunda desconfianza y malestar político y social- hace que los peligros de la propaganda, las falsedades y las teorías de conspiración sean más graves que nunca.
Las elecciones presidenciales estadounidenses se celebran en un año histórico, en el que miles de millones de personas votan en otros comicios en más de 50 países, entre ellos Europa, India, México y Sudáfrica. Y llega también en un momento de circunstancias ideales para la desinformación y las personas que la difunden.
Un número cada vez mayor de votantes ha demostrado ser susceptible a la desinformación propagada por el expresidente Donald Trump y sus aliados; la tecnología de inteligencia artificial se ha convertido en algo omnipresente; las empresas de medios sociales han recortado drásticamente los esfuerzos para frenar la desinformación en sus plataformas; y los ataques contra el trabajo y la reputación de los académicos que rastrean la desinformación han enfriado las investigaciones sobre el tema.
“Por un lado, esto debería parecerse a enero de 2020”, comentó Claire Wardle, codirectora del Information Futures Lab, de la Universidad Brown, quien estudia la desinformación y las elecciones, al referirse a los contendientes presidenciales de hace cuatro años. “Pero después de una pandemia, una insurrección y un fortalecimiento de la creencia de que las elecciones fueron robadas, así como las investigaciones del Congreso sobre los que trabajamos en este campo, se siente completamente diferente”.
Las investigaciones sugieren que la desinformación tiene poco efecto directo en las decisiones de los votantes, pero su difusión por parte de las élites políticas, especialmente los candidatos nacionales, puede influir en la forma en que la gente se decide sobre los temas. También puede proporcionar pruebas falsas para afirmaciones con conclusiones que amenazan la democracia o la salud pública, cuando se persuade a la gente para que se levante en armas contra el Congreso, por ejemplo, o se niegue a vacunarse.
Las soluciones para la enormidad de esa amenaza son fragmentarias y distantes: la reactivación de las noticias locales, la creación de programas de alfabetización informativa y la aprobación de una legislación significativa en torno a los medios sociales, entre otras.
Reparar el entorno informativo en torno a las elecciones implica algo más que “hacer frente a la desinformación”, afirmó Wardle. “Y la violencia política y las secuelas del 6 de enero nos mostraron lo que está en juego”.
Preparados para la desinformación
El más probable candidato republicano a la presidencia es también el anterior presidente, cuya etapa en el cargo estuvo marcada por las mentiras vertidas en un esfuerzo fallido por mantenerse en él, falsedades a las que Trump sigue aferrándose. La desinformación al servicio de la mentira de que las elecciones fueron “robadas” -difundida a través de una red de medios televisivos, radiofónicos y en línea- ha resultado asombrosamente eficaz entre los republicanos. Una consecuencia es la desconfianza en futuras elecciones.
Por un lado, los difusores de desinformación han sufrido consecuencias reales. Las mentiras sobre el coronavirus y las elecciones han costado el puesto a destacados médicos y presentadores de informativos. Las cortes civiles han concedido millones de dólares a las víctimas de la desinformación. Cientos de condenas penales federales se han derivado de la insurrección del 6 de enero de 2021. Y las personas que supuestamente participaron en un plan para anular la victoria del presidente, Joe Biden, incluidos funcionarios estatales del Partido Republicano, abogados y el propio Trump, se enfrentan a cargos penales.
Queda por ver si cadenas como Fox News o individuos como Rudy Giuliani estarían tan dispuestos a promover la desinformación en 2024 ante tales consecuencias. Pero algunos actores previsibles y recién llegados a los medios de comunicación de derechas ya han señalado su voluntad de contribuir.
“Los medios de derecha ven una demanda de contenido que es pro-Trump y se inclina hacia las teorías de conspiración”, dijo A.J. Bauer, profesor asistente de Periodismo en la Universidad de Alabama que estudia los medios conservadores.
Además de los sitios de internet nacionales conocidos por la desinformación, las nuevas organizaciones locales de noticias “hiperpartidistas” también podrían ser un factor, dijo Bauer, con afirmaciones que actúan como combustible para teorías de conspiración nacionales más grandes.
“Estos medios podrían buscar ejemplos de fraude electoral o intimidación a nivel muy local’, aunque no sean reales”, afirmó Bauer.
Lo que está en juego
No son sólo los votantes, sino también los pequeños grupos de influencia formados por legisladores estatales, funcionarios electorales y trabajadores electorales movidos por la desinformación, los que pueden afectar a las próximas elecciones.
