por ARIAN KHAMENEH
En 2010, las autoridades iraníes encerraron a Majid Tavakoli, de 23 años, en la tristemente célebre prisión de Evín por su participación en las protestas del Movimiento Verde del año anterior. Durante una huelga de hambre en régimen de aislamiento, el joven envió una carta desde la cárcel en la que detalló lo que estaba en juego en el futuro de Irán.
«El primer y principal problema de Irán son los derechos humanos», escribió Tavakoli. «El mundo debe dar prioridad a esto cuando se enfrente al régimen iraní. El régimen hace cualquier cosa para desviar la atención internacional de los derechos humanos hacia los temas nucleares».
La súplica de Tavakoli parece no haber sido escuchada: en los años transcurridos desde entonces, varios activistas denuncian regularmente que la información sobre Irán tiende a verse en términos occidentales, definida por la amenaza nuclear o por periodistas que pretenden «desmitificar» el país para un público occidental. Mientras tanto, las prioridades y los relatos locales de la gente que vive allí han sido difíciles de conocer, debido a las duras restricciones del régimen iraní a la libertad de expresión y el encarcelamiento generalizado de periodistas.
Las leyes de censura iraníes limitan enormemente el reporteo sobre el terreno, y provocaron la expulsión de la mayoría de los corresponsales extranjeros tras las convulsiones políticas de 2009. Los pocos corresponsales que quedan deben andarse con pies de plomo por motivos de seguridad y los medios occidentales que consiguen acceder a Irán ven restringidas sus actividades o son sometidos a una investigación previa.
En un informe de 2017, el destacado analista iraní Karim Sadjadpour describió cómo el régimen aprueba visados y concede acceso a quienes ofrecen una cobertura «más amable», lo que lleva a periodistas y expertos a «tirar de la cuerda para preservar su acceso.» Dexter Filkins, del New Yorker, reveló que, tras recibir un raro visado de periodista, fue seguido constantemente a su llegada por un guardaespaldas del gobierno. Esto limitó su contacto en el país a personas previamente autorizadas. Nicolas Pelham, de The Economist, añadió que agentes del gobierno suelen llevar grabadoras para intimidar a los entrevistados, así no se ponen «demasiado políticos». Estas condiciones asfixiantes hacen dudar del supuesto de que la información de primera mano en Irán es más auténtica que la que se hace desde el exterior.
Insatisfechos con la insuficiente cobertura del «Irán real», periodistas ciudadanos anónimos como 1500Tasvir y Vahid Online han adoptado perspectivas innovadoras y colectivas para informar. A través de publicaciones en redes sociales procedentes de todo Irán, han sorteado eficazmente los bloqueos gubernamentales en Internet para denunciar las injusticias cotidianas que afectan a los iraníes de a pie. Tras ganarse la confianza de la gente, son capaces de difundir casi en tiempo real violentas medidas represivas, actos de desobediencia civil, noticias sobre detenciones y protestas. Más allá de las cuentas en las redes, IranWire, publicación iniciada por el periodista Maziar Bahari, que estuvo un tiempo en prisión, ha dedicado su plataforma a poner en contacto a periodistas ciudadanos dentro del país con periodistas profesionales en el extranjero. También los ayudan a mantener el anonimato, por ejemplo, eliminando los metadatos de sus grabaciones.
Con el estallido de grandes protestas de los últimos seis meses y el auge del movimiento Mujeres, Vida, Libertad en Irán, los derechos humanos en el país ocupan hoy un lugar destacado en los informativos. Los periodistas ciudadanos, por su parte, han atraído a millones de seguidores al convertirse en fuentes ineludibles de información sobre el terreno. CNN, por ejemplo, ha colaborado con 1500Tasvir para verificar testimonios y revisar documentos del interior del país. Durante el reciente envenenamiento masivo de colegialas iraníes, 1500Tasvir dirigió un esfuerzo para recoger análisis de sangre y compartirlos con expertos en el extranjero para su examen.
«Hay un cambio cultural en el que los espacios colectivos se están consolidando y ayudan a medios internacionales sin salir perjudicados», afirma Ahou Koutchesfahani, que investiga las redes sociales y el discurso sobre los derechos de las mujeres iraníes en el King’s College de Londres. «Es una nueva frontera que hemos alcanzado».
