por ELIRA CANGA AND ERIN STOCK
Durante dos décadas, los periodistas de Afganistán ofrecieron información a su ciudadanía a través de periódicos, emisoras de radio y cadenas de televisión independientes, en un ecosistema mediático que trabajaron duro para construir y fortalecer. Cuando los talibanes volvieron al poder en 2021, todo cambió en cuestión de días.
«Ahora estamos viendo las cenizas de lo que creamos hace años, ya que los talibanes reprimen con puño de hierro a todos los medios libres», dice Samiullah Mahdi, un destacado periodista afgano y consultor de programas en el Centro Internacional para Periodistas (ICFJ). «Es muy duro ver cómo se destruyen brutalmente las cosas que amabas o en las que has trabajado toda una vida».
Mahdi es el nuevo redactor jefe de Amu TV, una plataforma digital de noticias que cofundó y que reúne a periodistas dentro y fuera de Afganistán para ofrecer información independiente en farsi y pastún. Mahdi, que en 2012 recibió el Premio Internacional de Periodismo Knight del ICFJ, propuso a otra colega afgana, Anisa Shahee, para el premio. Un jurado la eligió como periodista destacada en 2022, y será homenajeada el 10 de noviembre en el Tributo a Periodistas que la organización ofrece anualmente.
En esta entrevista con el ICFJ, Mahdi describe la situación actual de los periodistas en su país y qué se puede hacer para ayudar.
Cuando los talibanes tomaron el poder el año pasado, supimos de periodistas torturados, amenazados y obligados a abandonar el país. ¿Cuál es la situación actual?
Las cifras hablan por sí solas. Desde el 15 de agosto de 2021 han cerrado unos 300 medios de comunicación en Afganistán. Más del 60% de los periodistas han perdido su trabajo. Más del 85% de las mujeres periodistas han perdido su empleo. Se ha informado de más de 32 arrestos y detenciones por parte de los talibanes. Pero muchos otros incidentes no se denuncian.
Numerosos colegas han sido detenidos, torturados y golpeados sin ninguna explicación, especialmente durante los primeros días y semanas de la toma de Kabul. En uno de los casos, ampliamente difundidos por medios internacionales, los talibanes detuvieron a dos periodistas de un periódico llamado Truce. Tras ser liberados, se publicaron las imágenes de sus cuerpos; las cicatrices de los tajos eran muy brutales. Nadie dio ninguna explicación; solo estaban cubriendo una manifestación de mujeres.
Este es el clima actual. Los talibanes iban a las redacciones a diario, dando instrucciones: qué tipo de historias se pueden cubrir y qué tipo de historias no se deben tocar. Ahora, en algunas partes, especialmente en el noreste, piden a los periodistas que envíen su agenda día a día para que la apruebe el servicio de inteligencia talibán. Nadie critica a los talibanes, nadie puede preguntarles sobre corrupción o sobre sus líderes. Esto deja a la sociedad afgana sin medios libres y sin información crítica para entender y analizar la situación.
Ha contado que unos 300 medios de comunicación cerraron. ¿Se ven obligados a cerrar?
En algunos casos es porque los talibanes les amenazan. Tienen miedo de que, si continúan, sean castigados. En otros casos, tienen que cerrar porque ya no tienen ingresos. Y creo que algunas redacciones han decidido guardar silencio en lugar de decir mentiras y convertirse en portavoces de los talibanes.
¿Qué tipo de tácticas utilizan los talibanes para silenciar a los periodistas y presionarlos?
Varias. Llegan a las redacciones con armas en la mano y dan instrucciones a redactores y periodistas sobre lo que deben hacer. También convocan a los redactores a sus oficinas de inteligencia y les dicen lo que tienen que hacer. O simplemente llaman o envían mensajes de texto a los presentadores durante o después de una emisión para presionarlos: «¿Por qué has hecho esta pregunta? ¿Por qué has invitado a esta persona?». Y luego te amenazan a ti, a tu familia y a tus seres queridos: son amenazas directas.
También intentan controlar a los propietarios de los medios. Así, si empiezan a obedecer a los talibanes, habrán conseguido controlar a los periodistas por defecto en la mayoría de los casos. Algunos propietarios ya han empezado a «cooperar» con los talibanes y están cediendo sus plataformas para que sirvan a su agenda.
