Por César López Linares
El periodista Lázaro Yuri Valle Roca recuerda como si fuera ayer el momento en que confrontó por primera vez a la dictadura cubana. Fue en 1987, el día del funeral de su abuelo, el líder comunista Blas Roca Calderío, quien por muchos años fue Secretario General del Partido Socialista Popular de Cuba y por una época fue director del periódico Noticias Hoy, antecesor del actual medio oficialista Granma.
Valle Roca, de entonces 26 años, tenía muy presente la forma prepotente en la que los hermanos Fidel y Raúl Castro habían tratado a su abuelo en sus últimos años. Una ruptura ideológica se había dado una década antes entre Roca Calderío y los hermanos Castro, quienes entonces eran los máximos líderes del Partido Comunista de Cuba y del país, a raíz de las discusiones sobre la creación de la Constitución de 1976.
El colmo vino cuando, durante el velorio de su abuelo en la icónica Plaza de la República, Raúl Castro lo mandó llamar para sugerirle que se llevara a su abuela de ahí. Valle Roca recuerda que enfureció e insultó a los líderes cubanos frente a los asistentes, para luego regresar con su abuela, quien permanecía sentada junto al féretro.
Como periodista, Valle Roca colaboró con medios opositores como Radio Martí, y en 2018 fundó la plataforma de contenido Delibera, en la que informaba sobre las acciones autoritarias de la dictadura.
En junio de 2021 fue detenido tras publicar en su canal de YouTube un video del lanzamiento de volantes con leyendas contra la dictadura y en pro de la democracia. Fue encarcelado en Villa Marista, la sede de la Seguridad del Estado de Cuba, y posteriormente trasladado a la prisión de máxima seguridad Combinado del Este. Un año después, en julio de 2022, fue sentenciado a cinco años de prisión por los cargos de “propaganda enemiga continuada”.
El encarcelamiento y sentencia de Valle Roca fueron condenados por organizaciones como el Instituto Cubano para la Libertad de Expresión y de Prensa (ICLEP) y el Observatorio Cubano de Derechos Humanos. A la condena se sumaron organizaciones internacionales como el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés) la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Amnistía Internacional y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
La salud del periodista se vio severamente mermada durante su encierro. Su esposa, la activista Eralidis Frómeta, denunció que Valle Roca tenía problemas respiratorios no tratados y heridas provocadas por las pobres condiciones de su encierro, además de que no se le estaba proporcionando la atención médica que requería.
Dos años después, el 5 de junio de este año, el periodista fue liberado con la condición de que abandonara el país. Valle Roca y su esposa pudieron salir de la isla en un vuelo a Miami, gracias a un permiso humanitario conocido como “parole”, otorgado por el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de los Estados Unidos. Dicho permiso fue tramitado con ayuda del cuñado del periodista, quien reside en la Unión Americana, al igual que tres hermanos de Valle Roca.
El periodista atribuye su liberación en gran parte a la presión internacional ejercida por las organizaciones de defensa de la libertad de prensa y a los activistas que alzaron la voz contra su encarcelamiento. Desde Lancaster, Pensilvania, donde él y su esposa se establecieron tras llegar a territorio estadounidense, Valle Roca habló con LJR sobre eso, sobre la lucha que lo llevó a prisión y sobre lo que sigue en su vida, a un mes de iniciado su exilio forzado.
La entrevista ha sido editada para fines de extensión y claridad.
LJR: ¿Cómo se encuentra de salud y de ánimo?
Valle Roca: Físicamente me estoy reponiendo rápidamente. Psicológicamente son muchas cosas. No estoy durmiendo bien, tengo esas lagunas mentales, a veces tartamudeo, como puedes ver. Seguro que en el transcurso de la entrevista te podrás dar cuenta que quiero decirte un nombre y se me olvida en ese momento y no me sale.
Se me dañaron los pulmones, la vista, tengo una pingüécula en el ojo izquierdo. Me salieron unos forúnculos aquí en la cabeza. Si no es por el lío que hizo mi mujer por fuera, haciendo las denuncias y esas cosas, no me hubiesen llevado al médico. Me tuvieron que poner un tratamiento con un antibiótico súper fuerte.
