Las situaciones límites son caldo de cultivo donde afloran un sinnúmero de emociones. La intensidad de ciertos hechos suele borrar esa delicada línea que supone, separa nuestro ser personal de nuestro ser profesional.
Los comunicadores, los periodistas solemos estar involucrados con hechos disruptivos de toda índole. Algunos van aconteciendo progresivamente, otros llegan por sorpresa. Cualquiera sea el caso se convierten en noticia que rompe el celofán de la cotidianidad. La forma cómo los abordemos facilitará el análisis, bajo crítica o elogio, de nuestro trabajo.
La notoriedad de ciertos hechos hace imposible no tomar partido ante ellos. Nos vemos obligados a despojarnos de la “objetividad” ante lo que se ve. Nos involucramos, querámoslo o no. Algo nos Invade, penetra nuestra sensibilidad, nuestro ser íntimo. El suceso sirve no solo de insumo para armar la historia sino también para medir nuestra humanidad.
La empatía es un elemento atado al periodismo, en especial cuando el dolor toca a millones de personas. Estar en el lugar de los hechos, ser testigo de primera mano de lo que ocurre nos hace uno con el semejante, con el desplazado, con las familias rotas por la separación forzada. Afloren sin pudor nuestras virtudes y flaquezas. Nos mostramos desnudos, como mujeres u hombres que ejercen una profesión. Las lágrimas de un periodista ante un micrófono o frente a cámara son su forma de protesta, su modo de sobreponerse al silencio, un grito que revela que, antes que comunicadores somos seres que renegamos de la barbarie, la muerte y la impunidad.
La absurda y desastrosa imposición de fuerza que expresa la invasión rusa a Ucrania es vista por el mundo entero gracias al trabajo de periodistas, que en momento de guerra transitan y revelan a costa de su propia integridad lo que acontece en cada rincón de muchas ciudades devastadas. Estos colegas son la voz de millares de personas que reclaman a los líderes del mundo su pasividad, su excesiva precaución. Personas que anhelan que el juego de la diplomacia, en verdad, logre debilitar al delirante hombre que por delirio de grandeza tiene en jaque la estabilidad mundial.
La narrativa oficial justifica este genocidio no como un acto de agresión, sino como una acción llamada a salvaguardar la integridad rusa. Vladimir Putín señala que Ucrania y otros territorios son una amenaza constante, aún cuando esos “enemigos” resultan ostensiblemente pequeños en su capacidad de ataque, risiblemente menor al poderío bélico ruso.
Este evento terminó por develar la naturaleza de quien ejerce el poder desde la más absoluta desproporción, a lo interno y fuera de su territorio. Personaje nefasto de la historia que cada instante está más solo en el mundo, lo que lo convierte en alguien aún más peligroso.
Ha permitido mirar de cerca el juego de la diplomacia, acuartelada en modernas instalaciones con aire acondicionado. Ha visto crecer un líder, Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, quien en poco tiempo pasó de comediante a estadista, contrario a como ocurre con otros presidentes. Igualmente, esta guerra unilateral delimitó la silueta de “líderes” populistas de este lado del mundo, quienes desde su trinchera anti democrática escogieron sentarse en el lado oscuro de la historia.
Queda claro que en estos días de muerte y desplazamientos forzosos el peso de la información y la desinformación son elementos claves para conformar las corrientes de opinión que circulan en torno a lo que pasa. No nos corresponde cuestionar el papel de ciertas cadenas noticiosas que financiadas por el gobierno ruso sustentan su narrativa: la historia las alcanzará en su desproporción o silencio cómplice. Tampoco sobreestimar como válidas imágenes dolorosas que circulan en las redes, muchas de ellas carentes de legitimidad o certificación responsable de un medio o periodistas serios.
Lo que cabe resaltar es el quehacer periodístico responsable, aquel que pese a la turbulencia, la carencia de fuentes confiables, que llevando heridas abiertas en la piel y en el ánimo se sobrepone y se plantea ser imparcial, que abre trincheras para desde allí combatir el sensacionalismo, las noticias falsas, al mercantilismo de la información. Ese es el periodismo deseable o parafraseando a Bertolt Brecht, el periodismo “imprescindible”, que sirve de insumo, que se hace guía y abre caminos para que cada quien tome decisiones en torno a lo que le toca vivir.
Ojalá esta triste noticia que hoy acapara el interés mundial acabe pronto. Ojalá no haya más periodistas expuestos en zonas de guerra, que ucranianos u otros ciudadanos del mundo que también viven sus particulares miserias y destierros no sigan siendo el “hecho noticioso”. Que la sensatez, la paz y la tranquilidad mundial sean las notas a destacar durante las próximas décadas.
La Asociación Mundial de Periodistas aboga por estas alternativas. Por un periodismo sin mordaza, porque no haya más periodistas muertos, que no se silencie la voz crítica, que el respeto a la vida sea la constante. Que haya plena libertad para informar y ser informados.
Un comentario
Toca dejar claro qué, una voz critica u opinión en torno a hechos esgrimidos teniendo como base lo que acontece en la agresión de Rusia contra Ucrania, sólo es posible en países donde se respete la libertad de expresion, la circulación y difusión de los medios de comunicación.
Olvídense que en gobiernos de FACTO, lo van a encontrar porqué, su principal enemigo es la democracia. «Pronunciar la palabra democracia, es decir libertad». Dejemos ahí. Hay más. Me comentas.