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«La educación ambiental cambia la mente de los chicos»

Con reciclaje y proyectos de los alumnos, las escuelas latinoamericanas ponen en marcha el compromiso de transmitir la importancia de la sostenibilidad hacia un futuro que integre el medioambiente a la vida cotidiana.
a participación de los niños y jóvenes en proyectos estudiantiles para entender y mejorar la relación con el medioambiente está presente en toda América Latina.Imagen: Raul Arboleda/AFP/Getty Images

Cristina Papaleo

«La educación ambiental ha estado creciendo en América Latina en las últimas décadas”, dice a DW Verónica Cáceres, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina.

«En una de las regiones más desiguales del planeta, si bien la educación ambiental ingresó en los años 90, desde el desarrollo de distintos congresos iberoamericanos y conferencias, hasta la participación de la UNESCO con la propuesta de Educación para el Desarrollo Sustentable, se ha ido incorporando la cuestión ambiental en los currículos”, explica la docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento.

Pero la educación ambiental no se reduce al ámbito educativo formal, en las aulas, indica, sino que se extiende al informal, donde «son claves las organizaciones no gubernamentales con presencia en los territorios, con experiencias situadas de reducción de los desechos que se generan, de reuso y reciclaje con la separación de residuos».

«La educación ambiental es muy importante porque cambia la mente de los chicos. Ellos se apropian de los proyectos y ese cambio de pensamiento dura toda la vida”, dice a DW Jorgelina Gavotti, profesora de Química y Física y licenciada en Ciencias del Ambiente, desde Argentina. La docente trabaja desde 2014 en proyectos interdisciplinarios en los últimos años de la escuela secundaria, en la misma escuela técnica donde estudió, la Escuela IPET 76 Gutavo Riemann, en Villa Rumipal, una ciudad cercana al enorme Embalse de Calamuchita en la provincia de Córdoba.

Egresada de la Universidad Nacional de Río Cuarto, Gavotti fue elegida en 2021 entre más de 1.000 científicas como una de las «25 Mujeres en la Ciencia de Latinoamérica” (Premio 3M Ciencia Aplicada a la Vida) por su labor en un proyecto educativo innovador, ECOFLOC, un purificador de agua que ofrece «una alternativa sencilla y amigable con el medioambiente para que la comunidad pueda purificar el agua».

Para ello, los alumnos desarrollaron kits de purificación usando el polvo de tuna deshidratado como floculante-coagulante. «Queríamos hacerlo con la tuna (o nopal) porque es una planta nativa de toda América Latina. Con polvo, agua destilada y papel de filtro se logra agua libre de sedimentos luego de la floculación”, explica. Podría ser una solución para millones de hogares en el país que no cuentan con agua potable.

Exploración e investigación de la naturaleza en el río BioBio, Chile.Imagen: Judith Mintrop/DW

Desafíos sociales y culturales

La primera declaración sobre educación ambiental se firmó en la Carta de Belgrado de la ONU, en 1975. En la Cumbre de Río (1992), la Agenda 21 pidió a los Estados incluir la educación ambiental (EA) en todos los niveles educativos.  El Principio 10 de la Declaración de Río lo cimenta, y el Acuerdo de Escazú, en 2018, tratado vinculante, culmina con la implementación obligatoria en las aulas.

Actualmente, la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) sobre educación de calidad «busca garantizar una educación inclusiva y de calidad a lo largo de toda la vida», dice a DW desde Uruguay Zelmira May, especialista regional de Educación de la UNESCO.

«La educación ambiental ha evolucionado en su concepción y hoy hablamos de educación para el desarrollo sostenible. No se trata solo de conservar el ambiente como algo separado, sino de promover un ambiente sano que conviva con el desarrollo humano y económico, y que permita una vida digna. En ese sentido, la educación se vuelve una herramienta esencial para construir sociedades más justas, sostenibles y resilientes», subraya.

Entre las herramientas de la educación ambiental está «la sanción de normativas que promueven un abordaje holístico, la inclusión transversal, la incorporación en los planes de estudio», dice Verónica Cáceres, del CONICET, a DW.Imagen: Cris Faga/ZUMA/picture alliance

Varios países se destacan por su enfoque en EA, entre ellos, Argentina, Brasil, Cuba, México, Perú y Uruguay, y algunos forman parte de la Red de Formación Ambiental de ALC.

Según datos de UNICEF, el 85 por ciento (28 de los 33 países) de la región ha incorporado la educación ambiental, pero no hay informes sistemáticos sobre su implementación. En un 48 por ciento de los países no existe un marco legal o una política pública para ampliar esos temas en la educación superior.

A juicio de Verónica Cáceres, el escenario de la educación ambiental se alimenta del debate en las aulas, de análisis de casos concretos, de experiencias en los territorios, e incluso de expresiones artísticas «que tienden a deconstruir las formas actuales en que la sociedad produce y consume y a proponer acciones concretas que valoran la biodiversidad, la diversidad cultural, promoviendo la equidad y la igualdad». Sin embargo, advierte que «se requiere un incremento en la inversión en educación para que las acciones no queden en esfuerzos aislados de los docentes».

El bosque se recupera con discos hechos con residuos

«La educación ambiental en la actualidad no queda acotada ya a enfoques conservacionistas», sostiene Cáceres. «Propone la participación de la comunidad en problemas como la pérdida de biodiversidad, la deforestación la generación de residuos sólidos, los saberes y conocimientos comunitarios».

Eso se refleja en los temas elegidos por los profesores. «Al principio las temáticas eran generales, como, por ejemplo, la contaminación del aire, del suelo, el reciclado”, indica Gavotti. Pero más tarde empezaron a focalizarse en los problemas que afectaban a la comunidad. En el Valle de Calamuchita se quemaron miles de hectáreas de cerro y llanura, también cerca de la casa de algunos estudiantes.

De allí, una de las propuestas de grupo fue Re-Forest, en 2021, destaca Gavotti. se trata de discos biodegradables para ayudar a recuperar los bosques impactados por incendios forestales y monocultivos de pino. «Los discos se armaban con residuos de cáscara de frutas y verduras deshidratadas y semillas de plantas nativas”, indica.

Una escuela-bosque en Ecuador.Imagen: Jorge Vinueza/DW

Actualmente, los alumnos de Jorgelina Gavotti llevan a cabo el proyecto Biosec, un carbón absorbente que se hace con restos de frutas y verduras mediante pirólisis, y luego se utiliza para hacer ladrillos, adoquines y losetas. «Hemos reciclado colillas de cigarrillos, pilas, y llevamos ya unos 150 proyectos diferentes», dice. Uno también ganó premios: una comida de engorde para pollos totalmente natural, sin aditivos ni conservantes, «una fórmula desarrollada al cien por ciento por los alumnos», resalta.

«Las escuelas que integran la sostenibilidad, fomentan hábitos saludables, espacios armoniosos y proyectos que vinculan el aprendizaje con la acción concreta», sostiene Zelmira May. «Es un enfoque holístico que combina conocimiento, valores y compromiso, y que entiende a la educación como motor de cambio social y ambiental».

«Si antes la huerta escolar era el símbolo de la educación ambiental, hoy vemos propuestas mucho más complejas e integrales», agrega Zelmira May. «Todavía queda mucho por hacer para lograr un ambiente más sano para todos, pero estamos avanzando hacia una visión en la que el desarrollo sostenible se asocia a prosperidad, respeto por los demás y cuidado de las futuras generaciones».

DW