Por FERNANDO BELZUNCE
New York, EE.UU.- En la pared del apartamento de Martin Baron en Nueva York se aprecia una pintura de Juan Genovés. En ella decenas de personas parecen atrapadas entre dos grandes muros. «Es de él, sí. Son migrantes. Algunos están tratando de saltar los muros, superar los obstáculos. Me gusta la pintura y la idea que hay detrás», comparte, visiblemente relajado en la pantalla de la videoconferencia. Su español ha mejorado notablemente, dice que gracias a un profesor asturiano. También influirá su legendaria determinación, capaz de superar esos muros que plasma Genovés y muchos otros que él mismo describe en el libro ‘Frente al poder’ (Esfera de los Libros), que llega a las librerías en mayo. El reputado periodista americano, conocido en España por la película ‘Spotlight’, relata en 552 páginas repletas de generosidad sus ocho años al frente de ‘The Washington Post’. Una etapa crucial en la que, entre otros asuntos de interés, Donald Trump entró y salió de la Casa Blanca, poniendo a prueba a toda una sociedad, su sistema político y sus medios de comunicación.
—¿Una victoria de Trump supondría una derrota para el periodismo?
—No lo creo. No podemos echar la culpa a la prensa de los pensamientos de los votantes. Les corresponde a ellos decidir sobre quién debería ser el presidente y están pensando en varias cosas: en la tasa de inflación, en sus propios intereses económicos, en la situación en la frontera sur, en los delitos… Muchas veces los votantes tienen mala información y en algunas ocasiones incluso desinformación.
—¿Cómo puede ser que se imponga ese tipo de información frente a la que publica la prensa seria?
¡Precio especial para Latinoamérica! Informar, analizar y opinar con libertad de criterio cobra un valor añadido de denuncia en defensa y protección de valores esenciales de nuestra convivencia.
—Internet ha permitido la creación de un montón de medios. No hay casi ningún obstáculo. Varios medios nuevos difunden información falsa porque la polarización es un modelo de negocio. Una manera de llegar al público, de enganchar a más lectores, es provocar la furia, la ira y crear tensiones entre la audiencia. Hay una oportunidad en difundir desinformación o teorías de conspiración… Estamos viviendo en una época completamente diferente a la que conocimos hace 20 años. La situación ha cambiado por completo.
—¿Le preocupa el hecho de que una sola persona pueda generar semejante descrédito hacia el periodismo?
—Trump dijo que la prensa era el enemigo del pueblo. La confianza en la prensa ya había bajado antes de su llegada, pero él ha agravado la situación. Para él es una oportunidad política. Necesita un enemigo y siempre puede echar la culpa a la prensa. También tiene medios aliados, como Fox News y otros, que emiten constantemente falsedades y han ayudado a socavar esta credibilidad. Es un problema para los medios tradicionales porque dependemos por completo de la confianza del público. Es el fundamento de nuestra profesión.
—Cuenta que con Trump aumentaron las suscripciones. ¿Su regreso sería bueno para el negocio?
—La situación ha cambiado mucho. Es cierto que durante la campaña a la presidencia y durante su gobierno Trump generó mucho interés. No había suficientes instituciones que le fiscalizaran y los lectores nos dieron un gran apoyo. Pero después de su derrota electoral se redujo el interés en la política. Muchos lectores están hartos ahora de leer noticias sobre Trump. Les genera ansiedad. Vamos a ver lo que pasa.
—¿Sería buena señal que el ‘Post’ retirara algún día de su cabecera el lema ‘La democracia muere en la oscuridad’?
—Después de la derrota electoral de Trump algunos lectores nos recomendaron que lo elimináramos porque, en su opinión, ya no era necesario. Pero es para siempre. Él era candidato cuando empezamos el proceso de crear el lema. Obedece al papel que debe jugar un medio como el ‘Washington Post’ en la capital del país. Es una tradición de este periódico pedir cuentas al poder, fiscalizar a los poderosos, como hizo, por ejemplo, durante el gobierno de Richard Nixon. No importa quién esté en la Casa Blanca.
—Una de las decisiones más complicadas de su carrera fue publicar la información secreta relacionada con el terrorismo que filtró Edward Snowden. ¿Qué reflexión hizo?
—Se trataba de documentos clasificados en el nivel más alto de la seguridad nacional. Describían un sistema gubernamental de vigilancia, casi de espionaje, sobre conversaciones electrónicas de miles de personas. Muchas no estaban involucradas en el terrorismo, pero tenían contacto con personas sospechosas de tener alguna vinculación. Eran conexiones muy débiles y el sistema cada vez incorporaba más vigilancias. Me preocupaba el riesgo a la seguridad nacional pero pensaba, y también nuestro equipo, que era un interés público. ¿Qué pasaría si permitiéramos la ocultación de ese sistema para siempre? Que ese sistema crecería y que el gobierno tendría la capacidad de obtener muchísima información sobre gran parte de la población estadounidense. Por eso tomamos la decisión de publicar buena parte de los documentos, aunque no todos. La revelación supuso una gran sorpresa para las empresas tecnológicas, para el público y para muchos políticos, que no habrían permitido un sistema tan agresivo. Como consecuencia, se modificó el sistema. Fue un buen resultado.
—Cuenta en el libro que Jeff Bezos, el dueño del periódico, fue un gran aliado y que resultó clave para que el ‘Post’ pasara de ser una marca local a una global.
