Por María Serrano
Premio Princesa de Asturias de Comunicación
«La Fundación Princesa de Asturias acuerda conceder el premio de Comunicación y Humanidades 2022 a Adam Michnik por su compromiso con el periodismo de calidad y por su influencia en la recuperación y en la defensa de la democracia en Polonia». La fundación presidida por Doña Leonor ha querido reconocer este año la lucha de este gran periodista, nacido en Varsovia en 1946, en favor de los derechos humanos y del diálogo.
Michnik recibe hoy el Premio Princesa de Asturias de la Comunicación después de haber tenido siempre por bandera la libertad, lo que le llevó también a sufrir en las cárceles del régimen comunista polaco, pero no por ello desistió de su firme oposición a la dictadura ni de buscar la reconciliación entre sus conciudadanos. Michnik, cuya concepción de Europa contribuyó a asentar en su país los valores democráticos, constituye además hoy en día «un símbolo de la libertad de expresión y del humanismo, así como un ejemplo ético de resistencia frente a las amenazas autoritarias», según destaca la fundación.
En su encuentro con los medios en Oviedo, el periodista ha destacado cómo «el periodismo honrado siempre ha tenido los mismos adversarios, que van desde los gobiernos dictatoriales a las injerencias económicas». Según Michnik, aunque las mentiras tienen ahora más instrumentos tecnológicos a su servicio, los periodistas deben emplearlos «para combatir la desinformación, uno de los males de este siglo».
Para el fundador y director del periódico más importante en Polonia, Gazeta Wyborcza, la libertad de expresión tiene enemigos «desde el Antiguo Testamento». «La primera desgracia para quienes pretenden imponer su discurso a la opinión pública fue la invención de la imprenta», destacaba, antes de añadir que la libertad de prensa es un pilar fundamental en toda democracia.
Defensa de la verdad y la libertad
Aunque internet haya supuesto «una transformación total» para los medios, ha apuntado, su función debe seguir siendo la misma y, a la manera de los gansos del Capitolio que alertaron con sus graznidos a los romanos de la llegada de los galos, «debe advertir contra los intentos de derrumbar la democracia aplicando los deberes fundamentales del periodismo: defender la verdad y la libertad».
Esa tarea «de empujar, como Sísifo, la piedra hacia arriba aunque a veces se caiga y nos aplaste debe centrar el trabajo de los periodistas porque la democracia, incluso cuando pierde, merece ser defendida», continúa Michnik. El polaco es consciente de que hay una oleada de desinformación y una gran cantidad de personas «que se dejan convencer por movimientos populistas».
Con el lazo prendido en la solapa con los colores de la bandera de Ucrania que ha portado desde su llegada a Oviedo, Michnik ha admitido que es un optimista nato. «Mi biografía no me permite ser pesimista, soy optimista siempre», ha advertido el periodista, que pagó con seis años de cárcel su oposición a la dictadura comunista de Polonia; aunque siempre habrá «quien no se deje convencer», los periodistas «no se pueden rendir, tienen que seguir con lo suyo, que consiste en reunir honestamente la información y difundirla de la misma manera».
Tras cuestionar la decisión de prohibir las emisiones en Europa de los medios estatales rusos («mienten más que hablan, pero ese no es el camino»), Michnik, que se ha definido como «un mal profesor y todavía peor alumno», ha incidido en que, pese a que el periodismo sólo tenga sentido si defiende la democracia, «incluso en una dictadura hay que buscar maneras de informar a la gente».
Así, ha puesto el ejemplo de su compatriota Ryszard Kapuscinski, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación 2003, que, pese a vivir bajo una dictadura, supo escribir obras como El Emperador, que retrata al emperador Haile Selassie de Etiopía, «que no era precisamente comunista», pero en Polonia «todo el mundo sabía a qué se refería».
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