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Día Internacional de los Derechos Humanos

La libertad de prensa como última línea de defensa
Asociación Mundial de Periodistas

Cada 10 de diciembre, el mundo recuerda la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un pacto moral y jurídico que estableció, hace 76 años, que la dignidad es inherente a todas las personas y que los derechos fundamentales no pueden ser privilegio de unos pocos. La fecha invita a celebrar los avances logrados, pero, sobre todo, obliga a revisar con mirada crítica los retrocesos, las omisiones y las vulneraciones que persisten en todo el planeta.

Hoy, desde la Asociación Mundial de Periodistas, reafirmamos que ninguna sociedad puede proteger los derechos humanos sin garantizar uno que los atraviesa a todos: la libertad de expresión y la libertad de prensa. Cuando estas libertades se debilitan, todos los demás derechos se vuelven vulnerables.

La discriminación, un mal que persiste

La declaración de ACNUR para esta jornada —de profunda vigencia— subraya un principio que está en el corazón de la Declaración Universal: “toda persona” y “nadie” son expresiones que evidencian la universalidad de los derechos. Sin embargo, en la práctica, millones de personas continúan siendo excluidas: mujeres que siguen recibiendo una fracción mínima del ingreso mundial; minorías étnicas y pueblos indígenas marginados de decisiones que afectan su futuro; migrantes y refugiados que, aun tras escapar de la violencia, se enfrentan a nuevas barreras para acceder a justicia, salud y educación.

La discriminación se reinventa y se normaliza. Y allí donde un derecho se convierte en privilegio, el periodismo tiene la obligación de documentarlo, investigarlo y denunciarlo.

La libertad de prensa bajo presión

En demasiados países, ejercer el periodismo se ha convertido en un acto de riesgo. Gobiernos autoritarios, grupos criminales, actores armados y poderes económicos hostiles buscan silenciar a quienes investigan o cuestionan. Se criminaliza la crítica, se cierran medios, se persiguen reporteros, se censura la información pública y se manipula la opinión a través de campañas de desinformación.

Cuando un periodista es intimidado, una sociedad entera pierde la capacidad de saber.
Cuando un medio es censurado, un derecho humano —el derecho a la información— se mutila.

Por eso insistimos: la libertad de prensa no es un interés corporativo ni un beneficio gremial. Es un componente vital del sistema internacional de derechos humanos. Sin ella, es imposible vigilar a los poderosos, exponer abusos o defender a quienes no tienen voz en el escenario público.

Una tarea ética y colectiva

El Día Internacional de los Derechos Humanos no es un ejercicio ceremonial. Es un compromiso renovado. Y en ese compromiso, el periodismo tiene tres responsabilidades fundamentales:

  1. Exponer la injusticia: documentar las violaciones de derechos humanos, desde la discriminación cotidiana hasta los abusos cometidos por autoridades y actores armados.

  2. Ampliar las voces: permitir que personas desplazadas, refugiadas, mujeres, jóvenes, minorías, comunidades rurales y grupos históricamente excluidos puedan contar sus propias historias.

  3. Defender la verdad: resistir a la censura, a la intimidación, a la manipulación informativa y a la presión política o económica.

La defensa de los derechos humanos empieza por la defensa del derecho a informar.

Una invitación global: vivir la dignidad todos los días

ACNUR lo recordaba con claridad en su declaración: la protección de la dignidad humana requiere acciones “concretas y sostenidas”. Esto implica políticas públicas incluyentes, leyes que erradiquen la discriminación, Estados que rindan cuentas, instituciones fuertes, educación en derechos humanos y una ciudadanía activa.

Pero nada de esto es posible sin información libre.

Hoy, en el Día Internacional de los Derechos Humanos, hacemos un llamado a los gobiernos, a las organizaciones internacionales, a la sociedad civil y a la ciudadanía: proteger a quienes informan es proteger a la democracia y a la dignidad humana.

El periodismo no pide privilegios. Pide garantías. Pide respeto. Pide libertad.
Porque mientras haya un periodista capaz de contar la verdad, habrá esperanza para los derechos humanos.

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