JUAN MIGUEL HERNANDEZ BONILLA
Bogotá, Colombia.- Colombia es el país más diverso del mundo por kilómetro cuadrado. Es, también, uno de los cinco con más especies amenazadas, junto con Ecuador, México, Brasil y Perú. De las 75.157 especies de animales, plantas y hongos que viven hoy entre la Guajira y el Amazonas, 2.103 están catalogadas con algún grado de peligro. Así lo reveló esta semana el Ministerio de Ambiente en un listado diseñado en conjunto con universidades y centros de investigación científica como el Instituto Alexander von Humboldt, el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras José Benito Vives y la Asociación Colombiana de Ornitología.
La nueva lista roja incluye 800 especies adicionales a las que estaban amenazadas en 2017, último año en el que se hizo el registro, un aumento del 38%. En este momento, hay 465 especies en peligro crítico, 801 en peligro y 837 son vulnerables, según la resolución presentada por el Gobierno. Las tres categorías tienen en cuenta el tamaño del área de distribución geográfica y su fragmentación, disminución o fluctuaciones y el tamaño poblacional. Es decir, evalúan qué tan bien conservados están los ecosistemas donde habita cada especie y cuántos miembros quedan, aproximadamente.
Nicolás Urbina, profesor asociado de la Universidad Javeriana y uno de los expertos que participó en elaboración de la nueva lista, explica que la razón del aumento en el número de especies amenazadas se debe a que ahora hay más información científica y que se han evaluado más especies para saber su estado de conservación. “No es que haya más especies en riesgo, solo que tenemos más datos”, afirma en conversación con EL PAÍS.
De las 465 especies más amenazadas, hay cerca de 270 especies de plantas, más de 120 de animales y 50 de hongos. La categoría peligro crítico responde a la clasificación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que se aplica a especies que están enfrentando “un riesgo de extinción extremadamente alto en la vida silvestre”. Para la ciencia, la extinción es la desaparición de todos los ejemplares de una especie o, en el caso de especies que se reproducen sexualmente, cuando solo queda un miembro o varios del mismo sexo.
Urbina explica las consecuencias de que una especie muera: “Si se extingue una especie polinizadora como los murciélagos, las abejas, las polillas, o algunos tipos de pájaros, tendríamos un problema con la regeneración de los bosques o con la alimentación humana”. Para el científico, que durante 10 años fue el encargado de evaluar las especies de anfibios que estaban en peligro en el país, también puede haber implicaciones para la salud humana: ”Desde el punto de vista biotecnológico, la muerte de una especie es muy grave. Los insumos para tratamientos contra enfermedades como el VIH y el cáncer se están extrayendo de pieles de anfibios. Eso se puede truncar si las especies desaparecen”.
Entre esas especies en peligro crítico están, paradójicamente, tres de los símbolos patrios. La palma de cera del Quindío (Ceroxylon quindiuense), escogida como árbol nacional de Colombia por la Comisión Preparatoria del III Congreso Sudamericano de Botánica, celebrado en Bogotá en 1952; el cóndor de los Andes (Vultur gryphus) que está en el escudo con las alas extendidas y mirando hacia la derecha en representación de la libertad; y la flor de San Juan u orquídea Cattleya, flor nacional descubierta por primera vez por Józef Warszewicz en Colombia en 1848. ¿Habrá que reinventar la identidad nacional si estás especies se extinguen?, ¿cuáles son las causas que las ponen en riesgo?, ¿qué se puede hacer para protegerlas?
Urbina afirma que la extinción de especies no solo es un problema ambiental, sino cultural. El investigador cree que perder un símbolo patrio como el cóndor o la orquídea es grave para la conciencia colectiva del país. Explica en detalle el problema de la palma de cera: “El ecosistema ideal para estas palmas son los bosques andinos nublados, pero como ya casi no hay, les toca sobrevivir en los potreros. Son como muertas vivientes porque la semilla que votan las palmas no puede germinar en esos suelos. Se está acabando la regeneración”.
La ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Susana Muhamad, explicó la relevancia del trabajo de investigación: “Presentamos un listado oficial de nuevas especies silvestres amenazadas. Esto indica que el país cuenta con mayores estudios de su biodiversidad, permitiéndonos adoptar las medidas necesarias para asegurar la protección de las especies de flora y fauna silvestre”. De acuerdo con los análisis del Ministerio, las principales causas de amenaza a las especies son la deforestación de las cuencas por la agricultura y la minería, la contaminación por vertimientos, el desarrollo urbano, la densidad poblacional y la disminución de los humedales.
De la flora silvestre, además de la palma de cera, están en el listado crítico la guasca (no confundir con la hierba que se usa para el tradicional ajiaco santafereño), el cerezo, el carreto, la flor de mayo, la papaya de monte, el roble negro y el frailejón cabrera. En animales, aparecen el camarón blanco del Pacífico, la abejita verde de la Macarena, el pez sierra, el sábalo, el bagre rayado, el mero criollo, la rana arlequín, la rana gorda del río Reventador, el camaleón de Cundinamarca, la tortuga del río Magdalena, el cocodrilo del Orinoco, el manatí del Amazonas, la danta, el paujil, el mono araña, el titi cabeciblanco, el venado sabanero y la tarántula gigante de patas rojas. El documento del Ministerio trae un dato particularmente alarmante: de los 794 anfibios evaluados, el 93.8% presentan riesgo de extinción.
Este listado de especies amenazadas lleva a que el Ministerio de Ambiente inste a las autoridades territoriales y a las Corporaciones Autónomas Regionales a reforzar sus estrategias de conservación. “Con este insumo, se deben tomar acciones para proteger a las especies”, dice un comunicado de prensa de la entidad. También crea un comité coordinador de categorización de las especies silvestres amenazadas en Colombia, y de un grupo de expertos y especialistas de los diferentes grupos de la diversidad biológica en Colombia.
Neil Cox, director del Programa Mundial de Especies de la UICN, explica en un artículo del Foro Económico Mundial que la extinción de especies individuales es como “perder los tornillos de un avión”. Cox dice que esa pérdida concreta tiene efectos sobre otras especies y sobre sus ecosistemas: “En Ecuador, el declive de las ranas arlequín provocó un declive de las serpientes que los depredaban, y los ríos se obstruyeron con las algas, el alimento favorito de esas ranas”.
EL PAÍS