Por Carlos Aletto
Cada 7 de junio en la Argentina, en homenaje a la aparición de la Gazeta de Buenos Ayres, el primer periódico patrio fundado por Mariano Moreno en 1810, se celebra el Día del Periodista, un oficio que dialoga con la producción ficcional de la literatura, como queda demostrado por los vínculos en las obras de grandes escritores-periodistas argentinos como Domingo Faustino Sarmiento, Roberto Arlt, Rodolfo Walsh y Osvaldo Soriano que se prolonga estos días en voces como las de Horacio Convertini, Mariana Enriquez y Cristian Alarcón.
La literatura y la prensa utilizan herramientas similares para desarrollar su oficio. La escritura es un puente que une a ambas disciplinas. La precariedad económica del oficio del escritor, un tema que cada vez tiene más visibilidad, hace que una misma persona trabaje en los medios escritos y en su propia obra literaria.
En la Argentina grandes nombres vinculados a la literatura fueron periodistas o trabajaron en medios escritos. En el siglo XIX, Domingo Faustino Sarmiento funda, en 1839, el periódico El Zonda, un órgano para hacer propaganda política en contra del gobierno. Por este motivo es apresado y
obligado a exiliarse. En Chile escribió para los periódicos El Mercurio, El Heraldo Nacional y El Nacional, y fundó El Progreso.
El periodismo del siglo XIX en la Argentina tiene una fuerte vinculación con la propaganda política. En “Dos a quererse. Periodismo y literatura en el siglo XX”, un trabajo realizado por la investigadora Sylvia Saítta, quedan expuestos los motivos que llevan a la literatura a incorporar como una de sus estrategias narrativas los procedimientos y los géneros periodísticos en la ficción y la poesía. La académica cita a Julio Ramos para precisar cuándo la literatura empieza a determinar un espacio de enunciación específico y a marcar sus límites con respecto al discurso periodístico y a la práctica política, “un proceso de autonomización literaria” que el fundador de Ambito Financiero percibe en la crónica modernista, ámbito de encuentro y tensión entre la literatura y el periódico, y uno de los modos de incorporación de los escritores al mercado en tanto cronistas, escritores y corresponsales.
El novelista Roberto Arlt durante su trabajo como periodista, describió la vida cotidiana en la capital. Una selección de esos artículos puede encontrarse en “Aguafuertes porteñas” (1928-1933), “Aguafuertes españolas” (escritas durante su viaje a España y Marruecos entre 1935 y 1936), y en “Nuevas aguafuertes”.
El caso de Arlt es un claro ejemplo de los escritores que ingresan a los medios masivos cumpliendo funciones dentro de los periódicos, como por ejemplo dirigir un suplemento cultural o colaborar en la sección literaria publicando ficciones o novelas por entregas en diarios. Saítta señala que son tantos los ejemplos “que habría que señalar a los pocos escritores que no participaron de una u otra manera en la prensa antes que indicar a los que sí lo hicieron”. Borges mismo siempre estuvo vinculado a la práctica efectiva del periodismo. El autor de “El Aleph” desde muy joven publicó poemas, ensayos, reseñas y relatos en diarios masivos, revistas culturales y publicaciones periódicas. En 1926, fue parte del equipo de redacción del suplemento cultural del diario La Prensa, su primer trabajo remunerado y vinculado a la literatura; en 1933 y 1934 dirigió, con Ulyses Petit de Murat, la Revista Multicolor, el suplemento cultural del diario Crítica. Y entre 1936 y 1939 dirigió la sección Libros y autores extranjeros de la revista El Hogar.
Otra forma en la que ingresan los escritores a la prensa en función exclusiva de periodista, es cubriendo el área informativa de los diarios, de forma anónima y sin firma. En el prólogo a la novela “Los lanzallamas”, Arlt escribe que la obra fue escrita en “redacciones estrepitosas” en un tiempo “robado” a su trabajo como periodista. “No dispongo, dice Arlt, de rentas, tiempo o sedantes empleos nacionales”. Para el autor de “Los siete locos” la escritura de ficción es “un lujo” porque se trata de una escritura por la que nadie paga.
Saítta marca perfectamente esos dos momentos: la “crónica periodística”, que es la escritura con la que el escritor se gana la vida y está siempre apremiada por los tiempos del periodismo, y la escritura de la ficción, que “es la escritura del lujo porque no produce dinero y por la que nadie paga”.
