Desde hace un tiempo que vengo cargando con la impresión de que estos textos, casi siempre, solamente los estamos leyendo entre nosotros
Desde hace un tiempo que vengo cargando con la impresión de que estos textos, casi siempre, solamente los estamos leyendo entre nosotros, no sé si pasa que las columnas de opinión comienzan a ser ya una especie de género de nicho, exclusivo para el círculo rojo, para los entendidos, para los indignados, no sé si es que el periodismo, muchas veces, se olvida de sus audiencias, de sus lectores.
Algunos colegas, en las charlas de café, me dicen que siempre ha sido así, que a la mayoría le parece un tanto repulsivo y repetitivo el análisis de los hechos que van marcando la historia contemporánea del país, que no es nada nuevo, que así fue y así seguirá siendo.
Me topé, hace unos días, con el estudio de Nic Newman, publicado por la Universidad de Oxford y el Instituto Reuters, francamente, algunos datos me han dejado pasmado, si tiene oportunidad, échele un ojo: https://reutersinstitute.politics.ox.ac.uk/digital-news-report/2022/dnr-executive-summary.
El público global ya no solo no cree en las noticias ni en los medios tradicionales, sino que, además, elude conscientemente la información noticiosa ya sea porque la considera repetitiva, porque siente que le afecta emocionalmente, porque le genera estrés, porque le provoca enojos o, inclusive, porque no sabe qué hacer con la información que obtiene.
No abundaré en los datos que revelan cómo han caído brutalmente las consultas a los medios tradicionales como televisión, radio o prensa escrita, frente a al poder de las redes sociales, cosa que pone en jaque el futuro del periodismo en sí mismo e incluso hasta el sustento democrático de las sociedades occidentales, más bien, quisiera compartir con usted la reflexión frente a un panorama desolador que requiere aceptar realidades y ocuparnos en la búsqueda de soluciones.
Creo que los comunicadores y periodistas hemos fallado a nuestras audiencias, creo que en nuestra infinita arrogancia hemos decidido seguir hablándole a un público cada vez más estrecho y más cerrado, creo que nos cuesta aceptar los nuevos lenguajes y preferimos cerrar los ojos frente al elefante que cada día ocupa más espacio en nuestras mesas de redacción.
Es impresionante la cantidad de tinta y espacios digitales que se gastan en los temas que atañen al círculo rojo y que están muy alejados de la realidad de la mayor parte de los ciudadanos, ¿qué le importa la grilla politiquera a millones de ciudadanos que están urgidos de soluciones reales?, ¿qué interés puede tener la corcholata frente a una sociedad que mira su futuro cancelado?
Entiendo que no es el papel de los medios el erigirse como los mesías de las sociedades, entiendo que no nos toca proponer soluciones, sino presionar para que éstas emanen de los actores a los que les corresponde.
Pero, la desconfianza y el fracaso, no son gratuitos… ¿A quién nos debemos, a la clase política o a los ciudadanos?
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