JAVIER G. CUESTA
Ksenia Sobchak, hija del mentor político del presidente Vladímir Putin y periodista —en unas ocasiones, opositora; en otras, defensora del sistema instaurado por el Kremlin—, ha sido la última figura sumada a la larga lista de críticos que han huido de Rusia. Sobchak ha cruzado la frontera después de saber que su domicilio y las oficinas de su empresa habían sido registradas y tras la detención de dos de sus colaboradores bajo la acusación de haber extorsionado al jefe del gigante industrial estatal Rostec, el exagente del KGB Serguéi Chémezov. “No me lo creo en absoluto, y espero que todo esté arreglado pronto y quede en que fue una tontería. Si no, habrá sido una redada en mi editorial, la última libre en Rusia”, denunció la activista el pasado día 26 en sus redes sociales, la última vez que abordó este tema en público.
Ksenia Sobchak es hija de Anatoli Sobchak, una figura clave en la Rusia de los noventa por su cercanía a Boris Yeltsin y por haber sido el alcalde de San Petersburgo que introdujo en la política al agente del KGB Putin. Su viuda, Liudmila Narusova, es hoy senadora en el Consejo de la Federación. Sobchak, la hija, fue presentadora en la televisión independiente Dozhd, cerrada por el Kremlin al inicio de la guerra, y política, única candidata independiente aprobada por la junta electoral del Kremlin para las presidenciales de 2018, donde obtuvo un 1,6% de apoyo.
El conglomerado empresarial Rostec es, por su parte, uno de los más importantes del país, con más de medio millar de firmas de alta tecnología civiles y militares. Su director, que tiene el rango de general, acusó a Sobchak y sus socios de haber intentado obtener 11 millones de rublos (unos 180.000 euros) a cambio de no criticar al gigante estatal. Chémezov es precisamente uno de los altos cargos sancionados por la anexión de Crimea en 2014, aunque ello no le había impedido mantener un yate y dos residencias en España hasta este año.
El martes fue arrestado el director de la empresa de medios de Sobchak, Kirill Sujanov, y un día después fue el turno del exdirector de la revista Tatler, Arian Romanovski. Según la prensa rusa, Sujanov fue detenido en un restaurante cuando los representantes de Chémezov le entregaban 800.000 rublos, más de 12.000 euros. “Estoy preparado para declararme culpable y disculparme públicamente con la víctima”, afirmó el directivo en un tribunal de Moscú.
Sobchak huyó a la Unión Europea a través de Bielorrusia. “Ella se encuentra en Lituania y, como ciudadana israelí, con pasaporte israelí, no le hace falta visado. Si no me equivoco, puede entrar y salir durante 90 días”, confirmó el jefe del Departamento de Seguridad del país báltico, Darius Jauniskis, al diario 15Min.
El periódico israelí Haaretz reveló en abril que Sobchak había recibido la nacionalidad del país mediterráneo. Al estallar la guerra, miles de ciudadanos rusos con antepasados judíos iniciaron los mismos trámites para tener un salvoconducto en el caso de que se cerrasen las fronteras, temor que ha reavivado el Kremlin estos dos últimos meses con la movilización para el frente y el nuevo nivel de alarma aplicado a las regiones fronterizas con Ucrania.
El político disidente ruso Ilia Yashin, en prisión actualmente, ha planteado en las redes sociales la tesis de que la acusación vertida contra el equipo de Sobchak podría ser una trampa. “En agosto, cuando estaba en el centro de detención preventiva de Kapotnya, trajeron a un chico a nuestra celda. Junto a un par de amigos moderaban varios canales políticos de Telegram, donde publicaban evidencias comprometedoras de funcionarios. Entre ellos, [Serguéi] Chémezov. Al final, recibieron dinero de los asistentes del jefe de Rostec a cambio de eliminar sus publicaciones, pero luego él les denunció. Los tres fueron encarcelados”.
La figura de Sobchak es controvertida también entre la oposición. Algunos la acusan de haber servido al Kremlin. Le echaron en cara recientemente que en su canal de YouTube Peligro: Sobchak recomendase a quienes han recibido una carta de movilización que acudiesen a los centros de reclutamiento y confiasen en la justicia. Tras su huida, le recordaron ese mismo vídeo. Sin embargo, también es cierto que su canal ha cubierto temas espinosos, como las brutales torturas a presos en las cárceles rusas.
La huida de Rusia no garantizaría a Sobchak la inmunidad. Si la justicia rusa confirma formalmente la acusación de que creó un grupo criminal, un delito grave, las autoridades rusas podrían solicitar su búsqueda internacional y extradición. “Irse fuera no es la panacea. Hay ciertos mecanismos que, a pesar de la tensión actual en la cooperación internacional con Rusia, aún funcionan”, afirmó al diario Ura el director del Colegio de Abogados de Moscú, Serguéi Dzhorin. Sin embargo, otro conocido letrado, Serguéi Badamshin, recalcó en sus redes sociales que, hasta ahora, Sobchak no ha recibido ninguna notificación y, por tanto, no está inculpada.
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