Por MATT A. HANSON
De 2014 a 2017, el premiado periodista ruso Vladimir Sokolov trabajó para la emisora liberal de radio Eco de Moscú, ahora clausurada. Desde la ciudad de Perm, cerca de los montes Urales, Sokolov seguía la evolución del periodismo radial y entrevistaba a expertos sobre censura, calidad de contenidos e independencia editorial.
Aunque en ese momento los medios independientes de Rusia podían operar con un mayor grado de libertad que antes de la invasión a Ucrania, el entorno comunicacional seguía siendo vulnerable a las acciones políticas.
Sokolov y su colega y esposa Anastasia Sechina dejaron Eco de Moscú después de que un parlamentario ruso comprara la sucursal de la emisora en Perm. En 2018 fundaron El Cuarto Sector, un proyecto regional que más tarde ganaría el equivalente al Premio Pulitzer ruso, el Redkollegia. En 2021, el gobierno etiquetó a El Cuarto Sector como «agente extranjero», una designación que también se dio al destacado medio independiente Novaya Gazeta y al grupo de derechos ganador del Premio Nobel, Memorial, entre otros.
Un año después, Rusia lanzó su guerra total contra Ucrania, y Sokolov y Sechina, como muchos otros periodistas, huyeron a Turquía. «Al principio pensamos en ir a Europa, pero no teníamos visado Schengen», cuenta Sokolov. «Turquía podía ser un tránsito temporal, y los precios de los pasajes de avión aumentaban exponencialmente».
Una combinación de proximidad geográfica, conveniencia logística, acceso a recursos periodísticos y un entorno comunicacional relativamente más libre ha convertido a Turquía en un oasis para los rusos disidentes y opositores a la guerra. Allí pueden retrasar el reclutamiento militar obligatorio en su país, al tiempo que cubren la información local y nacional rusa sin temer interferencias directas del Kremlin.
La diáspora rusa
Cuando los periodistas de los medios rusos TV Rain y Holod marcharon a Turquía el año pasado, continuaron hacia Europa en cuestión de meses, un camino que muchos otros deseaban seguir en aquel momento. Sin embargo, otros ciudadanos y periodistas rusos han optado por quedarse en Turquía para evitar el creciente temor a la rusofobia en Europa. En Letonia, por ejemplo, las autoridades cerraron TV Rain por los comentarios de un empleado que expresó simpatía por los reclutamientos del ejército ruso.
Temas logísticos también influyen en la decisión de permanecer en Turquía. «A los rusos les resulta difícil obtener un visado de la UE en Moscú o San Petersburgo, por lo que Turquía se ha convertido en el destino más popular. Es mejor que Kazajstán o Armenia, donde también hay conflictos», afirma Kerim Has, analista ruso y experto en las relaciones entre Rusia y Turquía, residente en Moscú. «Turquía es de fácil acceso para muchos rusos, ya que pueden permanecer allí sin visado durante dos meses, y pueden prolongar su estancia solicitando un permiso de residencia».
Sokolov y Sechina planeaban inicialmente utilizar Turquía como país de tránsito, pero en Estambul encontraron una sociedad propicia para sus planes inmediatos. Por ejemplo, el país es el único miembro de la OTAN que no impuso sanciones contra el Kremlin, lo que lo hace más atractivo para rusos con lazos económicos en su país.
También pudieron utilizar las redes de solidaridad internacional existentes en Turquía y en toda Europa. En Estambul, Baris Altintas, defensor de periodistas rusos exiliados que trabaja para la Asociación de Estudios de Medios de Comunicación y Derecho, ayudó a Sokolov y Sechina durante su traslado. Sokolov también ha sido invitado a hablar en Alemania, y Sechina en la República Checa, donde sus anfitriones financiaron y les facilitaron visados de corta duración para los viajes.
Trabajar desde el exilio
Hoy es difícil para los periodistas cubrir objetivamente la política interior rusa en el contexto de una censura generalizada a los medios de comunicación. «Si eres un periodista ruso de política exterior puedes criticar a los países occidentales, las sanciones y obviar temas críticos que pueden ser inaceptables para el Kremlin», dijo Has. «Pero para los periodistas que escriben sobre la política interior rusa, es bastante difícil».
Tras reasentarse, Sokolov y Sechina relanzaron The Fourth Sector desde Turquía. También ayudaron a crear la caja de herramientas para periodistas rusos, Gribnica, que más tarde cerró debido a los riesgos de exposición. En mayo de 2022, Sokolov ayudó a fundar Glush («Silencio», en ruso), una base de datos segura que busca ayudar a redacciones y organizaciones sin fines de lucro a encontrar profesionales de los medios. Sokolov también está desarrollando un sistema para brindar apoyo individual a los colegas que llegan a Turquía, como ayuda con el idioma o para encontrar un apartamento.
Navegando entre la censura y el burnout
Periodistas rusos exiliados como Sokolov corren el riesgo de ser perseguidos mientras Putin siga en el poder si deciden regresar a Rusia, dice Igor Chelov, politólogo que trabaja para la misión en Ankara del Instituto Internacional de Prensa.
En el exilio, la censura y la propaganda dificultan la producción de coberturas que calen en el público ruso. «Es imperativo que los periodistas rusos en el exilio encuentren la manera de comunicarse con su público de origen», dice Chelov. «Incluso los artículos de investigación más resonantes no consiguen impulsar cambios. Abundan los ejemplos de historias que no logran traspasar la censura y la propaganda pro-Kremlin, desde la corrupción política hasta los desastres ecológicos, tanto a escala nacional como local.
Las políticas de Ankara en relación con la invasión, que son menos enérgicas respecto de armar a Ucrania y sancionar a Rusia que las de otros países de la OTAN, tampoco se han visto afectadas por el trabajo de los periodistas rusos en Turquía, explica Has. «Por supuesto, hay actividades del periodismo ruso en el exilio, pero francamente no he visto un efecto particular del periodismo ruso en Turquía sobre Erdogan o las relaciones Turquía-Rusia», dijo.
Sokolov ha atravesado el burnout y su confianza en la eficacia de su trabajo ha flaqueado, especialmente tras observar la incapacidad de las investigaciones de la Fundación Anticorrupción, un proyecto del líder de la oposición rusa Alexi Navalny, para influir en un cambio político duradero, si bien impulsaron protestas en toda Rusia.
«Si esa pieza no tuvo impacto, ¿qué podemos hacer desde Turquía?», se pregunta Sokolov, refiriéndose al documental de investigación de la Fundación Anticorrupción «Don’t Call Him Dimon», que examina delitos del primer ministro Dmitri Medvédev. «Cuando se vaya Putin, los medios locales y regionales de Rusia deben continuar. Tenemos apenas ideas en bruto para apoyar a los periodistas dentro y fuera de Rusia. Necesitamos crear un directorio de fixers voluntarios. Pero el burnout nos está alcanzando».
Imagen de Ante Samarzija en Unsplash.
IJNET