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Cubrir periodísticamente a los congresistas

Bogotá, Colombia.- Esta semana vimos a través de medios y redes sociales lo que pasó en la instalación del Congreso. El énfasis estuvo, como era de esperarse, en lo que produjo más clics y en lo que hizo virales algunas anécdotas. El vestido costoso de Katherine Miranda, el perro de Esmeralda Hernández, los tacones de Andrés Cancimance, la cerveza y chocolates de cannabis de Alejandro Ocampo, la rebelión de Gustavo Bolívar, la corraleja de Rodolfo Hernández, el abucheo a Iván Duque y la falta de escucha de los congresistas que impidieron completar la réplica de la oposición. Ver a quienes se supone deberían encarnar alguna solemnidad actuar como adolescentes a la salida de clase fue una atracción. Y de la que sin duda hay que dejar registro.

Pero entre tanto ruido y comediante viene entonces la pregunta obvia sobre cómo cubrir periodísticamente a un Congreso exuberante sin dejarse llevar por narrativas sensacionalistas. Ya hay lugares necesarios y valiosos como Congreso Visible que hacen seguimiento exhaustivo de las actividades legislativas con el objetivo de promover la transparencia de esta institución y al mismo tiempo permitir a la ciudadanía pedir cuentas a sus elegidos. Hay también algunos medios que periódicamente hacen excelentes reportajes sobre un caso específico de corrupción o algún proyecto de ley. ¿Pero cómo garantizar un cubrimiento periodístico que logre estar pendiente de los casi 300 congresistas electos?

El reto no es menor. Casi ningún medio tiene la capacidad de dejar de tres a cinco periodistas revisando solo lo que pasa en el Congreso. Es decir, periodistas cuya labor de tiempo completo sea hacer reportería y publicar notas no diarias sino periódicas (cuando haya lugar al caso) sobre esta institución y sobre sus miembros. Con esto no quiero decir que los periodistas no estén haciendo su tarea, porque sí la hacen. El problema es que hay más trabajo de lo que cualquier medio puede cubrir por su cuenta. Por lo general, a los periodistas de la sección de “Política” les toca cubrir la política de todo el país. Su lista de pendientes es todas las veces abrumadora.

Es por esto, por las limitaciones periodísticas (además de los clics), que la reportería salta de escándalo a escándalo. Algo que no es lo más saludable, primero, porque deja pasar a los menos visibles por los huequitos del colador. Pero también porque no le da a la opinión pública la información que necesita saber. Resaltar permanentemente los momentos más amargos de los debates, los micos, las fricciones, los rencores y las divisiones alborota el odio de la ciudadanía a su Congreso. No estoy diciendo que haya que quererlo, pero el problema está en que tendemos a cansarnos de lo que rechazamos. Y, bueno, al Congreso sí que no podemos quitarle la mirada.

Tenemos entonces que empezar a pensar en otras alternativas. Una que se me viene a la cabeza es un esfuerzo coordinado entre medios y universidades. Por ejemplo, se podrían consolidar esas alianzas que se han empezado a hacer entre medios y facultades de periodismo para dividirse el número de congresistas y así poder cubrir con mayor calma y cuidado el Congreso. La idea no sería sacar un listado eterno de rendición de cuentas, sino lograr crear notas periodísticas puntuales pero comprensivas, para conocer más calmadamente a nuestros congresistas. No estaría de más ir llevando un registro sistemático y público de sus votaciones, de sus perfiles, de sus patrimonios, de sus opiniones, etc.

Yo creo en la importancia de la multiplicidad de medios, pero acá y allá un esfuerzo conjunto no haría daño.

El Espectador 

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