Desde el 6 de noviembre de 2025, Belém se convirtió durante dos semanas en el centro de atención mundial. La COP 30 reunió a un número récord de delegaciones, decenas de jefes de Estado y una intensa participación ciudadana. El presidente Lula trasladó el gobierno a la capital de Pará, simbolizando el compromiso de Brasil con la Amazonía y el futuro del clima global.
En las tres zonas de la conferencia —Azul, Verde y Amarilla (esta última dedicada a actividades paralelas y a la movilización social)— los debates son intensos. Pero lo que está en juego va mucho más allá de la crisis climática: se trata de construir un nuevo modelo de civilización, capaz de alcanzar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y garantizar un futuro digno para las próximas generaciones.
El modelo socioeconómico actual, que nos ha traído hasta aquí, muestra claros signos de agotamiento. Concentra la renta de forma obscena, profundiza las desigualdades y consume los recursos finitos del planeta a un ritmo insostenible.

Las cinco áreas esenciales que deben abordarse
¿Qué es, en definitiva, imprescindible en los debates y decisiones de la COP 30? Existe un conjunto mínimo de compromisos que la conferencia debe abordar con seriedad. Se espera que los debates avancen, al menos, en estas cinco áreas esenciales:
- Promover una transición justa y acelerada de los combustibles fósiles a las energías sostenibles, reorganizando las bases productivas para que las economías bajas en carbono se conviertan en la norma —en lugar de la excepción— en todas las regiones del planeta.
- Acabar con la deforestación de los bosques tropicales para 2030, garantizando mecanismos sólidos y permanentes para la protección, el seguimiento y la valoración de estos ecosistemas, que son esenciales para el equilibrio climático mundial.
- Consolidar instrumentos eficaces de financiación climática , garantizando que los países en desarrollo cuenten con recursos suficientes para llevar a cabo su transición energética y cumplir los objetivos de mitigación y adaptación.
- Implementar políticas sociales y económicas de adaptación al nuevo clima , con especial atención a las poblaciones más vulnerables, que ya sufren los impactos del cambio en su vida cotidiana.
- Fortalecer el multilateralismo . La crisis climática no conoce fronteras. Solo una sólida cooperación internacional, basada en la confianza, la ciencia y los acuerdos vinculantes, nos permitirá afrontar un desafío global como el calentamiento global.
Cada país centra sus esfuerzos en algunos de estos puntos clave en sus negociaciones. En el caso de Brasil, la conservación de los bosques y el fin de la deforestación figuran sin duda entre las prioridades, al igual que el debate sobre la financiación climática.
Los países europeos, presionados por las crisis económicas y el aumento del gasto en defensa, tienden a eludir el tema de la financiación, precisamente el asunto en el que las naciones en desarrollo les plantean mayores desafíos. Por su parte, los principales productores de petróleo buscan bloquear cualquier avance en las negociaciones para reducir la explotación y el uso de combustibles fósiles.
Como puede apreciarse, la tarea que tenemos por delante no solo es difícil: en muchos sentidos, es una misión verdaderamente imposible.
Algunos motivos para el optimismo
Aun así, hay motivos para el optimismo. Vivimos un momento único en la lucha contra el cambio climático. En los últimos años, se han producido avances significativos en la generación de energía renovable , la electrificación del transporte y la reducción de la deforestación en diversas regiones del planeta. Hoy en día, el coste de producir energía solar y eólica es generalmente menor que el de quemar combustibles fósiles, lo que está acelerando la transición energética global a un ritmo extraordinario y generando beneficios económicos.
Las emisiones globales de gases de efecto invernadero comienzan a mostrar signos de desaceleración, con una tendencia a estabilizarse en los próximos cinco años. Países como China e India ya experimentan un crecimiento económico que supera el aumento de sus emisiones, una señal prometedora de la disociación entre el PIB y el carbono, un hito fundamental hacia un desarrollo verdaderamente sostenible.
Aun así, las nuevas NDC (Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional ) siguen proyectando un aumento promedio de la temperatura global de alrededor de 2,7 °C, muy por encima del objetivo del Acuerdo de París .
Para Brasil, este escenario supondría un aumento de entre 3,5 °C y 4 °C, acompañado de una fuerte caída de las precipitaciones; una combinación que amenaza la productividad agrícola, aumenta el riesgo de degradación forestal en la Amazonía y podría transformar el Nordeste en una región árida.
Los fenómenos meteorológicos extremos serán más frecuentes e intensos, y los 8.500 kilómetros de costa de Brasil sufrirán graves consecuencias por el aumento del nivel del mar. Este es un futuro que debemos evitar a toda costa. Debemos mantener el objetivo del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a 2,0 °C, preferiblemente a 1,5 °C.

Brasil tiene una oportunidad histórica para convertirse en una potencia energética sostenible.
Brasil, con su enorme potencial para la generación de energía solar y eólica, tiene una oportunidad histórica para convertirse en una potencia energética sostenible, con energía barata, abundante y renovable.
Ningún país del planeta tiene el potencial de generación de energía solar y eólica que tenemos en Brasil. Podemos posicionar a nuestro país como líder mundial en la producción de energía sostenible y asequible.
Podemos liderar esta transformación, dejando atrás la energía del siglo pasado e impulsando un nuevo ciclo de desarrollo basado en fuentes limpias.
Los cinco puntos enumerados al inicio de este artículo señalan el camino a seguir y refuerzan la urgencia de actuar con responsabilidad compartida y una visión de futuro.
Resulta alentador comprobar que el Acuerdo de París sigue vigente y, más aún, que es viable. No solo desde un punto de vista técnico, sino también económico. Las tecnologías necesarias para descarbonizar la mayoría de los sectores productivos ya existen, están probadas y, en muchos casos, son ahora más competitivas que las alternativas basadas en combustibles fósiles.

Las próximas décadas no serán fáciles. La transición hacia la sostenibilidad requerirá profundas transformaciones económicas, sociales y culturales. Pero no hay alternativa. El modelo actual es insostenible y ya muestra signos de agotamiento, incluso a corto plazo.
La COP 30 representa, por lo tanto, un punto de inflexión. Es hora de trabajar juntos para construir esta nueva sociedad que combine prosperidad y equilibrio ambiental. El momento de empezar es ahora, y el camino inevitablemente pasa por Belém.

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