Uno de los casos más conocidos de desdoblamiento exitoso entre el narrador y el periodista fue el Osvaldo Soriano. El escritor nacido en Mar del Plata y fallecido a los 54 años fue reconocido tanto por su labor periodística como literaria. Autor de novelas inolvidables como “Triste, solitario y final” de 1973, y “No habrá más penas ni olvido” de 1974 y “Cuarteles de invierno” de 1980. Son algunas de las novelas “robadas” al tiempo de su trabajo en medios.
Soriano comenzó su carrera en los medios en el diario El Eco de Tandil, donde escribía en la sección de deportes y redactaba columnas sobre algunos personajes famosos de la época. En Buenos Aires en 1969 se incorporó a la redacción de la revista Primera Plana, a partir de lo cual comenzaría su constante relación con el periodismo. Cuando la publicación fue censurada, pasó luego por Semana Gráfica, Panorama y La Opinión. En 1987, formó parte de la redacción original del diario Página/12, donde se desempeñó como periodista hasta su muerte. Durante el exilio también ejerció el oficio periodístico. En 1979, junto a Julio Cortázar y Carlos Gabetta, fundó la publicación mensual Sin censura, desde la cual analizaba la situación de los países latinoamericanos, que en esa época se encontraban bajo regímenes dictatoriales.
En la actualidad, dos voces reconocidas por sus aportes a la escritura en la hibridez de los géneros son Cristian Alarcón y Mariana Enriquez. Al autor de “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia” y “Si me querés, quereme transa” le gusta cruzar la literatura con la etnografía urbana. Después de fundar medios como la revista Anfibia y el sitio Cosecha Roja, decidió dejar por un rato el non fiction para debutar en la ficción a secas: su novela “El tercer paraíso” obtuvo recientemente el Premio Alfaguara de Novela.
Por su parte con un corpus que incluye novelas, antologías periodísticas, cuentos y hasta la biografía de Silvina Ocampo ublicada con el título de “La hermana menor” (2014) Enriquez ejerce el periodismo en distintas publicaciones como el suplemento Radar del diario Página 12, en donde se desempeña como subeditora. En los últimos años, el nombre de la escritora comenzó a sonar fuerte en las apuestas de los premios literarios. Sorprendió en 2019 con la obtención del Premio Herralde por su novela “Nuestra parte de noche” y fue finalista al International Booker Prize con “Los peligros de fumar en la cama”.
También ejercitan el tránsito entre periodismo y literatura narradores como Horacio Convertini, quien fue el jefe de la sección Policiales del diario Clarín, autor de obras como “New Pompey” o “Lo oscuro que hay en mí”, su última novela, que recuerda a las actividades de Arlt y Soriano. Junto a él se destacan Fernando del Río, novelista y jefe de la sección Policiales del diario La Capital de Mar del Plata y el escritor Juan Carrá, autor de “Lloran mientras mueren”, “Lima, un sábado más” y “Criminis causa”, quien como periodista trabajó en Infojus Noticias y en Policiales de los diarios El Atlántico y La Capital de Mar del Plata.
Las redacciones de todos los medios gráficos del país tienen vínculo permanente con escritores que trabajan en su medio o que colaboran. El puente
entre literatura y periodismo es muy corto, muchas veces los límites son difusos. El periodismo es un oficio que alimenta a la literatura, no sólo en lo
económico sino también con herramientas de su especificidad. El caso de Rodolfo Walsh es el más ejemplar.
Saítta, en su trabajo sobre este vínculo entre literatura y periodismo parte de la hipótesis de que en los momentos en que la literatura argentina del siglo XX se politiza, una de sus estrategias es “incorporar procedimientos y géneros periodísticos en la ficción, y que ésta es una de las maneras en que se pueden pensar, desde la literatura y no desde el periodismo, los vínculos entre literatura y prensa”, sintetiza la idea. Queda claro que la literatura se nutre hasta confundirse con todas las formas, incluso la periodística. En cambio, el “periodismo serio” nunca reconocerá cómo se nutre de los procesos típicos de la ficción.
Uno de los grandes logros silenciosos -casi clandestino- del periodismo es haber generado el clima para que el escritor pueda producir su obra
ficcional. Grandes novelas argentinas le deben su existencia al periodismo.