El presidente de Surinam, Chandrikapersad Santokhi, aprobó recientemente prohibir una publicación sobre la corrupción en el país, lo que arroja una inquietante sombra sobre la libertad de expresión y la libertad de prensa. Con las elecciones a la vuelta de la esquina, cabe preguntarse por el compromiso del presidente de ser reelegido y de que el país siga gozando de prestigio internacional.
La decisión, que implica medidas legales para impedir que se compre y se lea un libro que critica al Gobierno, es algo más que una cuestión local. Se convierte en una preocupación global, que toca la fibra sensible de cualquiera que valore las libertades democráticas y considere vital el papel de la prensa para que los gobernantes rindan cuentas.
En particular, esta confrontación en Surinam estuvo marcada por la firme negativa de Ware Tijd, el mayor periódico nacional, a ceder a las exigencias del presidente Santokhi de retirar de su sitio web una imagen de la portada del libro, lo que desencadenó un diálogo que trascendió las fronteras nacionales. El libro se titula «Corrupción al más alto nivel», y al parecer incluye acusaciones contra el presidente, el ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, Parmanand Sewdien, y el empresario Vijay Kirpalani.
El intento fallido de que el periódico retirara la imagen, aunque único en lo específico, refleja la batalla mayor mundial contra la censura y la corrupción, una batalla que resultará familiar a quienes hayan vivido experiencias en Gaza, Austria o incluso Países Bajos. En Gaza, el recorte de la libertad de expresión se ha encubierto con el pretexto de la seguridad nacional; en Austria, las revelaciones sobre la profundidad de su corrupción provocaron conmociones de la esfera política; y en Países Bajos, la integridad de las figuras políticas sigue estando bajo escrutinio. Cada ejemplo destaca una verdad fundamental: la libertad de cuestionar, criticar y revelar las irregularidades es crucial para la salud de cualquier sociedad.
La situación que se vive actualmente en Surinam es un ejemplo de la necesidad imperiosa de defender estas libertades. El firme compromiso de la Asociación Surinamesa de Periodistas con la libertad de prensa simboliza una importante resistencia contra el avance del control autoritario. Esta lucha forma parte de un relato más amplio que exige nuestra atención.
Como alguien que trabaja en relaciones internacionales, he visto y me han afectado directamente las ramificaciones de la censura, la corrupción y la trayectoria de Surinam me parece profundamente desconcertante. A veces, la ética personal correspondía con la ética proclamada del proyecto, pero chocaba con las políticas institucionales o las prácticas de los responsables y con demasiada frecuencia, los sistemas internos intentaban silenciar mi voz cuando yo trataba de abordar estos temas. Mi país, Países Bajos, se ha visto salpicado por escándalos gubernamentales de justicia institucional y discriminación, que a su vez afectan directamente a ciudadanos como yo.
Los derechos a la libertad de expresión y de prensa no son meras formalidades constitucionales. Por el contrario, son la piedra angular de la participación democrática. Cuando los funcionarios del Gobierno intentan suprimir las opiniones contrarias, socavan los fundamentos esenciales de la confianza y la responsabilidad que son cruciales para una gobernabilidad sólida.
La prohibición de libros en Surinam destaca un reto fundamental para la democracia y subraya la necesidad permanente de transparencia y libertad, no solo en Surinam o el Caribe, sino a escala mundial. Demuestra que ignorar estas cuestiones equivale a apoyarlas.
Debemos unirnos a los periodistas, escritores y ciudadanos de todo el mundo que con valentía piden cuentas a la autoridad. Nuestras libertades dependen de nuestra acción y vigilancia colectivas, de la combinación de nuestras fuerzas.
Global Voices