“El negacionismo electoral y la desinformación que proviene de la extrema derecha estaba claramente a la vista a nivel federal” con las elecciones de 2020, explicó Christina Baal-Owens, directora ejecutiva de Public Wise, una organización no partidista de derechos electorales que rastrea a los funcionarios locales de elecciones que han cuestionado la legitimidad de las elecciones de 2020. “Lo que estaba menos claro era una amenaza que se escondía a plena vista, un movimiento que trabajaba a nivel local”.
Public Wise ha contabilizado más de 200 personas que asistieron, financiaron u organizaron el intento de insurrección del 6 de enero y obtuvieron cargos en 2022. Solo en Arizona, más de la mitad de los electores están representados por legisladores estatales que niegan abiertamente la validez de las elecciones.
“Estamos ante un movimiento bien organizado que está trabajando para influir en las elecciones en todo el país”, explicó Baal-Owens. “Tienen la capacidad de determinar cómo vota la gente, cómo se cuentan los votos y si se certifican o no”.
El ataque al Capitolio fue el ejemplo más visible de extremismo político desbordado en violencia en el mundo real. Pero 2020 también estuvo marcado por la violencia, o la amenaza de ella, en los capitolios estatales y las protestas contra las medidas de cierre por el coronavirus, una tendencia que los expertos temen que continúe.
“Estamos vigilando el ‘vigilantismo’ de los votantes”, dijo Joan Donovan, profesora asistente de Periodismo y Estudios de Medios Emergentes en la Universidad de Boston, que estudia la violencia política. “Personas organizándose en canales de Telegram y presentándose en las urnas con armas”, indicó Donovan, en los estados que lo permiten, fue una táctica de activistas que dijeron que estaban combatiendo el fraude electora durante los comicios presidenciales de 2020 y en las elecciones legislativas.
“Creo que esa va a ser la próxima ola”, aseguró Donovan.
Viejas mentiras, nueva tecnología
Durante el fin de semana, la activista política de extrema derecha y aliada de Trump Laura Loomer sembró una teoría conspirativa sobre el recuento de los caucus de Iowa. La complicada afirmación de Loomer sobre la corrupción reflejaba rumores infundados anteriores que flotaron en 2020.
Las falsedades pueden seguir siendo las mismas por ahora, pero la tecnología utilizada para crear la propaganda ha mejorado. Los avances en inteligencia artificial, desde chatbots a generadores de audio y video, han puesto a disposición del público herramientas de manipulación mediática fáciles de usar. Una encuesta del Foro Económico Mundial señaló la desinformación y el uso de la inteligencia artificial con este fin como el principal riesgo mundial en los próximos dos años, por delante del cambio climático y la guerra.
Los estafadores han tenido éxito con los llamadas deepfakes, sobre todo en la fabricación de videos de famosos generados con inteligencia artificial que promocionan productos como suplementos para la salud o criptomonedas. Aunque las campañas empiezan a utilizar la inteligencia artificial en anuncios y los estados se apresuran a legislar en torno a ello, la tan anunciada amenaza de esta tecnología para las elecciones aún no se ha materializado. Más a menudo, la inteligencia artificial barata está siendo utilizanda para crear propaganda, sobre todo de los leales a Trump.
El contenido de los autodenominados “equipos de memes”, que actúan como voluntarios, según la campaña de Trump, ya está siendo compartido por Trump en su plataforma de redes sociales, Truth Social. Estos memes difaman a otros candidatos y a sus cónyuges, a abogados y jueces implicados en la acusación contra Trump, a periodistas y a políticos y funcionarios electorales estatales considerados enemigos del bando de Trump.
“De acuerdo que es una chapucería y no es creíble de ninguna manera, forma o manera, pero es sólo cuestión de tiempo hasta que algo funcione”, comentó Ben Decker, director ejecutivo de Memetica, una empresa de investigaciones digitales. “Las narrativas de desinformación, las guerras de memes, han vuelto. Ese contenido va a abarrotar ciertas partes de los foros públicos”.
El efecto en el mundo en general es claro, indicó Decker: “El acoso a funcionarios públicos, miembros de los medios de comunicación y grupos de la sociedad civil va a proliferar”.
Según Laura Edelson, profesora adjunta de la Universidad Northeastern y codirectora de Cybersecurity for Democracy, que estudia la desinformación política, una posible amenaza mayor reside en la capacidad de las herramientas de inteligencia artificial generativa para personalizar la desinformación, dificultando su moderación por parte de las plataformas de medios sociales porque parece auténtica.