Durante 13 años, los periodistas occidentales han tenido poco o ningún acceso al interior de Irán. Esto, explica Koutchesfahani, ha fomentado un entorno en el que proliferan discursos contrapuestos entre periodistas y expertos sobre la evolución del país, y se ha arraigado una desconfianza hacia las fuentes de las noticias, en particular sobre si ciertos periodistas están alineados con el régimen.
«El mayor problema que encuentro con este tipo de disparidad en los medios occidentales es que ningún periodista occidental puede trabajar libremente dentro de Irán», dice. «El hecho de que exista esa brecha es deliberado, y es un mecanismo que la República Islámica utiliza para disuadir a los periodistas occidentales de buscar la verdad y hablar con la gente en Irán. Que los periodistas no puedan hacer su trabajo en el país crea un vacío que se llena con todo tipo de expertos y analistas».
Enfocarse en las voces dentro de Irán es la mejor estrategia para remediar los problemas de cobertura informativa sobre el país, dice Koutchesfahani, sin dejar de estar atentos a los riesgos que corren las fuentes iraníes que hablan con medios occidentales. El régimen, en efecto, ha detenido a algunas fuentes que han hablado anónimamente con medios extranjeros.
«El principal consejo es escuchar las voces del interior de Irán. Creo que es la fuente más valiosa que se puede obtener», dice. «Claro que existen mucho obstáculos en torno a la verificación de las fuentes, y eso hace que el trabajo sea más difícil, pero es muy importante hacer ese esfuerzo adicional para lograr una cobertura real».
La periodista y productora de la CBC Nahayat Tizhoosh ha seguido de cerca las protestas y violaciones a los derechos humanos y ha tejido redes de confianza dentro de Irán como parte del esfuerzo de su redacción de poner el foco en el pueblo iraní.
Tradicionalmente, la cobertura de las violaciones de derechos humanos en Irán ha quedado relegada a un segundo plano frente a cierto tipo de artículos de relleno, por ejemplo sobre centros comerciales o estilos de vida occidentalizados en los segmentos más ricos de la sociedad iraní, que pretenden mostrar que «Irán no es lo que uno cree que es», afirma Tizhoosh.
«Se hace hincapié en la idea de que todo está bien en Irán, cuando si realmente vas a vivir allí, las libertades cotidianas de las mujeres no existen», dice. «Sí, puedes ir y ponerte guapa y sentarte en un café, pero no tienes derecho a viajar sin el permiso de tu padre o de tu marido. Dime si eso es libertad de verdad o no».
Los periodistas occidentales que no actúan con la diligencia debida y no conocen a fondo el funcionamiento de las tácticas propagandísticas del régimen son vulnerables a informar acríticamente sobre los mensajes del gobierno y tomarlos al pie de la letra. «Hay que entender en qué situación se encuentran los iraníes y cuál es su forma de pensar», señala. «Hay que moverse en paralelo con eso si se quiere contar la historia real de lo que está ocurriendo sobre el terreno».
Por el momento, hay indicios de que grandes medios de comunicación están intentando adoptar un enfoque diferente para conseguir fuentes y dar contexto los acontecimientos en Irán. Hay medios que recurren cada vez más a fuentes anónimas en el país, y muchos utilizan también videos publicados por periodistas ciudadanos. Además de las coberturas de la CBC, las investigaciones de CNN han informado sobre el uso sistemático de la violación como arma contra las manifestantes y de instalaciones clandestinas improvisadas para torturar. The Guardian ha publicado una serie de artículos anónimos en los que se revelan terribles abusos, incluida una portada sobre cómo las fuerzas de seguridad atacan los genitales y los ojos de las manifestantes en las redadas.
Sin embargo, Tizhoosh no quiere ser demasiado optimista, pues teme que los medios se aparten de las atrocidades que ocurren en el país si el régimen consigue silenciar por completo las protestas.
«¿Qué ocurrirá con este vacío periodístico y con los periodistas que siguen informando sobre Irán?», se pregunta. «¿Volverán las cosas a ser como antes, siempre sobre le acuerdo nuclear? ¿Se olvidará a las miles de personas que están en la cárcel? Habrá que esperar y ver».
Fotografía de mostafa meraji en Unsplash.
Ijnet