Por Miguel Ormaetxea
Ya está meridianamente claro que la Inteligencia Artificial (IA), cada día más sofisticada, es el elemento tecnológico clave para el progreso de la humanidad y los negocios en los próximos decenios. Y eso sin entrar en la polémica de la Inteligencia Artificial General (IAG), vaticinada para antes del 2050, a la vez temida y deseada. Pero como argumenta con múltiples ejemplos el experto Kevin Kelly, «el plan de negocio de las próximas 10.000 empresas triunfantes, de cualquier sector, es coger una empresa y añadirle Inteligencia Artificial». Entonces, ¿cómo están los atribulados medios de comunicación en esta crucial asignatura? Me temo que no demasiado bien.
Por supuesto, ya hay medios que vienen aprovechando ya, en distintas fases, pero de manera todavía muy embrionaria, la IA para mejorar resultados, audiencias, suscripciones, incluso para lanzar artículos automatizados para las tareas periodísticas poco creativas. Por ejemplo, tenemos un programa de IA denominado Dall-E , desarrollada por Open-AI, que crea imágenes a partir de instrucciones verbales. Sus resultados son ahora de 1024 X 1024 píxeles, con lo que se puede crear imágenes originales poderosas, sin pintar ni nada parecido, combinando conceptos, atributos y estilos, abriendo la puerta a ilustrar artículos o reportajes. También se puede mencionar la aplicación móvil Wombo’s Dream. Está claro que las empresas que viven de vender imágenes o bancos de fotos, ven a ver su negocio revolucionado. Y es sólo el principio. Todo el mercado del arte se va a ver sacudido por la IA y los medios de comunicación tendrán que ofrecer de forma creciente videos e imágenes muy atrayentes, de manera que los periodistas harían bien en interesarse por estas vanguardias.
Una investigación realizada para el Reuters Institute advierte que los reporteros no son los primeros en adoptar nuevas tecnologías, sino que a menudo se las arreglan con lo que están más familiarizados. En el periodismo no existe una cultura destacada para experimentar y buscar nuevas herramientas, dicen. Somos receptores pasivos de tecnología, como he podido comprobar en mi larga ya carrera en medios de comunicación, más de 44 años, desde la composición en plomo y las rotativas Marinoni. He tenido que apechugar con numerosos cambios tecnológicos, hasta que he comprendido que si quiero seguir en este apasionante oficio debo abrazarme al cambio tecnológico y entender sus tendencias.
El desastroso panorama de la información y su devastación en la era digital tiene variadas causas, uno de ellas se deriva del éxito histórico de la prensa como negocio. Durante décadas, logaron rendimientos en torno al 40% anual, además de una influencia desproporcionada en el devenir de sus países, en la mayor parte de las naciones industrializadas y, muy particularmente, en Estados Unidos. Han querido defender tan ventajoso estatus quo con un inmovilismo suicida, especialmente por parte de los directivos empresariales no periodistas. No entendieron la revolución digital y su primera reacción fue ofrecer gratis en Internet la información por la que cobraban opíparamente en los quioscos, dopados por una publicidad perezosa y continuista. Miles de periodistas en paro y otros muchos mal pagados, además de una oferta informativa totalmente contaminada, es la situación actual.
Los medios de información de la era digital no se van a parecer en casi nada a los actuales. Apenas la IA ha empezado a calar en el sector. Particularmente, la búsqueda de informaciones significativas que están disponibles en la Red, ayudada por IA, es un tema prácticamente inédito. No hay que olvidar que lo que llamamos actualidad, repetida machaconamente por miles de medios de todo tipo, será una “commodity” de coste cero.
Si la imagen es la esencia de la era digital, los futuros periodistas deberían estar en la vanguardia. Y esta frontera avanza de manera trepidante.
Está casi todo por hacer.
Media – Tic