Por Eduardo Betinardi*
Antes que nada, es necesario hacer una consideración muy clara: SIEMPRE HE SIDO ENTUSIASTA DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS Y NO ECHO DE MENOS LA VIDA ANALÓGICA Y DESCONECTADA. Dicho esto, vayamos al grano.
Recientemente, en uno de mis tantos momentos dedicados a las noticias locales y nacionales, me encontré con un artículo curioso, pero que me terminó quitando el sueño. Error de nota al pie: «Este informe fue creado por Inteligencia Artificial a través de Chatgpt». Inicialmente, el artículo, que traía una lista de los “mejores restaurantes de Curitiba”, me despertó extrañeza. Como amante de la buena comida, pensé que la clasificación de sabores estaba completamente defectuosa. Aun así, continué leyendo hasta que llegué al final y pronuncié una palabrota que no se podía imprimir.
Publicado por uno de los principales grupos de comunicación del Estado de Paraná, ese reportaje realizado desde Chatgpt, incluso con la supervisión de un profesional, hizo que mi alma de periodista intentara escapar de mi cuerpo. Era una sensación terrible, una mezcla de ansiedad e incredulidad. Para empezar, la inteligencia artificial que utiliza el portal reunió a algunos de los principales anunciantes de Google que, en sus campañas, se autodenominan los mejores de la ciudad. Una hamburguesería de Curitiba, que durante años se ha descrito a sí misma como “La mejor hamburguesa del mundo”, pero que en realidad está lejos de tener la mejor hamburguesa de la ciudad, encabezó la controvertida lista.
Obviamente, los algoritmos de Chatgpt no son capaces de producir un análisis sobre un tema tan subjetivo, lo que resulta en contenido cuestionable y totalmente descartable. Desde los inicios del periodismo, la humanización y la sensibilidad han sido elementos indispensables en la comunicación de noticias y relatos. Con el avance de la inteligencia artificial y su creciente uso en la producción de contenidos, existe una preocupación legítima de que estas características distintivas, que han acompañado al periodismo profesional durante siglos, puedan perderse. Como siempre me gusta señalar, el periodista no se forma en la universidad, sino en las experiencias adquiridas a lo largo de la vida. Este imprescindible y personalísimo repertorio tendrá sus raíces en sus producciones sobre las más variadas temáticas.
Después de mi susto inicial con esa nota al pie, recurrí a estudios sobre la aplicación de la IA en el periodismo. No podemos negar que los robots y los algoritmos son capaces de recopilar y analizar inmensas cantidades de datos y generar informes automáticos, además, obviamente, de entregar textos confeccionados. Aunque algunos argumentan que esto puede aportar eficiencia y velocidad a la producción de noticias, es fundamental que reflexionemos sobre los riesgos potenciales de una automatización excesiva en el periodismo.
El principal punto a discutir es la pérdida de humanización en el proceso de control y producción. La IA es capaz de entregar cualquier contenido solicitado, pero al mismo tiempo es fácilmente manipulable para crear narrativas incorrectas y peligrosas. Además, no podemos descartar que el periodismo necesite empatía y comprensión para contar historias que resuenen en el público. Investigar, entrevistar y comprender los matices de una situación es clave para aportar contexto y profundidad a las historias. Esto sólo es posible desde mentes humanas, capaces de una profunda comprensión y discernimiento emocional y social.
Como se mencionó en el caso de “los mejores restaurantes de Curitiba”, otra preocupación es la posibilidad de sesgo algorítmico en el periodismo automatizado. Aún con su sofisticación, los algoritmos se desarrollan a partir de datos existentes, lo que lleva a la reproducción de desigualdades sociales y a interpretaciones sesgadas de la información. La diversidad de voces y perspectivas, que me gusta tratar como un “repertorio de vida”, es un pilar fundamental del periodismo, y la sustitución por IA puede conducir a una homogeneización de la narrativa y la pérdida de puntos de vista plurales. Sería la muerte del periodismo como herramienta de transformación social.
Tampoco debemos olvidar que en los últimos años el periodismo profesional ha sido objeto de ataques que buscan destruir su potencial de influencia en la sociedad. En otras palabras, estamos viviendo un momento sin precedentes, en el que los vehículos de comunicación están tratando de recuperar la confianza del público. Es obvio que un reportaje realizado por un ser humano, a diferencia del material propuesto por una IA, genera empatía y establece un mayor vínculo entre el profesional de la prensa, lector o espectador y la historia. La credibilidad del periodismo se basa en la integridad y la confianza, y reemplazar a los periodistas humanos con inteligencia artificial puede socavar esta relación, lo que genera aún más dudas sobre la imparcialidad y la autenticidad de las noticias.
Analizando todo el escenario actual y las tendencias del mercado, que seguirán impactadas por las innovaciones tecnológicas, es fundamental buscar un equilibrio entre el uso de la IA y la preservación de la humanización en el periodismo. La tecnología puede ser, si se usa correctamente, una herramienta valiosa para ayudar a los periodistas con las tareas rutinarias y el análisis de datos, permitiéndoles dedicar más tiempo a la investigación e interpretación de la información, pero nada más. La perspectiva del mundo a través del ojo humano es indispensable para la producción de contenidos con calidad y profundidad.
En pleno 2023, al igual que cuando entré a la universidad en 2004, sigo viendo el periodismo como un pilar fundamental en la sociedad. Es responsabilidad de todos asegurarnos de que evolucione de manera ética y equilibrada, utilizando la tecnología de manera inteligente para complementar, y de ninguna manera pretender reemplazar, las habilidades humanas.
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