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El periodismo se niega a morir en América Latina (pese a todo)

Mael Vallejo (@MaelVallejo) / X

Hace unos días NiemanLab, de la Universidad de Harvard, publicó mi predicción para el periodismo en 2024. Escribí este reconocimiento a quienes se juegan la vida todos los días en América Latina por informar:

En 2022, América Latina fue la región más peligrosa para ejercer el periodismo en el mundo. Las cifras de distintas organizaciones varían entre 30 y 42 periodistas asesinados en ese año. Aunque aún no hay cifras oficiales sobre 2023, el panorama no es muy distinto: la Unesco afirma que 69 periodistas de diez países fueron asesinados en la región entre enero de 2022 y julio de 2023. Más que en Ucrania o Siria.

No solo se trata de asesinatos: los periodistas sufren de violencia no letal, amenazas, precarización laboral, encarcelamientos y son obligados a vivir en el exilio. Países como El Salvador, Nicaragua o Cuba son agujeros negros para la libertad de expresión, debido a sus regímenes autoritarios. En otros como Brasil, Colombia o Perú, más allá de las amenazas a quienes realizan coberturas sobre corrupción y crimen organizado, también sufren violencia quienes reportean sobre comunidades indígenas, temas medioambientales o de migración.

La falta de modelos de negocio exitosos que vayan más allá de obtener ingresos por la publicidad gubernamental o la búsqueda masiva de clics, también ha precarizado a los periodistas.

Pese a todo eso (o quizá por eso), en América Latina se siguen haciendo grandes investigaciones y siguen surgiendo medios que buscan fiscalizar al poder y explicarle procesos complejos –desde el crimen organizado hasta las empresas que saquean el medio ambiente– a una audiencia necesitada de información verificada, creíble y con contexto.

Son medios que han nacido y crecido, mayoritariamente, gracias a esfuerzos titánicos de periodistas que han tenido que convertirse en entrepreneurs mientras lidian con gobiernos autocráticos o buscan cómo obtener fondos.

En México buscan hacer una diferencia medios y cooperativas periodísticas como Quinto Elemento Lab, A dónde van los desaparecidos o la Alianza de Medios. En Brasil, Repórter y Agência Pública.

En Centroamérica, una zona muy violenta para los periodistas, hay medios que se mantienen a flote. En El Salvador lo hacen Focos, Factum o El Faro. En Nicaragua, donde más de 250 periodistas viven en el exilio por la dictadura de Daniel Ortega, Divergentes sigue informando. Lo mismo que ContraCorriente, en Honduras, y Redacción Regional, que suma medios de toda la zona.

Cuba es otra dictadura donde hacer periodismo es casi imposible, pero lo siguen haciendo en El estornudo y Periodismo de barrio. En Colombia, la histórica labor periodística la mantienen Mutante, Cuestión Pública, Cero setenta y Vorágine.

En Venezuela está El Bus TV, cuyos periodistas se suben a autobuses para hacer un noticiero en vivo para informar lo que el gobierno busca censurar. Los millones de exiliados de Venezuela que se encuentran en otros países han logrado también generar medios como Cápsula Migrante.

También están El hilo, El Surti (Paraguay), GK y Plan V (Ecuador), Ojo Público (Perú) y Muy Waso (Bolivia).

Esta no es una lista definitiva. Sin duda, faltan muchos otros medios que, pese a todas las circunstancias, buscan seguir informando en una de las zonas más peligrosas para ejercer el periodismo.

MILENIO

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