Por Hanan Zaffar
Sameer Roy* se acuerda vívidamente de la emoción que sintió al incorporarse a una importante redacción india en Nueva Delhi hace unos cinco años, tras graduarse de una prestigiosa escuela de periodismo.
Al principio, la redacción parecía un espacio que valoraba la independencia y la integridad periodísticas. Pero no pasó mucho tiempo hasta que Roy empezara a notar un cambio.
«Había una clara interferencia externa en las decisiones editoriales por parte de grandes empresas y partidos políticos, sobre todo los que estaban en el poder», cuenta Roy. «Teníamos que cambiar los ángulos de las historias de forma que favorecieran al gobierno o censurar completamente las que eran críticas con ellos».
En esa redacción, cuyo nombre prefiere no revelar, Roy trabajó durante tres años, pero cuando se intensificaron las injerencias se fue a otro medio, esperando una mejor cultura editorial. La situación no mejoró, y ahora tiene la intención de dejar el periodismo por completo.
«No hay esperanza. Nos hemos convertido en máquinas de relaciones públicas del gobierno y de las empresas», dice Roy. «Las agencias de noticias suelen evitar cualquier crítica a las corporaciones, especialmente las cercanas al gobierno».
Para Roy, las señales de alarma se hicieron inequívocas cuando el Grupo Adani —un gigante con estrechos lazos con el gobierno— adquirió NDTV, uno de los últimos medios de la India con fama de independiente.
Roy considera que la omnipresente influencia empresarial distorsiona la cobertura y filtra las verdades incómodas. Recordó un ejemplo reciente: durante la boda en Italia del hijo de Mukesh Ambani, presidente de Reliance Industries y la persona más rica de la India, los medios extranjeros informaron de la indignación local por los trastornos que causaron los festejos, pero la cobertura crítica estuvo prácticamente ausente en los medios indios. «El silencio era evidente», señala Roy.
Figuras públicas y «gurús espirituales» como Baba Ramdev y Jaggi Vasudev , partidarios y aliados del gobierno nacionalista de Modi, están en gran medida al abrigo del escrutinio. «Cuando el patrocinio corporativo está en juego, la información independiente se desvanece. Estas figuras son sencillamente intocables en los principales medios de comunicación indios».
Erosión de la independencia
Aunque la influencia del empresariado en los medios de comunicación indios tiene profundas raíces históricas, lo que está en juego parece más importante hoy en día. Ruben Banerjee, exdirector del destacado semanario Outlook, cree que se ha disuelto la barrera que antes separaba a la dirección de los equipos editoriales. «Históricamente, los medios en la India han estado financiados por familias de empresarios ricos, pero ahora el control es absoluto», dice. «Las decisiones editoriales las toman cada vez más los jefes corporativos en lugar de los periodistas, lo que deja a los reporteros con una capacidad de maniobra limitada».
Para Banerjee, este cambio lo toca de cerca. Cuando, bajo su dirección, Outlook publicó una portada crítica con la gestión de la pandemia por parte del gobierno de Modi, se encontró de repente con que su puesto estaba en juego. «El mismo día que esa portada se hizo viral, la dirección me dijo que ya no podíamos publicar ese tipo de historias», cuenta.
Banerjee fue eventualmente destituido de su cargo y el artículo de portada también desapareció del sitio web de la revista.
En la actualidad, Outlook, propiedad del grupo Rajan Raheja, un conglomerado diversificado con intereses en varios sectores, incluyendo los medios y el sector inmobiliario, se ha retirado del periodismo duro para cubrir temas más «seguros» y así evitar reacciones políticas y corporativas, explica Banerjee.
En su visión, el problema no se limita a los medios nacionales o a las redacciones con sede en la capital, Nueva Delhi. Los medios estatales lidian con presiones similares de los gobiernos regionales, independientemente de su afiliación política. «Los gobiernos locales mandan tanto como los centrales», señala. «Es un problema de toda la India».
La carga de la autocensura
Con presión política y la influencia empresarial calando en las redacciones, la autocensura se ha convertido en un mecanismo de supervivencia para muchos periodistas. Reena Sharma*, otra antigua profesional de una importante publicación, recuerda que le ordenaron saltarse ciertas historias debido a «presiones externas». En un caso, su editor les pidió explícitamente que evitara cubrir un caso de drogas de gran repercusión en el que estaba implicado un personaje público.
«Después de un tiempo los propios periodistas deciden no seguir con esas coberturas porque sabemos que los editores las rechazarán. Hay mucha autocensura», afirma.
Sharma teme que esta influencia externa dañe los valores fundamentales del periodismo y debilite su papel de controlar el poder. «Crece la sensación de que la democracia está en peligro, porque la gente solo ve una versión filtrada de la verdad».
Saqlain Ahmed*, exproductor de un importante canal de noticias de televisión, pasó por experiencias similares. Ahmed recuerda cómo sus editores lo disuadieron de cubrir las protestas de 2021 de los agricultores contra las leyes agrarias, consideradas ampliamente favorables a los intereses corporativos.
«No dijeron por qué querían que dejara de cubrir, pero estaba claro: esas leyes beneficiaban a las grandes empresas», dice Ahmed. «El periodismo corporativo es ahora una herramienta para crear un entorno favorable a las empresas».
Un sistema bajo asedio
Shabnam Hashmi, activista y cofundadora de Act Now for Harmony and Democracy, describe la transformación de los medios de su país como un síntoma de un problema más amplio: la convergencia del poder empresarial y político.
«Los medios de comunicación nacionales están controlados por empresas cercanas al gobierno de Modi, como Adani y Ambani», explica Hashmi, quien lleva mucho tiempo denunciando el deterioro de los valores y las instituciones democráticas en la India. También para ella, la adquisición de la NDTV representa la erosión del periodismo independiente. «Cuando las empresas tienen el control financiero, los periodistas se convierten en meras marionetas», dice.
La Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2024 de Reporteros sin Fronteras sitúa a la India en el puesto 159 de 180 países, atribuyendo la baja valoración en gran medida a la presión política y a la injerencia del empresariado. Desde que Narendra Modi llegó al poder en 2014 y logró un acercamiento espectacular entre su partido, el BJP, y las grandes familias que dominan los medios, estos han caído en un «estado de emergencia no oficial», señala la organización.
Hashmi añade que las instrucciones provenientes de entidades gubernamentales, incluso ajenas al Ministerio de Información y Radiodifusión, se han convertido en algo habitual. «Escuchamos hablar de órdenes directas del Ministerio del Interior dictando lo que puede y no puede mostrarse en los medios». Como resultado, las historias que podrían avergonzar al gobierno, como las incautaciones de drogas en puertos propiedad de empresas, desaparecen de la vista pública. «No hay lugar para la disidencia ni para la información honesta», señala.
Para Hashmi, la situación recuerda al periodo de Emergencia en la India, en la década de 1970, en la que reinaba la censura gubernamental. Pero hoy los periodistas ni siquiera tienen libertad para publicar una columna en blanco en señal de protesta. «O alabas al gobierno o te callas», dice.
Es la democracia la que sufre cuando la gente pierde la confianza en los medios de comunicación, advierte la activista. La falta de variedad de puntos de vista puede convertir a los medios indios en una entidad monolítica que se limita a reflejar el discurso preferido por el gobierno.
«Cuando dominan los intereses corporativos y políticos, los medios se convierten en una cámara de eco».
* Los entrevistados prefirieron no dar sus nombres verdaderos.
Foto de Aman Tyagi en Unsplash.
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