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“Tengo permiso para matarte”: los periodistas de Culiacán y el infierno de informar en tierra de nadie

Omar Peralta Omar Peralta sáb, 7 de enero de 2023, 11:41 a. m. GMT-4·4 min de lectura Culiacán es una ciudad compleja para ejercer el periodismo. En la fotografía, una protesta por el asesinato del periodista Luis Enrique Ramírez, cometido en 2021. (Jesús VERDUGO / AFP) Culiacán es una ciudad compleja para ejercer el periodismo. En la fotografía, una protesta por el asesinato del periodista Luis Enrique Ramírez, cometido en 2021. (Jesús VERDUGO / AFP)

Por Omar Peralta

Culiacán México.- La jornada de violencia en Culiacán dinamitó las redes de información del periodismo regional. En esta ocasión, los reporteros fueron amenazados in situ por el Cartel de Sinaloa, para que no difundieran lo que estaba pasando. Son diversos los testimonios. Por ejemplo, el periodista Aarón Ibarra dejó constancia de lo imposible que fue en esta ocasión reportear los enfrentamientos y el caos que paralizó a la capital de Sinaloa tras la captura de Ovidio Guzmán.

“Dejen de romantizar al oficio del periodismo, no es heroico. Tenemos familia y muchas necesidades. Lo hacemos porque nadie quiere hacerlo y con condiciones precarias porque es mal pagado. Se notó en la cobertura de hoy en Culiacán no pudimos de plano”, escribió Ibarra. En su hilo, el periodista relató cómo los sicarios despojaron a los reporteros de carros, cámaras y celulares. Varios periodistas no pudieron ni siquiera salir de sus casas y algunos más, según lo relatado, fueron secuestrados brevemente.

La jornada de violencia en Culiacán dinamitó las redes de información del periodismo regional. En esta ocasión, los reporteros fueron amenazados in situ por el Cartel de Sinaloa, para que no difundieran lo que estaba pasando. Son diversos los testimonios. Por ejemplo, el periodista Aarón Ibarra dejó constancia de lo imposible que fue en esta ocasión reportear los enfrentamientos y el caos que paralizó a la capital de Sinaloa tras la captura de Ovidio Guzmán.

“Dejen de romantizar al oficio del periodismo, no es heroico. Tenemos familia y muchas necesidades. Lo hacemos porque nadie quiere hacerlo y con condiciones precarias porque es mal pagado. Se notó en la cobertura de hoy en Culiacán no pudimos de plano”, escribió Ibarra. En su hilo, el periodista relató cómo los sicarios despojaron a los reporteros de carros, cámaras y celulares. Varios periodistas no pudieron ni siquiera salir de sus casas y algunos más, según lo relatado, fueron secuestrados brevemente.

Ibarra también recuperó el caso de Ernesto Martínez, conocido como “El Pepis”, reportero policíaco que, días antes, denunció haber sido encañonado por un integrante de la Policía Estatal. El propio gobernador del Estado, Rubén Rocha, desestimó la denuncia del periodista, que decidió interponer una queja en la Comisión Estatal de Derechos Humanos. La censura directa ejercida contra los periodistas culiacanenses por parte del Cartel de Sinaloa impidió que se conociera información por conductos de los medios de comunicación. La mayoría de reportes se dio vía gobiernos federal y estatal.

Un reportero que cubrió los hechos en Culiacán relató a Reforma cómo vivió las amenazas del grupo conocido como Los Plebes, una fracción del Cartel de Sinaloa caracterizada por reclutar a jóvenes. El reportero, que guardó el anonimato, dijo que los sicarios se dieron cuenta de que estaba pasando informes y fueron directos: “Ya sabemos que eres tú, que andas pasando el reporte. Saca el teléfono y ábrelo. Ya sabemos que eres tú y mira, si no hablas te vamos a matar. Tenemos la orden y tengo el permiso de matarte si fuiste tú. Ya te tomamos una foto, ya sabemos quién eres”, repasó el periodista.

Lo obligaron a que pusiera su celular en modo avión. “Ponlo en modo avión o apágalo, porque si sabemos que eres tú, te chingamos”, le dijeron. Después de cumplir la exigencia de los sicarios de alejarse, el reportero fue alcanzado por un hombre en una motocicleta, que lo despojó de una cámara fotográfica que todavía llevaba consigo.

Como lo explicó Aarón Ibarra, deben dejarse de lado los comentarios que romantizan las coberturas de este tipo. No es normal que reporteros sean violentados y no es bonito cubrir guerras, como enseñaron García Márquez y Kapuscinski. México ostenta la etiqueta de país de alto riesgo para ejercer el periodismo —el 2022 cerró con 17 periodistas asesinados, un nuevo récord para el país—. Eso en números medibles, porque el miedo y la zozobra no se pueden calcular. A la carga habitual que representa cualquier trabajo, los periodistas deben añadir el riesgo que implica informar en tierra de nadie, habituarse a coexistir con la incertidumbre a cuestas.

En las respuestas a Ibarra, hubo quien cuestionó que por qué no se dedicaban a otra cosa, si sabían de los riesgos. Porque es lo que está a la mano: un reportero leerá a quien le comenta en redes sociales. Entonces es redituable echarles la culpa a los reporteros del infierno que viven. Nadie le comentaría una publicación a un narco preguntándole por qué mata gente o por qué le da miedo que un reportero le cuente a la sociedad qué es lo que está haciendo. El problema es colosal. Para sumar, aunque sea un aporte mínimo, podría empezarse por no romantizar esto.

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