Chiapas, México.- En Chiapas, el ejercicio periodístico continúa siendo una labor de alto riesgo. En menos de un año, dos comunicadores fueron asesinados en circunstancias que reflejan la violencia y la impunidad que persisten en la entidad.
El 28 de junio de 2024, Víctor Alfonso Culebro Morales, periodista e hijo de un exfuncionario local, fue hallado sin vida en una cuneta de la carretera que conduce al municipio de Jiquipilas. Su cuerpo presentaba signos de tortura y heridas de arma de fuego, según los informes oficiales. Su muerte sacudió a colegas y familiares, quienes exigieron justicia, sin que hasta ahora haya avances en la investigación.
Meses después, el 27 de diciembre del mismo año, Luis Alberto Amaya López, maestro de profesión y creador de la página informativa Revolución al Momento, fue asesinado a balazos dentro de su domicilio, en la colonia Revolución Mexicana del municipio de Villa Corzo. En su portal compartía desde noticias locales hasta denuncias sobre la creciente inseguridad en la región.
Amaya solía trasladarse a diario a La Concordia, considerada una de las zonas más peligrosas de Chiapas por la disputa entre grupos del crimen organizado. Su homicidio ocurrió a tan solo cuatro días de concluir el sexenio 2018–2024, uno de los periodos más violentos para el estado.
A la fecha, ninguno de los dos casos ha sido esclarecido. Las carpetas de investigación permanecen abiertas, sin detenidos ni líneas claras que expliquen los motivos detrás de los asesinatos.
Más de 80 denuncias por amenazas a periodistas en cinco años
Las muertes de Víctor Culebro y Luis Amaya no son casos aislados. En Chiapas, la violencia contra periodistas ha quedado registrada oficialmente en decenas de carpetas de investigación y quejas presentadas ante organismos de derechos humanos, sin que la mayoría llegue a una resolución.
De acuerdo con dos solicitudes de información realizadas por el corresponsal de La Silla Rota a la Fiscalía General del Estado de Chiapas (folios 070136725000295 y 070136725000296), entre 2020 y septiembre de 2025 se han abierto 85 carpetas de investigación por amenazas en agravio de periodistas y reporteros en la entidad.
Las cifras muestran una tendencia preocupante. En 2020 se registraron 13 casos, en 2021 subió a 15, y en 2022 alcanzó su punto más alto con 37 denuncias, coincidiendo con una etapa de fuerte violencia vinculada al crimen organizado. En 2023 se reportaron 13, durante 2024 sólo 5, y de enero a septiembre de 2025 suman 2 investigaciones.
Además, la Fiscalía informó que en el mismo periodo, se han documentado 11 casos de homicidios y lesiones dolosas cometidos contra comunicadores: 2 por asesinato y 9 por agresiones físicas graves.
La violencia también se refleja en los registros de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH). En respuesta a la solicitud de información 0701364225000079, el organismo reportó 47 quejas de periodistas amenazados entre enero de 2020 y septiembre de 2025. De esas, 21 corresponden al presente año, la mayoría presentadas contra funcionarios de la Fiscalía General del Estado o de ayuntamientos municipales como Tonalá y Huehuetán.
El panorama se inscribe en una crisis nacional. Según la organización Artículo 19, desde el año 2000 han sido asesinados más de 170 trabajadores de medios de comunicación en México. Durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador se registraron 47 homicidios, y en lo que va del gobierno de Claudia Sheinbaum, ya suman siete.
En Chiapas, aún permanecen sin esclarecerse asesinatos como los de Fredy López Arévalo, ocurrido el 28 de octubre de 2021 en San Cristóbal de Las Casas, y Mario Leonel Gómez Sánchez, asesinado el 21 de septiembre de 2018 en Yajalón.
Las cifras confirman que ejercer el periodismo en Chiapas sigue siendo una tarea marcada por el riesgo, la intimidación y la falta de justicia. Mientras las investigaciones permanecen estancadas y los casos se acumulan en los archivos institucionales, la impunidad se consolida como el principal mensaje para quienes informan. En un contexto donde callar parece más seguro que denunciar, las y los periodistas chiapanecos continúan enfrentando la violencia con una sola herramienta: la palabra.
LA SILLA ROTA
