Catalina Uribe Rincón
Bogotá, Colombia.- Esta semana lanzamos el reporte de Colombia sobre desinformación para el Índice Global de Desinformación (GDI, por sus siglas en inglés). En el reporte, cuatro investigadoras revisamos el mercado de las noticias online durante los pasados seis meses. El GDI se creó con el propósito de reducir los daños de la desinformación en las democracias. Los modelos de negocio de internet monetizan la atención de los lectores sin considerar la calidad de la información. Los problemas de neutralidad, independencia y transparencia son crecientes.
Si bien la neutralidad es difícil de lograr, la metodología del GDI incorpora mecanismos en los que, por ejemplo, quienes revisamos contenido de los artículos lo hacemos en textos anónimos en los que se ha eliminado el nombre del medio de comunicación y los periodistas asociados. Cada investigadora trabaja independientemente con el fin de contrastar criterios. Para Colombia seleccionamos 34 dominios correspondientes a medios de comunicación nacionales. El alcance, la relevancia y la disponibilidad de información fueron los criterios de selección.
La investigación evalúa contenido y operaciones. El análisis de contenido busca evaluar los artículos publicados a partir de aspectos como la credibilidad, el sensacionalismo, la promulgación de discursos de odio o la imparcialidad. El análisis de operaciones evalúa los sitios web teniendo en cuenta la transparencia en las políticas de publicación, tales como hacer explícito quiénes son los dueños del medio, quiénes escriben los artículos, cuáles son sus mecanismos de financiación y las posibilidades que ofrecen a los lectores para rectificar errores en sus artículos.
Contrario a lo que imaginé, en contenido Colombia tuvo una buena evaluación. Claro, hay cosas por mejorar como la temporalidad de las noticias. Varios dominios siguen reencauchando historias que pasaron hace más de un año con el objetivo de tener titulares atractivos. También hubo medios que fallaron con regularidad en la relación entre titular y contenido. Los títulos se siguen usando como ganchos para atraer clics, pero en muchas ocasiones el contenido no coincide con lo que se promete. El índice castiga el clickbait desvergonzado. Vale la pena resaltar que los discursos explícitos de odio y el sensacionalismo no fueron la norma. Algo que nos dejó muy bien parados.
Sin embargo, nos fue bastante regular en operaciones. Y muy probablemente no por maldad sino por negligencia. Son muy pocos los medios que tienen políticas claras sobre cómo se publican comentarios. Tampoco sabemos bien quiénes son los dueños y patrocinadores. Es raro encontrar publicadas las políticas de prácticas editoriales o que los medios digan explícitamente cómo garantizan que haya precisión en la información o posibilidades de rectificación. Resolver estos vacíos de información es relativamente sencillo y se traduciría no sólo en mejores puntajes en el índice sino en una actualización de las propias prácticas con el buen periodismo. La información que está faltando no es un mero asunto de forma.
EE