Buenos Aires, Argentina.- A los 89 años, Robert Cox está convencido de algunas cosas como hace 40. La primera, que el ejercicio de esa profesión que lo trajo desde su Inglaterra natal a la Argentina y que no abandona, «puede salvar vidas», como hizo desde el Buenos Aires Herald durante los años de la última dictadura cívico militar. La segunda, las claves del quehacer cotidiano: «Es importante el trabajo de los cronistas, el seguir estando en la calle». En diálogo con La Capital y recién llegado a la ciudad para recibir este viernes, a las 11, el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Rosario, el mítico director del diario inglés recorrió el trabajo en la redacción en los años del terrorismo de Estado, sus retornos tras el exilio en 1979, su enamoramiento casi incondicional con la Argentina, pero también la importancia de seguir haciendo periodismo en la actualidad.
Cox, nacido en Inglaterra en 1933, llegó en el 59 a la Argentina donde marcó cambios fundamentales en el diario de la comunidad británica. Por entonces, «el Herald» al que él llegó como periodista, apenas si publicaba una columna sobre noticias de la Argentina, algo que comenzó a modificarse justamente con su influencia; tanta que se convirtió en su director en 1968.
El inicio de la última dictadura cívico militar, como a muchos admite, no lo sorprendió. «Estuvimos siempre acostumbrados a los golpes de Estado, había muchos y todo el tiempo, lo estábamos esperando, aunque no imaginamos nunca el horror de lo que llegó a pasar en este caso», dijo desde el hotel donde se alojó a la espera de la ceremonia que se llevará adelante en el Salón de Actos de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad.
Justamente el periódico del que estuvo al frente hasta 1979, cuando tuvo que exiliarse ante la inminencia de su secuestro y el de su esposa, fue el único de los diarios que contó en sus páginas la verdad de ese horror. El Herald hizo públicas las de denuncias de los familiares de detenidos desaparecidos, publicó las fotos que madres, padres y hermanos acercaban a la redacción. Y para eso, Cox dejó su escritorio de director, caminó la ronda de las madres, asistió a los funerales y vio los crematorios utilizados por las fuerzas militares. Aún hoy, cuatro décadas más tarde, Cox destaca esa clave en la labor periodística: estar en la calle.
– ¿Cómo fue trabajar en la redacción de un diario en dictadura? ¿Cómo fue la recolección de datos sobre los crímenes de los militares?
– Estuvimos siempre acostumbrados a los golpes de Estado, había muchos y todo el tiempo, lo estábamos esperando, aunque no imaginamos nunca el horror de lo que llegó a pasar en este caso. En comparación los otros eran golpecitos. Lo que pasó en ese momento es que también hubo esperanza, esperanza de que violencia intensa parara, porque lo que vivía la Argentina era un tormento. Pensamos que íbamos a tener orden. Después, sobre la desapariciones hubo un gran silencio de los grandes diarios, que no informaban absolutamente nada, solo la tranquilidad del país, lo que se quería escuchar. Las desapariciones siguieron, era obvio, lo que consiguió imponer la dictadura sobre los periodistas fue la autocensura que es lo peor que puede pasar en el periodismo.
– ¿Y cuál fue la diferencia en en Herald? ¿No lo lograron con los periodistas de ese diario?
– No, no nos autocensuramos. Es cierto que era imposible imposible en un primer momento decir la verdad total, pero los argentinos mismos veían todos los días como se llevaban gente de los colectivos. Hicimos muchas cosas tratando de advertir lo que estaba pasando. Otra cosa que hice fue la de decidir volver a ser cronista y volví a la calle. Fui yo mismo a los funerales de los muertos porque era muy peligros para los periodistas. Un día recibimos un llamado muy raro de de una angloargentina de algo que había sucedido y nos encontramos allí con la cruel realidad. En Zárate, cuando fuimos, los días posteriores al golpe estaban parando toda la gente y llevando a la gente. Seguimos ese caso que era el de un hombre que era jefe de de un laboratorio químico, padre de tres chicos, a quien se lo llevaron y luego encontraron su cuerpo. Era un muy querido en Zárate, fuimos al funeral y allí los militares aparecieron y trataron de cubrir el hecho tirando panfletos de Montoneros, tratando de desinformar, diciendo que era un traidor de ¡Montoneros y que era muerto por ellos, mientras la familia seguía recibiendo amenazas.