Es importante entender la historia. Durante muchos años, los talibanes hicieron propaganda contra el periodismo en Afganistán, llamándonos espías de Occidente. Han matado a periodistas durante los últimos 20 años, incluyendo a mis colegas, gente con la que he trabajado durante varios años. Cuando estaba en Radio Azadi, la filial de Radio Free Europe/Radio Liberty para Afganistán, asesinaron a uno de mis compañeros, Eliyas Dayee, en la provincia de Helmand. Recibía amenazas todo el tiempo. Yo también.
Si recibes una llamada que te dice: «¿Por qué has hecho esa pregunta?» o «¿Por qué estás publicando esa historia?», es una amenaza muy, muy seria.
¿Qué les diría a los periodistas que informan sobre lo que ocurre allí?
Solo una cosa: pon el foco en la gente, en la vida real de las personas. Esa es la forma más fácil de contar la verdadera historia de Afganistán. La gente está sufriendo desde que los talibanes tomaron el poder. No tienen comida. No tienen acceso a la salud. No tienen acceso a la educación. Violaciones de los derechos humanos y ejecuciones extrajudiciales se producen a diario. Estas son las historias reales, y esta es la verdadera cara de los talibanes.
Y tenemos que entender que los talibanes no son toda la realidad del país. Más del 60% de la población tiene menos de 25 años. Esta joven generación ha crecido con una serie de valores muy diferentes. Han vivido la libertad de expresión, los derechos de las mujeres, los derechos humanos y elecciones. Quieren tener un gobierno elegido representativo. Quieren tener voz y voto en el gobierno, y quieren vivir una vida normal como cualquier otro ciudadano del mundo.
En cambio, lo que está ocurriendo ahora es que estamos perdiendo una generación, como ocurrió en los 90. Los talibanes han prohibido que las niñas vayan a la escuela y han despedido a todas las mujeres del gobierno. Han secuestrado a varias mujeres activistas y las han torturado. Han formado un gobierno conformado enteramente con un solo grupo étnico.
¿Qué se puede hacer para apoyar a los periodistas afganos? ¿Hay alguna manera de apoyarlos significativamente?
Algunos cientos de periodistas han podido salir del país. Pero hay miles de ellos que siguen dentro, sin esperanza en el futuro. La mayoría de nosotros no podemos hacer nada. Es muy duro. Una de las cosas que hacen los periodistas en el exilio es conectar con los que todavía están dentro del país. Los periodistas que están dentro del país envían imágenes, historias, filtraciones a los que están fuera, y los que están fuera producen las historias.
Sin embargo, el espacio para la libertad de expresión se está reduciendo. La gente se siente censurada incluso dentro de sus casas. Me alegra decir que el ICFJ ha lanzado un nuevo programa para apoyar a medios y a periodistas exiliados para que sigan informando sobre Afganistán. Estas iniciativas son increíblemente importantes para mantener vivo el periodismo del país.
¿Qué papel puede tener el periodismo en y para la sociedad afgana?
Creo que mantener vivos los medios y el periodismo del país ayudará a mantener viva a la población de Afganistán. Si queremos saber lo que realmente está pasando, documentar la situación y hacer que los talibanes rindan cuentas, el periodismo es la herramienta. De lo contrario, se repetirán las tragedias de los años 90. El desplazamiento a diferentes rincones del país, la venganza y los asesinatos prevalecerán. Solo los periodistas pueden documentarlo todo y dar a conocer los hechos. Enviar a un reportero de un país muy lejano por primera vez a Afganistán para que se quede unos días dentro de Kabul no ayudará mucho, porque no podrá captar la historia completa.
Si el mundo quiere ayudar a los medios de comunicación afganos, debe ayudar a los medios locales de allí. Eso significa capacitar y permitir a los periodistas locales contar sus historias y la vida cotidiana en Afganistán bajo los talibanes. Salvaguardar la libertad de prensa y de expresión debería ser una prioridad en cualquier conversación de la comunidad internacional con los talibanes.
Este artículo fue publicado originalmente por la organización matriz de IJNet, el Centro Internacional para Periodistas (ICFJ).
IJNET