TEL AVIV, Israel.- La de Meron Rapoport es una voz minoritaria hoy en Israel. Periodista israelí de 67 años, con más de 30 años de oficio y premiado en el exterior por diversas investigaciones, Rapaport trabajó en diarios importantes como Haaretz y Yedioth Ahronoth y, desde hace diez años, es editor de Local Call, versión en hebreo de +972magazine, diario digital en inglés en el que escribe. Se trata de dos medios que no sólo se caracterizan por tener pequeñas redacciones donde trabajan juntos periodistas judíos, árabes-israelíes y palestinos de Gaza y Cisjordania –”algo único en medio de una guerra”-, sino que, desde el 7 de octubre del año pasado, se distinguieron por dar a conocer la otra parte de la historia y por investigaciones que hicieron mucho ruido y tuvieron repercusión internacional.
En abril pasado, por ejemplo, revelaron que las fuerzas armadas israelíes desarrollaron un programa apoyado en inteligencia artificial (IA) para seleccionar a las víctimas de sus bombardeos, un proceso que tradicionalmente exige supervisión humana hasta verificar que un objetivo merece serlo. Bautizado como Lavender (lavanda), este sistema marcó durante las primeras semanas de guerra a 37.000 palestinos, y se usó en al menos 15.000 muertes desde el 7 de octubre hasta el 24 de noviembre en la invasión de la Franja de Gaza, según reveló la investigación, publicada también en The Guardian.
La herramienta generó controversia por la frialdad con la que los mandos militares responsables de autorizar, o no, a las sugerencias del sistema Lavender, gestionan la muerte de personas como meras estadísticas. Es considerado aceptable, por ejemplo, que por cada alto cargo de Hamas o Jihad Islámica muera un centenar de civiles en el bombardeo, que suele afectar a varios edificios.
Otra investigación de +972magazine y Local Call, en la que también participó The Guardian, reveló cómo, por casi una década, el Mossad (la agencia de inteligencia de Israel), el Shin Bet (el servicio de seguridad nacional) y el ejército israelí, espiaron ilegalmente a miembros de la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya -de la que Israel nunca quiso formar parte, pero que sí integra el inexistente Estado palestino-, para impedir el procesamiento por crímenes de guerra.
En su oficina de la pequeña redacción de Local Call de Tel Aviv, Rapoport destacó en una entrevista con LA NACION que esas investigaciones fueron posibles porque desde hace años los periodistas de la redacción habían establecido contactos con la inteligencia militar que supieron aprovechar. “Además tuvimos suerte”, comentó, al destacar que lo que más distingue a Local Call y a +972magazine es que siempre dieron el contexto de los hechos, algo fundamental en el periodismo.
“Siempre tuvimos una posición muy clara en el sentido de que esta guerra no surgió de la nada, sino que es fruto de la ocupación israelí, de un asedio de 17 años en Gaza y de un apartheid en Cisjordania”, sostiene. “Y cuidado: nadie justifica la masacre cometida por Hamas el 7 de octubre, la matanza de niños, mujeres, jóvenes en el festival Nova y todo lo que pasó con los civiles sorprendidos en sus casas de los kibutz del sur. Nada se justifica, pero es importante dar el contexto, algo que no se ha visto en la prensa israelí”, advierte Rapoport.
“Aunque debería ser lo más normal, lo más difícil es dar este contexto, pero desde el 7/10, que significó un trauma sin duda en Israel, en la televisión y en la prensa israelí hay una máquina que sólo repite, cada día, a cada hora, cómo fue ese espanto, los actos de heroísmo que hubo, las monstruosidades… Entiendo que es terrible ver a hombres entrar salvajemente de repente en tu casa, no espero que los medios israelíes sean objetivos, pero no existe que no den ningún contexto, y tampoco que se pregunten de dónde surgió, por qué no tenemos paz y por qué no tenemos seguridad”, añade.
