Agencia FP
Ciudad de Guatemala.- En una celda gris de cinco por cuatro metros, que se oscurece completamente cuando se cierra la pesada puerta de metal azul, con apenas una rendija de 20 centímetros por la que entraba algo de luz, lleva recluido el periodista guatemalteco José Rubén Zamora casi dos años, por una acusación de lavado de activos durante el gobierno del expresidente Alejandro Giammattei.
“He sufrido tortura, vejámenes durante mi prisión», cuenta Zamora aún desde su celda en una entrevista exclusiva para The Associated Press.
No sufrió daños físicos, pero sí denuncia tortura psicológica que se acrecentaba cuando se acercaba alguna audiencia.
Sigue en prisión porque tiene abierta otra causa con dos acusaciones distintas, que el periodista y organismos internacionales defensores de libertad de prensa atribuyen a una persecución de la fiscalía de Guatemala en su contra por haberse especializado en publicar temas de investigación en corrupción y abuso judicial.
Pero desde la semana pasada, ha recobrado algo de esperanza, a raíz de la decisión de un juez de sustituir esa condena a seis años de cárcel por lavado por arresto domiciliario. Aunque deba seguir encerrado bajo custodia del Estado.
Su primer día en prisión lo pasó sin nada, según cuenta. Todo lo que tenía era una toalla que le había entregado su mujer y que usó para cubrir el colchón sobre el que debió dormir, pese al asco que le daba por sus malas condiciones. Acurrucado, no pudo taparse con ninguna cobija y pasó frío, rememora.
A ese día de julio de 2022 le siguieron casi dos semanas sin hablar con ningún preso, apenas con sus defensores. Más de 10 abogados pasaron por su defensa, dos fueron criminalizados y obligados a declararse culpables de delitos relacionados a obstruir la investigación contra el periodista, a cambio de estar en libertad.
Zamora, de 67 años, pasaba 23 horas dentro de su celda a oscuras y una hora de sol.
“Hubo un día en el que el encargado de la prisión venía a sacarme de la celda cada vez que me estaba bañando o entraba al baño, quería requisarme desnudo” recuerda el periodista, entonces se ideó pedirle a su familia que le llevaran un petate de hojas de palma que hasta hora mantiene enrollado frente al pequeño baño, esto ocurrió durante el anterior mandato de Giammattei.
Hoy, con el nuevo gobierno de Bernardo Arévalo, las cosas han mejorado, asegura.
Cada día, explica, se despierta en la pequeña celda dotada con baño y ducha, un café, lectura… Así pasa sus días. La fiscalía, que apeló la decisión judicial de enviarlo a arresto domiciliario en el caso por lavado de activos, insiste en mantenerlo preso por obstrucción a la justicia y falsedad de documentos.
“Escucha cómo suena al cerrar, se oye terrible, ¿imagínate eso unas seis veces en una noche?”, dice sobre la pesada puerta de metal que cierra con dificultad por su complexión delgada y que deja en oscuridad la celda. Zamora asegura que varias madrugadas se despertó sobresaltado con el ruido de la puerta al abrirse sin mayor motivo que el de interrumpirle el sueño.
Ahora que las cosas han mejorado, dice que ya se acostumbró a estar solo, incluso a la obscuridad de la bartolina y poco a poco trata de acostumbrarse a que ahora por lo menos puede abrir la puerta y estar en el pequeño corredor cercado frente a su celda. Entre las mejoras, dice que ya puede oír música y tiene agua caliente para bañarse.
Recuerda un día específico, la víspera a una importante audiencia para su caso, en la que la prisión decidió hacer trabajos para instalar rejas cerca de su celda en horario de seis de la tarde a cinco de la madrugada. Apenas pudo dormir.
Los detalles de la acusación de la fiscalía brotan concienzudamente durante la conversación. El dinero por el que fue condenado por lavado de activos provenía, según dice, de la donación de una pintura de un reconocido pintor amigo suyo, que vendió para pagar deudas de El Periódico, el matutino del que era presidente y fundador y que cerró sus puertas hace un año. En sus páginas, publicó decenas de investigaciones sobre presuntas irregularidades cometidas por jueces, fiscales, militares y presidentes.
Zamora cree que la criminalización en su contra tiene nombre y apellido: el expresidente Alejandro Giammattei. De él escribió en varias ocasiones vinculándolo a actos de corrupción, hechos que éste ha negado. La fiscalía nunca investigó al expresidente.
Eso, cree, le llevó a convertirse en objeto de persecución de la fiscal general, Consuelo Porras, quien está sancionada por Estados Unidos por socavar la democracia y la lucha anticorrupción y que fue nombrada en el cargo por Giammattei.
Sobre el dinero por el que se le acusa de lavado Zamora dice que le pidió a otro amigo, Ronald Navarijo, que lo bancarizara; eran unos 38.000 dólares. Pero éste, en lugar de depositar el dinero, lo denunció. Navarijo está siendo procesado por la fiscalía por un caso de corrupción de un banco con capital mixto y se presume que buscaba beneficios judiciales al denunciar a Zamora.
“La jueza me dijo en el juicio: el Ministerio Público no probó que fuera dinero ilícito y usted no probó que fuera dinero lícito, entonces el tribunal infiere que el dinero proviene de un ilícito”, relata Zamora. “Y me condena”, recalca el periodista.
El periodista reclamó y reclama que no pudo defenderse de las acusaciones, pues el juez de la causa no permitió que presentara todas las pruebas a su favor, incluidos los testimonios de quienes le donaron y compraron la pintura. Entonces enfrentó juicio y fue condenado a seis años de prisión.
La condena fue revertida por una Corte en octubre de 2023 que decidió que su juicio debía repetirse por fallas en el proceso. La fiscalía pretendía que, sin estar condenado, se mantuviera en prisión pero el tribunal que ordenó su libertad dijo que él tenía derecho a esperar su juicio con arresto domiciliario.
“Una semana antes de que me detuvieran me enteré que venían por mí, pero por mi cabeza no pasó nunca irme; yo debía enfrentar la justicia, porque tengo cómo defenderme, porque soy inocente”, dice. Recuerda cuando en una ocasión agentes del Estado le requisaron su celda con perros amaestrados en busca de drogas. “Incluso me intentaron colocar drogas, pero no pudieron”, asegura.
Para poder gozar de su libertad Zamora, deberá solicitar otra audiencia. Tiene esperanza. “Ese caso igual está montado, no hay nada que lo sustente, igual se les va a caer”, dice. Sin embargo, debido a que varios recursos legales interrumpen la continuidad del proceso, aún no hay fecha para solicitar que la detención que lo mantiene preso pueda revisarse.
La Voz