Lo más importante, lo primero. La pirámide invertida era una regla clave en el periodismo. Sin embargo, no casa nada bien con las narrativas audiovisuales que se imponen, donde los titulares que resumen la noticia van coqueteando con el lenguaje de los anzuelos. El suspense es el reclamo para que el lector, espectador u oyente pinche en el enlace con la crónica informativa.
Vivimos tan rodeados de impactos audiovisuales que la corriente viral nos arrastra sin apenas pausas para pararnos a leer. Incluso para pararnos a entender. Aunque ya no sólo los encabezados de las noticias juegan al cebo de venta, directamente los titulares están dando paso al clip de video con la anécdota como señuelo.
Antes que leer o escuchar, demandamos una imagen. Eso sí, no vale cualquier imagen: debe ser pintona, con un personaje de dialecto efectista con el que conectar en cuatro segundos. O, si no, ya estamos en la siguiente imagen. Ideal para predicadores del simplismo, perverso para el periodismo que se cimienta en el matiz y no en el eslogan.
Vivimos la vida en directo, que diría Mercedes Milá en aquel Gran Hermano. La información es un reality show. Nunca antes hemos asistido al caudal informativo en tal riguroso presente. Pasa, vemos. Pasa, vemos. Las imágenes corren. Pero las ideas van más despacio que las imágenes.
Hasta nos empezamos a creer la falsa realidad de que no hace falta salir de la redacción para narrar cualquier hecho noticioso. El mundo parece que se puede contar bien a través de pantalla que todo lo ve a toda prisa. Qué peligroso es esto, pues sin tocar la realidad las empatías se esfuman y las especulaciones crecen. Sin mirar a los ojos de los protagonistas, la compleja verdad se puede sentir con la simplicidad de estar asistiendo a un reality show de mera ficción.
Hacemos demasiadas noticias con tuits cazados al vuelo, o como se llamen ahora. La velocidad es crucial. Lo queremos todo ya. Lo queremos todo ahora, resumido y concretado. Aunque aún no haya certezas. Elaborar con más dedicación una crónica puede provocar que llegue demasiado tarde, cuando ya los lectores “sientan” que la historia se ha quedado vieja.
Como consecuencia, no siempre hay tiempo (ni dinero) para invertir en la esencia del periodismo: el reportaje. El género más completo porque reúne todos los géneros: se sustenta en la documentación, la investigación, en la entrevista, la reflexión y la autoría. El reportaje permite pisa los lugares, retratarlos, incluso desmontar la investigación previa al encontrarte con los matices de la realidad desde dentro.
El reportaje es autoría. Aunque en España estemos confundiendo autoría con predicar desde trincheras. Pero la autoría periodística es la perspectiva que otorga la capacidad de aprender, no las ansias de convencer.
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