Esta es la última entrega de una serie de dos partes. Luba Kassova explora la determinación y optimismo de las periodistas ucranianas. Entrevistó a Nataliya Gumenyuk, especializada en asuntos exteriores y conflictos que escribe para The Guardian, The Washington Post y The New York Times, y es cofundadora del Laboratorio de Periodismo de Interés Público; a Angelina Kariakina, también cofundadora del Laboratorio de Periodismo de Interés Público y jefa de noticias de la empresa pública de radiodifusión Suspilne Ucrania; y a Iryna Slavinska, productora ejecutiva y presentadora de Radio Cultura en Suspilne.
A pesar del empoderamiento que supone informar la verdad, por brutal que sea, es difícil para las periodistas ucranianas evitar una sensación general de impotencia.
Ser consciente de que, en palabras de Gumenyuk, «hagas lo que hagas, no puedes detener las cosas horribles que están ocurriendo», es difícil de soportar. Kariakina se hace eco de sentimientos similares: «Por un lado, siento que todas mis decisiones son decisiones vitales sobre las que tengo control. Pero por otro, es una paradoja: me doy cuenta de que no puedo controlar nada si hay un ataque aéreo. Ninguna decisión importa realmente».
El poder del propósito, la compasión y la rutina
Para las tres periodistas es su trabajo el que les da un propósito y estabilidad, que es la fuente de su profunda resiliencia. Gumenyuk está asombrada por la extraordinaria compasión que observa en las personas que están sufriendo la guerra. Eso la hace estar más decidida a contar sus historias: «Lo más importante es la inspiración que recibo de la gente corriente. Están en situaciones mucho peores que la mía y, sin embargo, son humanas; tienen compasión, incluso por los soldados rusos. Eso me da equilibrio mental. Pero para eso hay que estar sobre el terreno, no delante de la computadora. Ninguna historia de Facebook te inspira como una persona real. Eso es lo que más me ayuda».
«Mi principal estrategia para afrontar la situación es mi trabajo. Sé que muchos de mis colegas la afrontan de la misma manera», explica Slavinska, presentadora de radio. «La gente nos escucha incluso durante los ataques aéreos, así que hay que conseguir el tono de voz adecuado: ni demasiado alegre ni demasiado dramático. Me concentro en sonar tranquila». La rutina también es muy importante para ella: estar en la redacción y en el estudio, hablar con sus colegas, tomar café y otras pequeñas cosas ayudan a su salud mental.
El papel del optimismo
Al viajar con corresponsales extranjeros, Gumenyuk descubrió que ella y sus colegas ucranianos eran claramente más optimistas sobre el resultado de la guerra. «Cuando estamos con extranjeros, los ucranianos somos los únicos optimistas del grupo», dijo. Se dio cuenta de que ser optimista era la tabla de salvación de los ucranianos: «imaginar que las cosas acabarán mal es decidir que hay que rendirse ya».
Gumenyuk y sus colegas se sostienen viendo victorias donde otros ven derrotas. Entre las ruinas de Kharkiv, lo único que sintió fue la determinación de reconstruirla: ‘La reconstruiremos y será todavía mejor», dijo.
Esperanzas amorfas para el futuro
El compromiso de Kariakina y Gumenyuk nace de la constatación de que la reconstrucción de Ucrania después de la guerra supondrá un enorme trabajo. Esta constatación une las esperanzas de ambas periodistas. Están decididas a reconstruir su país después de la guerra, y esperan que eso ocurra más temprano que tarde.
«Todavía no hemos comprendido la magnitud de lo que está pasando», dijo Gumenyuk. «Me preocupa que la gente quede enojada. Toda guerra es tóxica, destruye las sociedades. Hará falta mucho esfuerzo para reparar los daños».
Kariakina no hace planes para el futuro, pero está segura de que quiere quedarse en Ucrania. «Siento que mi vida se está acelerando. Siento que cuando la guerra termine ya no tendré 30 años, sino 50 o 60», dijo.
«No sé exactamente qué dirección tomará mi vida entonces, pero sé con seguridad que quiero quedarme en este país. Quiero reconstruirlo y estar con mi familia aquí. Solo espero no perder antes mi pasión por la vida».
Imagen de Gayatri Malhotra en Unsplash.
IJNET