“Va a ser mucho más difícil este ciclo, ya que la gente está lavando la desinformación a través de herramientas de inteligencia artificial generativa”, dijo Edelson. “La desinformación será más eficaz en comunidades aisladas y más difícil de detectar. Las plataformas deben crear nuevas herramientas”.
En cambio, Edelson y otros dicen que las plataformas están recortando los equipos encargados de la moderación hasta el hueso. Desde 2021, las mayores empresas de redes sociales han restado prioridad a los esfuerzos para evitar falsedades que se viralizan, según los críticos.
La red social X, de Elon Musk, ha abierto el camino a medida que las plataformas de medios sociales, incluidas Meta y YouTube, se han retirado de la aplicación y han recortado drásticamente los moderadores de contenido y los equipos de confianza y seguridad, declaró Rose Lang-Maso, directora de campaña de Free Press, una organización de derechos civiles digitales.
“Sin políticas que moderen los contenidos y sin suficientes moderadores de contenidos que se encarguen realmente de la moderación, los propagadores tienen más posibilidades de aumentar los abusos en línea y fuera de línea”, afirmó Lang-Maso. “Las plataformas están realmente abdicando de la responsabilidad ante los usuarios”.
Meta, YouTube y X han negado las informaciones según las cuales están mal preparadas para impedir la difusión de desinformación electoral.
“El contenido que induce a los votantes a errores sobre cómo votar o que fomenta la interferencia en el proceso democrático está prohibido en YouTube”, indicó la portavoz de YouTube, Ivy Choi, en un comunicado a NBC News. “Seguimos invirtiendo fuertemente en las políticas y sistemas que conectan a las personas con contenido de alta calidad, y nuestro compromiso de apoyar las elecciones de 2024 es firme.”
Un portavoz de Meta declinó hacer comentarios, pero compartió un comunicado de prensa sobre los planes de la compañía para las elecciones de 2024.
¿Quién vigila?
El primer reto de la lucha contra la desinformación en el ciclo de 2024 podría estar en identificarla.
El espacio de las redes sociales se ha fragmentado con el ascenso de alternativas como Substack, Telegram, Threads y Rumble como espacios viables para actores políticos y contenidos extremos. Y una campaña de presión por parte de activistas conservadores puede afectar al número de ojos entrenados disponibles para estar alerta.
Los políticos y activistas republicanos respondieron a la oleada de desinformación en 2020 atacando a los investigadores, universidades, empresas tecnológicas y periodistas que la señalaron. Utilizando campañas en las redes sociales, las cortes y los comités del Congreso, los críticos de extrema derecha han publicado acusaciones infundadas de que los esfuerzos para frenar la desinformación en torno a las elecciones y la pandemia formaban parte de un complot para censurar a los conservadores. Algunos investigadores afirmaron que esas campañas partidistas, que han incluido onerosas solicitudes de información y amenazas de daño a la reputación y acciones legales contra las instituciones, han tenido un efecto amedrentador sobre las nuevas investigaciones de cara a 2024.
La falta de transparencia de las empresas de redes sociales supone un reto adicional para los observadores. Las llamadas cajas negras rodean a los algoritmos que sirven los contenidos, y la incapacidad de ver lo que ocurre en las plataformas en tiempo real no ha hecho más que empeorar.
“Estamos volando a ciegas”, afirmó Mike Caulfield, investigador científico del Center for an Informed Public de la Universidad de Washington que estudia los rumores electorales.
Según Caulfield, el retraso en la detección precoz de las falsas narrativas está dando ventaja a la desinformación, y podría suponer un retraso en los esfuerzos de comprobación de los hechos y del contexto por parte de los periodistas.
Dejando a un lado los riesgos para la seguridad nacional, la protección y el derecho de voto, la mayor amenaza de la próxima oleada de desinformación podría residir en el aumento de las divisiones partidistas y el debilitamiento de la confianza pública.
“El efecto directo de la desinformación podría no ser tan alto como creemos”, afirmó Joshua Tucker, codirector del Centro de Medios Sociales y Política de la Universidad de Nueva York, al referirse a las preferencias de voto. “Pero el efecto indirecto es que la gente pierde confianza en el periodismo, pierde confianza en que hay una verdad objetiva ahí fuera y cree que cualquier cosa puede ser desinformación”.
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