LJR: ¿Por qué cree que el régimen cubano haya accedido a su liberación?
VR: Para los déspotas de la dictadura, nosotros, mi esposa y yo, éramos demasiado problemáticos. Entonces ellos querían salir de nosotros de una forma u otra. No podían decidir si para ellos era mejor botarme de Cuba o tenerme allí preso, controlado, hasta que yo muriera en prisión y después justificar que me dio un infarto o algo, o dar un dictamen cualquiera.
Eran muchas las denuncias que hicieron la OEA, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y organizaciones de periodismo. Eran demasiadas las denuncias y demasiadas las protestas, demasiada la solidaridad que había conmigo. Verdaderamente me siento muy agradecido, les debo la vida a todos ustedes, porque verdaderamente, amigos míos, la única familia que me queda son ustedes, más nadie. Verdaderamente asumieron ese reto y lucharon por mí.
Parece que ellos [las autoridades cubanas] sopesaron y dijeron “vamos a botarlo de aquí de Cuba porque es demasiado el problema que ha armado”. Y si yo me moría, iba a ser peor. Tal parece que ellos, en su balanza, dijeron “es mejor que lo botemos y que siga hablando por allá y que siga formando lío, a que se muera aquí”.
LJR: ¿Es verdad que inicialmente usted no quería irse de Cuba?
VR: Hay un momento en que ya la mujer mía, y la niña [su hija] y mis hermanos me mandaron decir “tienes que irte porque tú estás muy mal de salud y nosotros te necesitamos vivo para lo que viene, porque esto [la dictadura] tiene que caer en algún momento y ya las cosas están en un punto en el que puede haber un desenlace en cualquier momento”.
Y entonces pensé, en resumidas cuentas, que el apóstol nacional José Martí, Antonio Maceo “El Titán de Bronce”, Máximo Gómez y todas esas personas que fueron los libertadores de Cuba del yugo español, ellos tuvieron que salir de Cuba y organizarse para volver a hacer la guerra, para poder venir a liberar a Cuba. Entonces me metí en ese canal, pensé y reaccioné.
Me llevaron a casa de una persona, ya mi esposa tenía coordinado con él para que yo me conectara a internet y entonces me validaran [el permiso]. Me volvieron a llevar para la prisión y a los pocos días, como mes y pico, ya se dio el permiso. Eso fue rapidísimo, la respuesta de aquí de Estados Unidos.
Un día llegó uno de los jefes máximos de la Seguridad del Estado y me dijo “dale, que te vas”. Yo me estaba pelando en ese momento y le dije “bueno, sí. Déjame terminar de pelarme”, le dije. “Yo no estoy apurado por irme, déjame pelarme”.
LJR: ¿Había otros periodistas en esa prisión?
VR: No, en mi piso no, pero en el Combinado sí habían varios que eran periodistas, y muchos muchachos que participaron en el 11 y 12 [las protestas del 11 y 12 de julio de 2021].
De los presos políticos que estaban en el piso mío, estaban [Ernesto] Borges, Yoel [Prieto Tamayo], [Ramón Pérez] “Moncho”, y dos o tres más. A nosotros nos tenían en el mismo piso, pero separados, en celdas diferentes, y mezclados con presos comunes. Nos ponen con presos comunes para tenernos más vigilados, para saber qué es lo que decimos, qué es lo que hacemos, si hablamos unos con otros, porque ya tú sabes cómo está la delación, o sea, los delatores que trabajan para ellos [las autoridades].
LJR: Antes de su detención, en junio de 2021, ¿ya sospechaba que eso iba a suceder?
VR: Mira, yo sí lo sospechaba desde hacía rato. Hacía rato que esta gente, la policía política, me estaba haciendo una jugada para encarcelarme, ¿ya tú me entiendes? Para sacarme de circulación y tenerme resguardado en prisión para que yo no estuviera en la calle formando los problemas que formaba y haciendo las denuncias que yo armaba.
