La polémica suscitada por la desafortunada reacción de Jimmy Kimmel al asesinato de Charlie Kirk en septiembre, cuando ABC se enfrentó a posibles represalias por parte de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), puso de manifiesto el enorme poder que esta agencia ejerce sobre la radiodifusión. También subraya por qué debemos desterrar la FCC.
En la década de 1930, la FCC recibió la facultad de otorgar licencias a las emisoras. Sin licencia, no había transmisión. El propósito era regular las frecuencias, consideradas escasas. La adjudicación de frecuencias se convirtió en un tema de controversia política. Para establecer o comprar una estación de radio —y posteriormente una de televisión—, el posible comprador debía demostrar que operaría en beneficio del interés público, cualquiera que fuera su definición. Naturalmente, esto atrajo a grupos que se opondrían a menos que fueran sobornados de alguna manera.
Existían restricciones, como la Doctrina de la Equidad, que prácticamente sofocaban el debate político significativo. Solo con la derogación de la Doctrina de la Equidad en 1987 surgió el fenómeno de la radio hablada, que permitió a las voces conservadoras romper el monopolio liberal que predominaba en gran parte de los medios. Las normas también restringían la cantidad y la ubicación de las estaciones de radio o televisión que una entidad podía tener.
Hoy en día, la idea misma de la escasez de frecuencias resulta tecnológicamente absurda, al igual que la noción de un monopolio de la información. Contamos con una multiplicidad inabarcable de medios de comunicación, ya que cualquier persona o entidad puede ser editora o emisora. Sin embargo, la FCC aún conserva ese poder decisivo en materia de licencias, razón por la cual las emisoras tiemblan ante la desaprobación de la comisión. Las multas y la posible revocación de la licencia son una preocupación real.
¿Quieren una fusión? Mejor no hagan nada que pueda irritar a los actuales dirigentes de la FCC.
La administración Trump ha sido acusada de utilizar la FCC para intentar reprimir la libertad de expresión. Noticia de última hora: El equipo de Biden quería controlar la libertad de expresión. De hecho, los demócratas pretendían otorgarle a la FCC más poder para regular la libertad de expresión, dándole formalmente el control sobre las redes de cable y los proveedores de banda ancha. Que no quepa duda: si los demócratas recuperan el control en Washington, trabajarán sin escrúpulos para silenciar a la oposición. Sus miembros de extrema izquierda lo garantizan.
Por cierto, cuando se creó la FCC, el entonces presidente Franklin D. Roosevelt la utilizó para perseguir a las emisoras que se oponían al New Deal. Los presidentes John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson utilizaron la Doctrina de la Equidad para limitar la oposición en las ondas.
La solución a todo esto es sencilla: desmantelen la FCC y dejen que el libre mercado impere. Respeten los derechos adquiridos de los titulares actuales: si tienen la licencia, están de suerte; pueden conservarla. Si desean fusionarse, expandirse o reducir su actividad, pueden hacerlo libremente.
La función restante de la FCC debería ser subastar las frecuencias lo antes posible. Basta ya de que el Departamento de Guerra acapare frecuencias sin usar. Los servicios locales de bomberos, policía y salud deberían disponer de lo estrictamente necesario, ni más ni menos. En caso de emergencia, el Departamento de Guerra podría, si fuera necesario, requisar temporalmente lo que realmente necesite. De lo contrario, el espectro debería gestionarse como un bien inmueble: comprarse, venderse, dividirse o combinarse en el libre mercado.
La mera existencia de la FCC constituye una violación de la Primera Enmienda. El gobierno no otorga licencias para libros, periódicos ni revistas. Tampoco debería regular otras formas de comunicación.
Forbes