Por Flavio Moreira
Los retos del periodismo siempre se han discutido desde la perspectiva de la crisis económica: bajos salarios, despidos masivos, inestabilidad y la dificultad de encontrar un modelo de negocio sostenible.
Pero, de forma silenciosa y cada vez más, la salud mental de los periodistas se ha convertido en uno de los principales riesgos para la supervivencia del periodismo tal como lo conocemos.
Los periodistas se están enfermando y casi nadie habla de ello
La presión por una productividad constante, combinada con entornos laborales tóxicos, jornadas laborales agotadoras y poco reconocimiento, ha llevado a muchos profesionales al agotamiento. La ansiedad, el insomnio, la depresión y el burnout ya forman parte de la rutina de quienes aún trabajan en redacciones.
Lo más preocupante es que todo se ha tratado siempre como “normal” en una cultura de aceleración continua, en la que quien reduce la velocidad es visto como débil o desconectado. Y así continúa.
En un mercado tan precario y con falta de oportunidades, quienes tienen trabajo toleran comprometer su salud porque las facturas siguen llegando.
Los objetivos de audiencia están socavando el propósito de la profesión
Salas de redacción enteras comenzaron a funcionar basándose en objetivos rígidos de visitas a la página. La consecuencia directa de esto es la sustitución de materiales relevantes por contenidos optimizados para los clics. El periodista deja de producir con un propósito y comienza a escribir para complacer al algoritmo.
Este cambio de lógica transforma el contenido en una mercancía y al profesional en un trabajador. La frustración se convierte en la regla y el agotamiento es inevitable.
La imposición de estas métricas y la pérdida de autonomía corroen la identidad profesional del periodista. Aquellos que antes se veían como agentes de información con un papel central e importante en la sociedad, ahora se ven como meros productores de contenidos desechables.
Esta disonancia entre el ideal de la profesión y la realidad del trabajo diario genera un profundo sentimiento de inadecuación y devaluación. La pasión por el periodismo, que antaño era uno de los principales motores de motivación, ahora se convierte en angustia y desesperanza, contribuyendo significativamente al desarrollo de la ansiedad y la depresión.
¿Por qué tantos periodistas abandonan la profesión?
Además del agotamiento emocional, muchos profesionales se enfrentan a una combinación de factores que hacen insostenibles sus carreras. El salario no cubre el coste de la vida en las grandes ciudades, los contratos son precarios, la credibilidad de la profesión está en declive y hay cada vez menos margen para crecer.
A medida que avanza la tecnología, los periodistas también compiten por espacio con la inteligencia artificial. Y cuando los beneficios económicos y el prestigio social desaparecen, lo único que mantiene a alguien en su carrera es su propósito, que también se va por el desagüe.
Las salas de redacción deben hacer de la salud mental una prioridad estratégica
La salud emocional de los periodistas debe ir más allá del mero discurso y convertirse en parte de las prioridades prácticas de las empresas de medios. Esto implica revisar los objetivos de desempeño, ofrecer apoyo psicológico, formar líderes con inteligencia emocional y crear entornos más humanos.
Un periodista agotado no crea, no investiga y no innova. Y sin innovación y profundidad, el periodismo pierde su papel social.
Si los argumentos anteriores no resultan convincentes, es importante recordar que el periodismo agotado tampoco es un negocio viable.
Si el mejor talento se va porque ya no puede soportar la rutina emocionalmente insostenible, lo que queda es un periodismo superficial, desmotivado y descartable. El futuro del contenido depende, en primer lugar, de quienes lo producen.
infoMoney