(Cox se refiere al al caso de Juan Berninsone, un técnico químico que trabajaba en una subsidiaria de Monsanto y fue asesinado por la dictadura en abril de 1976. La desaparición seguida de muerte de Berninsone una de las primeras que el periodista conoció de manera directa. Fue la suegra escocesa de Berninsone quien se comunicó con el Buenos Aires Herald y el mismo Cox, junto a Andrew Graham-Yooll, que había atendido el llamado, se trasladaron a Zárate para escuchar el relato de la familia).
– ¿Cómo fue la experiencia de volver al país dar testimonio en el Juicio a las Juntas?
– Fue tan importante volver a ese juicio que es una de las cosas emblemáticas, de lo mejor que tiene la Argentina. Es el único país en el mundo que puso a sus militares y a gente poderosa en un juicio y para mí, personalmente, era muy importante poder volver para decir que lo no era posible poder decir antes. Lo que saco de mi experiencia es que el periodismo puede salvar vidas, solamente informando lo que estaba pasando y también con inteligencia. Tengo dos amigos: un hombre y una mujer, ambos salieron de kla Esma (Centro Clandestino de Detención que funcionó en la Escuela de Mecánica de la Armanda). El primero gracias a que fuimos a ver a su madre y sacamos un artículo de cómo ella estaba buscando a su hijo y recibió la promesa de que lo iban a liberar. El estaba detenido, lo torturaron, le tiraron el recorte del diario, el dijo que no sabía inglés, pero lo dejaron vivir hasta el final. Yo recién lo supe cuando regresé en el 83. Algo similar pasó con una gran amiga a quien la secuestraron con sus tres hijas, vino a verme su padre, también escribimos y publicamos la fotografía con la imagen de los chicos. Por suerte estaba en Buenos Aires en ese momento la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, los militares hicieron la farsa de un juicio, pero la dejaron en libertad. El Helrald salvó muchas vidas.
– ¿Cree que el periodismo todavía puede seguir salvando vidas?
– Sí, el periodismo puede hacerlo. Tiene que ser el periodismo en el que se tiene confianza, el buen periodismo. Ahora es diferente porque uno puede pensar que el horror no va a pasar otra vez, porque lo que vivimos fue algo terrible. Pero el periodismo tiene que ser el periodismo de los derechos humanos, con militancia por los derechos humano, pero no politizados, sino por todo el mundo y por toda la gente. Yo quiero seguir comunicando la importancia del periodismo y de cómo es vivir en un país cuando no hubo periodismo. Porque el Herald era un diario chiquito, no era importante, pero buscamos la manera.
– ¿En el escenario actual de los medios de comunicación encuentra huellas de la dictadura?
– No las encuentro en los periodistas que tienen mucha más independencia. Cuando La Nación, no hace mucho tiempo, publicó una editorial en relación a los crímenes de la dictadura, los periodistas se manifestaron en contra y publicaron fotos manifestándose en contra en el interior del diario. Hubo un rechazo total de eso. Hay siempre una forma de trabajar. Siempre se puede buscar las maneras de trabajar y de informar, es cierto que a veces es muy difícil y a veces eso es muy difícil. Una vez hablando con (Jorge Luis) Borges sobre la censura él me decía que la censura no era mala, porque nos obligaba a escribir bien, muy, pero muy bien para pese a ella conseguir informar y burlarla. Hay que tener humor. Lo más importante son los periodistas y los cronistas, que vayan a la calle, algo que ahora con el teléfono y la tecnología no pasa, pero que hay que seguir haciendo.
– Desde su exilio, en 1979, fue y retornó al país en varias oportunidades. ¿Cuáles son las miradas que tiene el sobre la escena Argentina a lo largo de todos esos retornos?
– Yo me enamoré de la Argentina y sigo enamorado. Era un país mucho más cruel esos años. Lo más horrible de ver cada vez que vengo es la pobreza que ha crecido. En los últimos diez años poco a poco primero y mucho a mucho después, es terrible. Porque en todos los países hay pobres, en Estados Unidos tenemos una pobreza terrible en muchos lugares, también en Inglaterra, pero en Argentina son miles y miles.
LA CAPITAL