JUAN ARIAS
Acabo de cumplir 90 años, de los cuales 45 dedicados a trabajar en este periódico. Hay quien me pregunta si no me arrepiento. No, porque EL PAÍS fue más que un diario. Fue el símbolo de la España que amanecía a la luz tras las tinieblas de una Guerra Civil y de una dictadura que nos alejó del mundo. Este periódico abrió la puerta a todas las libertades y derechos sofocados por el franquismo. Y tuve el privilegio de vivir aquella euforia festiva que además me permitió recorrer el mundo como corresponsal.
¿Y ahora? Soy un atento lector de las cartas y comentarios de los lectores que nos juzgan y estimulan a mejorar. Fui algunos años Defensor del lector y tuve el privilegio de escuchar al teléfono a centenas de lectores. Ellos fueron siempre nuestro mejor acicate. ¿Era entonces el periódico mejor que hoy? No. Nosotros éramos unos principiantes. El franquismo había castrado la cultura. No teníamos las posibilidades que hoy tienen mis colegas. Ellos están mucho mejor preparados que lo estábamos nosotros y las periodistas eran una pequeña minoría. Era aún un periódico machista.
¿Entonces no es cierta la célebre frase de que “tiempos pasados fueron siempre mejores?” No. Nunca la humanidad vivió un periodo de tantos avances en todo. ¿No dicen que el periodismo está en crisis? No. Está en evolución. Hoy leo el periódico, sus crónicas y opiniones y advierto el salto que han dado los periodistas. Escriben mejor que lo hacíamos nosotros. Están más preparados culturalmente y hay un plantel de mujeres como nunca en el pasado.
Me dicen que es difícil que a mis años sea tan optimista. No es eso. Es que basta mirar para atrás para ver lo que era el mundo hace sólo cien años. ¿Quién iba a imaginar entonces que las mujeres saldrían un día de su atávica esclavitud, que los niños que eran propiedad de sus padres tendrían derechos propios? Y no digamos los animales. Si en mi infancia hubiese dicho a un labrador que también los bichos tendrían un día un estatuto de derechos se hubiesen mofado de mí.
Hoy todo es mejor que ayer: la ciencia, la medicina, el derecho, las comunicaciones, la conciencia de que todos somos iguales, que la esclavitud es una barbarie y que la mujer y los llamados diferentes tienen la misma dignidad. Juan Luis Vives aconsejaba a los maridos que no dejaran leer a las mujeres. “Las mujeres no deben seguir su propio juicio dado que tienen tan poco”, escribía. La supuesta inferioridad de la mujer, fomentada desde la autoridad de Aristóteles, fue la causa de mantenerla alejada de los libros. Y el doctor de la Iglesia Tomás de Aquino ponía en tela de juicio que las mujeres tuvieran alma. ¿Será verdad que tiempos pasados fueron mejores?
¿Y la guerra de Ucrania ? ¿Y las injusticias sociales? ¿Y el racismo? Sí, pero hoy somos conscientes de que ello es una locura. Ha cambiado el paradigma. Hoy no existe una familia que se sienta orgullosa de que un hijo vaya a sacrificarse en una guerra. La guerra es vista no como una profesión sino como una barbarie, al igual que la esclavitud.
Nos quejamos de que está de vuelta la derecha de las cavernas, las nostalgias del Holocausto. Tenemos razón pero justamente el miedo a esa posible vuelta al tiempo de las barbaries nos demuestra que el pasado fue siempre peor que hoy.
Me preguntan también mis amigos cómo se ve el tiempo desde la cima de mis 90 años. Les voy a responder con unos versos de mi libro Proyecto esperanza, de Aguilar, en el que enumero 50 motivos que demuestran que hoy el mundo a pesar de todos los pesares es mejor que ayer.
El ayer, sustancia
de mis huesos,
mi ser,
los surcos en mi piel,
el iris desgastado,
lo que fui,
armarios llenos de mis esencias,
el hoy
es el ahora,
este teclado
el remolino
de mis pensamientos
mientras escribo,
todo lo que amo,
mi mujer leyendo a mi lado,
el cielo preñado de nubes
el silencio sonoro del mar.
El ayer fue
el hoy es,
el mañana no sé,
quizás nada
o tal vez
esperanza de un nuevo amanecer.
El País