En este marco, si bien critica a la cadena de Qatar Al Jazeera por “estar obviamente del lado de Hamas y por tomar siempre como cierta la palabra de Hamas, lo cual no es un buen periodismo”, destaca que, sin embargo, siempre le da espacio a lo que dicen los israelíes. Pasan en directo, por ejemplo, las conferencias de prensa del premier Benjamin Netanyahu o del vocero militar, Daniel Hagari, “a quienes no los censuran cuando hablan de los ‘terroristas’ de Hamas”.
“No digo que hacen un buen trabajo, pero al menos le dan espacio a una visión israelí. Mientras que acá, en Israel, no dan la versión que hay del otro lado, ves sólo la versión israelí”, señala. “Es más, la prensa, que no hizo su deber, ayudó a matar a los rehenes”, acusó. Para él, en efecto, desde el 7 de octubre del año pasado los medios israelíes respaldaron la narrativa del gobierno de ultraderecha de Netanyahu de que sólo la fuerza militar iba a poder permitir la liberación de los rehenes. “Desde el primer día todos repitieron eso y sólo cambió algo cuando Hamas ejecutó a seis rehenes hace unos meses”, critica.
Para él lo peor fue que los medios israelíes tampoco le hicieron saber al público que Hamas ofreció desde el primer día un pacto para liberar a los civiles tomados como rehenes. “Bloquearon esta información, le impidieron al público tener esta información y para mí eso es un crimen, no es periodismo”, denuncia.
Además de periodista, Rapoport es un activista de izquierda que fundó el grupo “A land for all” (Una tierra para todos), que auspicia una confederación entre palestinos e israelíes y está en contra de la separación de los dos pueblos a través dos Estados. “No se puede separar esta tierra, la separación en base a la idea de Oslo no es posible ni deseable. Gaza era el lugar de la separación extrema: además de un muro, vallados, había un asedio, Israel controlaba todo, nuestros redactores, ni nadie, podía salir… Este es el contexto de por qué nuestra vida estaba amenazada”, afirma.
“Yo no soy un patriota del pueblo palestino, soy israelí y combato con mis ideas por nosotros, no por ellos. Y lo hago porque quiero una vida segura para nosotros, que debemos entender el contexto de la situación que estamos viviendo: aunque son los palestinos quienes pagan un precio altísimo, también nosotros pagamos un precio alto porque nunca viviremos seguros si sólo usamos la fuerza”, explica.
El fin de la guerra
¿Cómo cree que va a evolucionar esta guerra que ya lleva un año y que se ha ampliado peligrosamente a otros varios frentes? “Este año ya me equivoqué porque pensé que la guerra iba a terminar antes”, contesta, moviendo la cabeza. “Pero ahora es claro que Israel está como borracho y que decidió ir a por una guerra continua contra todos… Israel cree que ya le ganó a Hamas en Gaza -aunque en el primer aniversario del 7/10, el lunes, nos dispararon cohetes-, ahora va por Hezbollah en el norte y luego por Irán… Israel está obsesionado en que puede resolver todo con la fuerza, pero creo que pronto encontrará límites”, opina.
Estos límites para él tienen que ver con que Israel depende de Estados Unidos desde el punto de vista militar y sobre todo político, “y habrá que ver qué pasa en las elecciones del 5 de noviembre”. Además, con el hecho de que Israel “no es la Unión Soviética”, su ejército tiene apenas 300.000 soldados reservistas y “no podemos hacerle la guerra a todo Medio Oriente”.
“¿Hasta cuándo la sociedad israelí, que está dividida y deprimida, tolerará que sigan muriendo soldados en el frente? Hasta ahora hay 800 soldados muertos… No es poco”, dice.
Por otro lado, está la situación económica que, debido a la guerra, está cada vez peor. “Se trata de una combinación de factores por los que creo que, aunque Netanyahu sigue políticamente fuerte y no hay oposición, finalmente, encontrará un muro, un límite, al uso de la fuerza”, concluye. “Pero -cierra- es imposible saber cuándo todos estos factores podrán frenar esta locura”.
LA NACION