—Dijo que teníamos varias ventajas. El propio nombre del periódico y tener la sede en la capital de Estados Unidos podían servir para dar el salto. Los periódicos que había dirigido anteriormente, ‘The Boston Globe’ y ‘The Miami Herald’, no tenían esta oportunidad. Además, muchos ciudadanos no habían leído nunca el ‘Post’ pero su tradición de prestigio podía atraerles. Bezos habló del regalo que suponía Internet, ya que podíamos difundir el periodismo por medios digitales sin la obligación de entregar un periódico impreso. Cuando llegué al periódico a principios de 2013 todo el mundo pensaba en un declive. Había 540 personas en la redacción. En los últimos años ha sufrido pérdidas y se ha recortado el personal un poquito, sí, pero hay un presupuesto para 940 periodistas.
—Bezos también les dijo que la señal de defunción para cualquier empresa es glorificar el pasado. ¿El recuerdo del caso Watergate podía llegar a ser negativo?
—Creo que no. Aquello le dio un gran prestigio y dejó esa herencia de rendición de cuentas y de fiscalizar al poder. Se convirtió en la misión del periódico. Él se refería más bien a que muchos periodistas no querían cambiar su manera de escribir o el modo de narrar las historias. Se sujetaban a los periódicos impresos. Ha habido demasiadas resistencias contra los cambios en nuestro campo a lo largo de los años, desafortunadamente.
—Sus excolegas en el ‘Post’ dicen que se convirtió en tiempo récord en un gran experto digital. ¿Cómo adquirió todo ese conocimiento?
—La explicación es que yo quería tener éxito. No quería perder. Siempre estoy pensando en la competencia y la supervivencia de nuestro medio. El mundo había cambiado y no había ningún futuro en estar de luto todo el tiempo. Si no aprovechábamos las herramientas digitales que teníamos íbamos a convertirnos en carne de cañón de los competidores. Sería una forma de desarme unilateral. Íbamos a perder si no cambiábamos.
—¿No cree que las empresas periodísticas, que ahora pasan un mal momento económico, adolecen a veces de nostalgia?
—Es una de las enfermedades en nuestra profesión. Entiendo la nostalgia. Yo sufría de ella pero descubrí que íbamos a perder si nos aferrábamos a la nostalgia.
—¿Qué otras enfermedades ve?
—La resistencia al cambio y la nostalgia, que ya he comentado, y también el derrotismo sobre nuestro futuro. Hay demasiadas personas que piensan que vamos a fracasar y nunca he conocido a nadie que haya tenido éxito pensando que iba a fracasar. Nuestras estrategias tendrán que cambiar cada seis años o cada menos y hay que saber adaptarse. Hace apenas dos años ninguno de nosotros estaba hablando de la inteligencia artificial generativa y se ve que va a modificar a fondo nuestro campo.
—Es muy crítico con el papel que las plataformas, como Google o Facebook, han jugado frente al periodismo. ¿Es una batalla ya perdida?
—Es importante que haya nuevas reglas con respecto a las plataformas tecnológicas. Han tenido la ventaja de ganar dinero con contenidos sin tener ninguna responsabilidad sobre los mismos. Los medios tradicionales no podemos publicar nada sin responsabilidad. Hay que pensar de nuevo en las leyes que rigen el comportamiento de esas empresas.
Expone en su libro que las redes sociales le generaron continuos problemas con algunos periodistas. ¿Cómo puede abordarse este problema tan común a tantas organizaciones de medios?
—Debemos tener directrices sobre el comportamiento de nuestro personal en redes sociales. Si una persona no quiere cumplirlas no debería ser empleado de nuestro medio. Debería aceptarlas antes de ser contratado. Los directores tenemos el derecho de crear y preservar una identidad y una reputación de nuestro medio. El comportamiento de algunos periodistas, cuando expresan sus opiniones en las redes sociales, socava esta credibilidad. No deberíamos permitir ese comportamiento. Creo en los códigos de ética y conducta.
—Movimientos como ‘Black Lives Matter’ o el ‘Me Too’ también han tenido impacto en algunas redacciones americanas. ¿Cómo debe afrontarse la diversidad?
—Valoro la diversidad en la redacción porque nos ayuda a descubrir historias. Es una gran ventaja tener un personal diverso. Pero hay límites. No podemos convertirnos en activistas o abogados de un movimiento que debemos cubrir. No podemos mantener nuestra independencia si participamos en los eventos que cubrimos. Creo que hay límites.
—Su libro es muy diferente a la película ‘Spotlight’. Refleja muy bien la dureza, el sacrificio de este oficio.
—’Spotlight’ contaba un momento de éxito para el periodismo, cuando el ‘Boston Globe’ destapó el escándalo de los abusos sexuales en la Iglesia. El libro también incluye logros, momentos de celebración, pero obviamente hay momentos muy difíciles en la gestión de una redacción.
—¿Echa de menos el periodismo?
—He escrito este libro sobre mi experiencia y es una forma de periodismo. Si se refiere a si echo de menos mi trabajo como director, lo cierto es que no extraño la obligación de trabajar todo el tiempo. Porque ahora se trabaja 24 horas, casi cada minuto. Trabajaba a todas horas, me faltaba el sueño y sufría una enfermedad que afortunadamente ha mejorado. Tenía 66 años de edad, había trabajado 45 años como periodista y, en concreto, los últimos 20 estuve como director en tres periódicos diferentes. Estaba cansado, desgastado. Había pensado mucho sobre mi futuro, sobre mi vida. Concluí que había llegado el tiempo para hacer otra cosa.