No me pudieron sancionar a 20 años, como ellos pedían. No encontraron evidencia de ningún tipo porque yo no hablaba con ellos. Yo en los interrogatorios no dije una sola palabra. Yo lo único que hacía era mirarlos fijo a los ojos y me decían “¿no vas a hablar?”. Y yo negaba con la cabeza, más nada. Lo único que decía es “que mi abogado esté presente”. No me trajeron nunca a mi abogado, entonces no hice una declaración, porque no tenía a mi abogado presente.
LJR: ¿Usted cree que su detención fue por ser periodista o por ser activista?
VR: Para mí no fue tanto el activismo, sino el periodismo. Porque un activismo sin un periodismo no es nada. Si tú no difundes esos accionares que los activistas están dando, no hay conocimiento de eso. Se puede hacer un video, o lo que sea, pero no es lo mismo como lo enfoca un periodista, a cómo lo puede enfocar un activista. No estoy minimizando a nadie, y no me quiero poner yo por encima de alguien, simplemente el enfoque es distinto.
También hay un periodismo social, porque si usted puede ver ahí en mi [canal de] YouTube de Delibera, hay muchos problemas de la sociedad cubana, todos los problemas, los padecimientos, los desalojos, los derrumbes…
LJR: ¿Cómo recuerda la relación de su familia con Fidel y Raúl Castro?
VR: Sí, ellos visitaban mi casa, sobre todo los domingos, que era cuando mi abuelo estaba en la casa. Pero mi abuelo siempre fue una persona muy humilde, un hombre muy sencillo, muy respetuoso, muy serio, muy callado. No hablaba ni contaba nada, era un tipo muy discreto.
Yo viví de cerca y vi muchas discusiones de mi abuelo con Fidel, sobre todo cuando se estaba preparando la Constitución del 76. Y le decía a Fidel, yo me acuerdo, “tenemos [que] institucionalizar el país, no podemos estar con ley fundamental [que rigió provisionalmente tras la Revolución Cubana] y gobierno provisional toda una vida”. Pero Fidel lo que quería era mantener el poder a toda costa y perpetuarse en el poder, como lo hizo. Hizo sus rejuegos y puso determinadas cosas dentro de la Constitución, pero mi abuelo estaba solo y no podía hacer nada. Él trató de hacer algo desde dentro y hacer lo mejor que pudo, pero, bueno, no fue así. Y entonces yo desde pequeño siempre vi todas esas cosas.
Nosotros éramos 13 en la casa, casi todos éramos muchachos. Y nosotros vivíamos de la libreta [de racionamiento de alimentos]. Nada de trato especial, como los demás dirigentes, que tomaban whiskey y comían carne de res. No, mi abuelo nunca aceptó nada de eso. De hecho Raúl Castro una vez le regaló un Jeep y se lo mandó de vuelta. Y dijo “aquí no se puede tener más de dos carros”. Él siempre los mantuvo a raya, parece que él siempre pensó que esa era la única forma de no involucrar a la familia.
LJR: Su familia mencionaba que lo necesitaban vivo para continuar su lucha por Cuba. ¿Cómo interviene el periodismo en esa lucha?
VR: El periodismo se usa en esta lucha porque hay que denunciar todos esos abusos y todos esos atropellos que hace la dictadura. Hay que desenmascararla mediante la denuncia que nosotros hagamos. Ellos son lobos con piel de oveja, entonces hay que quitarles la piel de oveja para decirle a la gente “mira quiénes son ellos de verdad, ellos son unos mafiosos, unos narcotraficantes, unos descarados”. Eso es lo que hay que hacer, eso es lo que he hecho yo con el periodismo.
Aunque déjame dejarte claro: el único compromiso que tiene un periodista es con la verdad. Y el periodista tiene que ser imparcial en todo momento.
LJR: ¿Qué sigue ahora? ¿Planea continuar esa lucha desde Estados Unidos?
VR: Ahora no tengo instrumento de trabajo ninguno, no tengo dinero, no tengo nada. Estoy viendo cómo empiezo a trabajar y cómo me desenvuelvo para comprarme mi laptop y, no sé, empezar a trabajar poquito a poquito. Por lo menos hacer mis artículos escritos y ya después veremos.
Pero eso de que voy a dejar de hacer mi periodismo, eso que no lo crea nadie. Yo sí voy a seguir peleando.
LatAm Journalism Review (LJR)